En el clásico del cero a cero probable, o del gol gana, Alejo Véliz metió el cabezazo de su vida en el final del primer tiempo y le dio a Central una victoria imprescindible para fortalecer los cimientos de un ciclo incipiente que hubiera empezado a tambalear si el resultado hubiera sido adverso.
El pibe que Tevez puso en la cancha para pelearla de arriba en las dos áreas, y fajarse con los temibles zagueros rojinegros, peinó un centro de Candia y en coproducción con el arquero Herrera, de muy floja respuesta, marcó a fuego un clásico que presagiaba pocos goles, pero que tuvo muchas más situaciones que las supuestas. No fue un ida y vuelta exasperante, pero se dejó ver. El segundo tiempo tuvo chispazos, arrebatos, mucho más emotivos que de nivel futbolístico, que pudieron alterar el resultado final.
“Son momentos”. La frase de Miguel Angel Russo le cae como anillo al dedo a un partido que tuvo instantes decisivos que inclinaron el resultado para el equipo auriazul.
Newell’s tuvo todo para ponerse en ventaja en los primeros 25 minutos por un mal armado de Central, pero Pablo Pérez falló un gol increíble, indigno de su jerarquía.
Aquel error canalla de arranque fue leído rápidamente por Tevez, que modificó el esquema y emparejó el desarrollo mandando a Rodríguez a la mitad de la cancha.
Ese movimiento (incluyó la salida por lesión de Buonanotte y el ingreso de Infantino), y el gol de Véliz, que fue titular porque el entrenador leyó que iba a ser importante de arriba y que fundamentalmente era necesario para emparejar la fuerza aérea leprosa (por eso también debutó Rodríguez), son una tentación para un título. Exagerado, pero título al fin: “Tevez ganó el clásico”. Fueron dos aciertos determinantes, uno de ellos para corregir un error propio en la planificación.
Es cierto, si Pablo Pérez hubiera convertido el gol que insólitamente se devoró, la historia podría contarse de otra manera. Pero le acertó al caño.
En el partido del gol gana que, se insiste, tuvo varias alternativas en las áreas, Central convirtió y después se dedicó a cuidar el tesoro conseguido. Se retrasó para jugar con los espacios que entregaría Newell’s en su búsqueda, pero al equipo de Carlitos todavía le falta afinación, alineación y balanceo.
Por esas carencias, que serán mucho más sencillas de corregir a partir de este gran resultado, la victoria tiene un valor enorme.
En la previa, Newell’s era el favorito, aunque su juego desmejoró notoriamente en las últimas fechas y tuvo un par de ausencias determinantes: Macagno y Vangioni, más un Pablo Pérez a media máquina, que de todas maneras se las ingenió para ser, por lejos, el mejor de su equipo.
El miedo a perder, que en realidad es el temor a las consecuencias de una derrota, los hizo armar dos esquemas muy similares. Mucho más pensados en el arco propio que en el de enfrente.
En ese contexto, Newell’s encontró un agujero inmenso en el mediocampo de Central que tranquilamente pudo darle la ventaja y que después, como quedó escrito, Tevez corrigió para estabilizar el barco y darle al resto del desarrollo un tono de paridad.
Imaginar el clásico definido por un gol de pelota parada era suponer que esa ventaja sería para Newell’s.
Pero lo ganó Central. Por Véliz, que fue la figura, por el enorme partido de Blanco, que volvió a parecerse a aquél, y por la repentización, la capacidad y la inteligencia de su entrenador para corregir una hoja de ruta equivocada.