El periodista y escritor rosarino, Reynaldo Sietecase que este fin de semana se presentará en la Feria Internacional del Libro, pasó antes por el Club de Lectura de Rosario3. Para el autor de Un crimen argentino, obra atravesada por la violencia, una sociedad se define, entre otras cosas, por sus formas de matar. Y esos modos, advierte, parecen ocupar un lugar predominante en la literatura argentina. 

Hombre de medios, de música, narrativa y poesía, para Sietecase escribir es un trabajo, una necesidad y un descanso. 

Se define como un "depredador" de su entorno, todo puede alimentar alguna historia. Es, en esencia, un contador de historias, que salta de las verdades del periodismo, a la ficción de la narrativa o a la música de la poesía, lo único que no puede dejar de hacer. 

–¿Escribiste Un crimen argentino gracias a Tomás Eloy Martínez?

–Sí, yo suelo decir que es una mezcla de destino y azar que es como me pasan muchas cosas en la vida. En realidad yo era cronista de Rosario12 en aquel momento, trabajaba también en LT8 y fui a cubrir un motín a Coronda. Esto pasó hace 21 años más o menos, 22 años, y me topé con el motín por un lado, pero me acordé que había un hecho que se hablaba mucho en mi casa, se hablaba mucho Rosario, un hecho criminal muy singular. No voy a espoilear ahora la peli sobre todo, pero un asesinato con características muy singulares y que el asesino estaba en Coronda. Entonces una vez que se calmó un poco el motín, yo pregunté, voy a usar el nombre que uso en el libro, que no es el real, que es Mariano Márquez.

Pregunto por Mariano Márquez me dicen “está en en la biblioteca”. Y bueno pido verlo, me dicen sí, no hay problema, él anda por acá. Circulaba por el penal como como quería y ahí conozco a este personaje que me cita a (Michel) Foucault, a (Jean Paul) Sartre, que me habla de (Julio) Cortázar, que me cuenta lo que pasaba en el penal, sabía todo lo que pasaba en el penal, sabía cuánta gente estaba en prisión con sentencia no resuelta. Me fui deslumbrado, me convenció de que no era el asesino, que no había matado a nadie, que era inocente. La verdad, en una hora de charla me fui impactado.

Cuando volví al diario escribí la nota del motín y escribí un recuadrito sobre el caso de él, pero desde ahí me quedé obsesionado con esa historia.

Fui a buscar. Fui a la hemeroteca, fui al diario La Capital a buscar información y me quedo eso en la cabeza y ahí sí aparece Tomás Eloy porque en paralelo participo de un taller de periodismo narrativo en Buenos Aires de la Fundación García Márquez y había que escribir un texto de unas diez, 20 carillas. Yo tenía esta historia en la cabeza, no la había escrito nunca, la terminé escribiendo. Y cuando Tomás Eloy, que era el coordinador de ese taller, hace la devolución periodística sobre cada texto, éramos diez periodistas, cuando me toca a mí leer, termino de leer y me dice, “Mire, antes de que yo le haga mi observación periodística de edición usted ahí tiene una novela”.

Y yo le digo, “Bueno, es una buena historia...”. Y él me dice, “No, no, no le dije que la puede escribir, le dije que tiene una novela”. Así que te imaginás, salí de ahí muy impactado y digo bueno, la pucha, tengo que ver si puedo escribir esto. Si lo dice Tomás Eloy Martínez, además con la admiración que yo le tenía a Tomás, así que a partir de ahí me puse a investigar el tema, a hacer notas, a pedir acceso a los expedientes y al año volví a verlo Tomás en Buenos Aires.

Yo ya me había venido a Buenos Aires a trabajar a la Revista XXI y me acuerdo que estábamos en (la cafetería) La Biela y le cuento que estoy muy embarullado, con mucho material, con muchas entrevistas, y me mira y me dice “Te dije una novela, no una investigación periodística. No leas más nada, no mires el expediente, no entrevistes más a nadie, sentate y escribí esa historia”. Y bueno, lo que era cuesta arriba, se me hizo cuesta abajo. Yo nunca había escrito una novela, así que me empujó a la narrativa, no solamente me hizo escribir y el libro se publicó en el 2002, así que cumple exactamente 20 años.

–¿Y te dijo novela, no te dijo una película?

–No, tampoco, tampoco. La verdad que inimaginable. Bueno, él no hubiera imaginado que Santa Evita se convirtió en serie y que Natalia Oreiro hace Evita. Son cosas que pasan, que ocurren sin que uno tenga esa voluntad.

Desde que salió el libro hubo mucho interés. Este libro estuvo tres veces por filmarse, desde el 2006 Juan Pablo Buscarini de Pampa films, que es rosarino también, cuando leyó el libro me dice, “esto es una película, tenemos que hacerlo”. Y fue yendo, viniendo, hubo varias oportunidades que parecía que se concretaba y finalmente consiguió que Warner Bros, una empresa muy grande, apostara a que esto fuera una película y de ahí las cosas empezaron cerrar, y después el broche de oro es que el escenario sea la ciudad de Rosario. Que hayan decidido que esta película se filma en el lugar donde ocurrió es un plus. A mí me da una gran alegría las dos cosas: que se convierta en película y además que sea una película que se haya podido narrar en la ciudad.

–¿Cómo hacés el cambio del periodista al narrador de ficción, al novelista? ¿Hasta qué punto te permitís licencias con historias como ésta?

–Yo cuando entendí que era una novela, me permití todas. De todas maneras, ya tenía hecha una investigación. Hay muchos colegas que trabajan el tema de policial y me dicen, “en tu libro hay más verdad que en los expedientes”. Y claro, porque yo entrevisté como 40 personas, además del expediente.

Después me tomé licencias. De hecho, en la película mi sacrificio más grande en el traslado al cine es justamente que no se cuenta demasiado la historia del personaje central que es Mariano Márquez, ese fue el sacrificio más grande, que en el libro está desarrollado. Su infancia, su adolescencia, su relación con el padre, eso no está en la película. No afecta al cuento general, pero para mi sí era importante contarlo, y eso es todo imaginación, está todo inventado eso.

Yo quería contar por qué el tipo llegaba a esto. Y era imposible acceder porque, yo lo entrevisté varias veces, pero me mentía todo el tiempo. Ya cuando Tomás me dio ese permiso dije se terminó, yo lo voy a construir a mi modo. Es un hecho real pero con las licencias de la novela, si no, hubiera sido una non fiction y a mi no me interesa la non fiction.

Yo tomo muchos casos reales. Mis tres novelas tienen alguna relación con hechos reales, pero después son novelas. Ahora estoy escribiendo una cuarta que es quizás mi novela menos asociada a la realidad pero aún así al ser un policial, ustedes saben, el género negro tiene mucho anclaje con lo real, por eso creo que atrapa tanto porque permite entender una sociedad entre otras cosas.

–¿Tuviste alguna injerencia en la película?

–Sí, mucha porque me ofrecieron participar del equipo guionista. Yo no quise. Me parece que es un un registro de escritura que que yo no manejo, quizás me pongo a hacerlo y lo hago. De hecho, hay escritores, Sergio Olguín es un ejemplo que me contaba que estaba guionando ahora. Después de que hicieron una serie con uno de sus libros se enganchó y se puso a hacer guiones. Pero a mí no me interesa.

Ya me cuesta bastante trabajo escribir novelas, tardo bastante tiempo. Yo publico cada cuatro o cinco años, demoro bastante. Y me parece que meterme en el guión era asumir otro trabajo, pero sí, estuve todo el tiempo hablando con el equipo guionista, que es muy bueno por cierto, son tres guionistas. Todo el tiempo me consultaron, todo el tiempo opiné. Y en esa negociación fui accediendo a cosas y fuimos agregando cosas.

En algún momento hubo que reforzar un poco la relación entre los dos secretarios, y opiné. En un momento, Juan Pablo Buscarini que es fanático de Newell's se le ocurrió que metamos algo que de anclaje futbolero, que Rosario es tan futbolera que no está en el libro y dijimos bueno, en 1980 veamos qué pasó. Y justo coincide que salió campeón (Rosario) Central. Pero si hubiera salido campeón Newell's, hubiera habido alguna marca con Newell's porque en definitiva lo que queríamos contar era esto que nos pasa tan cotidianamente en Rosario: la pasión por el fútbol. En esas cosas sí intervine y accedí sobre todo a cosas que hicieron que el guión fluyera porque entiendo que es una obra sobre otra obra. O sea la película es una versión sobre mi libro, que a su vez es una versión sobre un hecho real.

Mi preocupación era que –y ahí sí yo estuve más más riguroso– no se traicionara el espíritu del libro, que no es el crimen. Para mí era muy importante, no espoileamos nada porque se llama Un crimen argentino, es decir el crimen no es el hecho central de la peli. Para mí el hecho central de la peli es muy importante porque no se transitó tanto en la literatura argentina y es el conflicto entre los secretarios y el juez que quieren hacer las cosas bien y la dictadura militar imponiendo otra cosa.

A mí me parece que ese conflicto está buenísimo. Además, es algo que me surgió haciendo la previa, hablando con los jueces, con los secretarios me contaban todo lo problemático. Habían sido jueces de la dictadura y sin embargo eran tipos honestos y que querían hacer las cosas bien y me pareció que ahí había un conflicto para contar, que incluso trascendía el crimen que de por sí es muy espectacular.

Si no traicionan la idea del libro y no traicionan a los personajes, ¿cómo no van a poder cambiar alguna cosa? ¿cómo no van a poder darle un swing que sea más más agradable para para convertirlo en una ficción cinematográfica?

–Como trabajador de la palabra, ¿qué genero te pesa más: la narrativa, la poesía, o el periodismo, ajustar las palabras a los hechos?

–No me pesa ninguna, nada me pesa, al contrario. Yo soy producto de mi deseo de escribir fundamentalmente. Yo ya trabajaba en revistas literarias a los 17 años, hice una revista en el colegio secundario, o sea, hacía revista literarias, participaba de grupos literarios antes de soñar con ser periodista.

Yo llegué el periodismo bastante después a los veintipico, mucho después y porque me di cuenta que a lo mejor podía laburar de eso y no en un banco como había trabajado. No en una metalúrgica, no en un imprenta. De pronto me digo, “uy, se puede trabajar en periodismo”. Y el periodismo me salvó, me salvó en el sentido de que estaba más cerca de lo que a mí me interesaba que era contar, escribir. Poesía escribo desde muy chico también.

Con el tiempo he podido resumir todo y soy la misma persona que de pronto esta noche hace un comentario de política, que no deja de ser contar, contar lo que está pasando; y de pronto hago un programa radio, y de pronto escribo una novela y sigo escribiendo poesía, cosa que no dejó de hacer nunca, es lo único que sé que no voy a dejar hacer.

Puedo dejar el periodismo, puedo dejar escribir narrativa, pero la poesía es algo que viene con uno, es casi una condición. Después puede ser buena o mala, pero es un modo de estar, de entenderse con el mundo. Y la verdad que no me pesan, creo que conviven en mí. Tengo la claridad de saber que cuando escribo literatura tengo todo permitido y cuando escribo un texto periodístico, una crónica, uno tiene que ajustarse a la realidad, a la llamada verdad de los hechos: no mentir, no imaginar, no no fantasear. Pero sí en la literatura, así que no me hace ruido.

Voy a estar en la Feria del Libro de Rosario presentando la nueva edición de Un crimen argentino, el 17 de septiembre voy a estar leyendo poemas con Sandra Corizzo en la sala Lavardén. A mí no me hace ningún ruido. Yo sé que en mi entorno no lo pueden creer, pero bueno es lo que hay.

–Dijiste “las sociedades, se definen por su matar” y en Rosario parece que eso cobra más verosimilitud...

–Es algo que se me ocurrió cuando tomé contacto con el caso en aquel momento y ahora volví a este tema, que yo lo lanzo como una hipótesis arriesgada, ¿no?. Realmente es una hipótesis arriesgada.

Yo digo que las sociedades se definen por muchas cosas. Y también por su modo de matar. Para mí, la desaparición de cuerpos en Argentina es un elemento muy fuerte para analizar, viene desde la colonia, no es es algo que apareció. Tenés numerosos casos: los fusilamientos de la Patagonia, Mariano Moreno, los crímenes de la dictadura, los fusilamientos de José Luis Suárez.

Hay una especie de constante con el tema de desaparición de cuerpos. Y me parece que es algo para pensar. Creo que también hay algo ahí que tiene que ver con la violencia política y la Argentina que es un tema que también se puede rastrear en la literatura. Que el libro fundacional de la Argentina sea El matadero indica algo, ¿no?

Y casi te diría que si vos tenés que decir cuáles son los cuatro o cinco libros más destacados de la literatura argentina, los cuatro o cinco libros que elegís tienen que ver con la violencia política. Pasás al Facundo (de Domingo Sarmiento), pasás a Martín Fierro (de José Hernández), pasas a, obvio, Operación masacre (de Rodolfo Walsh), Recuerdo de la muerte (de Miguel Bonasso), puedo seguir . Es para que pensemos un poco: algo está diciendo si la mayor parte de los grandes libros de literatura argentina hablan de la violencia política.


–¿Y cómo pensarse por fuera de esa violencia? ¿A qué elementos recurrís: a otros libros, a otros autores, a la música?

–Soy un gran consumidor de cultura, creo que eso me ayuda. Soy un muy buen lector, pero me gusta mucho el teatro, tengo mi colección de vinilos... Voy a escuchar conciertos, eso me ayuda bastante, me desintoxica.

Cuando llegué a Buenos Aires hace 24 años, parece mentira, siempre dije que lo malo de la ciudad era que es muy monstruosa, muy hostil pero a su vez tiene una cantidad de cosas que pasan todo el tiempo y a mí, que soy un gran consumidor de cultura, siempre encuentro algo para hacer, siempre encuentro a alguien para ir a escuchar, a alguien para ver o porque voy a escuchar un poeta. Me aliviana bastante toda esa otra carga de hostilidad que tiene la ciudad, así que en general matizo bastante.

Ya escribir literatura a mí me descansa. Tengo amigos que me dicen "¿cómo puede ser con lo que laburás, que producís tanto?". Si yo sé que no tengo noticiero, esta noche me quedo de 16 a 20, 21 de la noche escribiendo. Y para mí no es, si bien es un trabajo, a mí me descansa porque me divierte mucho, la paso bien. También la paso bien haciendo radio, pero igual la literatura es otra cosa.

–¿Es una necesidad? ¿Hay personajes de tus novelas que no te dejan en paz?

–Eso sí, pasa. Ahora tengo un personaje paraguayo que no entiendo por qué se me ocurrió. En mi última novela es muy importante y ya me hizo viajar a Paraguay, ya me hizo leer como cuatro libros. Ahora estoy trabajando con una escritora paraguaya, que está acá en Buenos Aires que me está ayudando con la voz y tengo un amigo que me dice, ¿por qué no la convertiste en argentino y se terminó?

Y yo digo porque no quiere, porque es paraguayo. Te pasa algo rarísimo con los personajes y se resiste. Y encima iba a ser algo marginal y se convirtió en el personaje de mi libro. Pero las novelas tienen esas cosas, las novelas tienen esas cosas. Los personajes a veces tienen una dinámica muy singular.

Bueno, Mariano Márquez está en mis tres primeras novelas. La que estoy terminando ahora de corregir es la primera novela de mi producción que no aparece Mariano Márquez. Hay muchos que no lo notan, los que leyeron las tres sonríen, porque tampoco es que les moleste. Evidentemente fue un personaje que me costó soltar.

Me decía Claudia Piñeiro la vez pasada, “es muy divertido porque en general los personajes que van pasando de novela a novela son los buenos, los héroes, los detectives, vos hacés pasar a un personaje con un nivel de amoralidad feroz y es como que está ahí”. Yo me imagino que el lector dirá: ¿otra vez Mariano Márquez acá?

–¿Cómo te surgen los temas, esos personajes con tanta presencia? Hablamos de nutrirse de hechos reales, pero ¿cómo te das cuenta que hay material para una historia?

–Aquella primera vez me advirtió Tomás Eloy Martínez. Después voy mirando, me aparecen cosas. Soy como una especie de depredador, creo que la mayoría de los escritores operan igual. A veces estoy en un bar y estoy escuchando una conversación y me interesó y me la guardé.

–¿Te la anotás?

–Sí, sí. Muchas cosas también quedan en la nada. Se me ocurren ideas de cosas que después quedan archivadas y las retomo con el tiempo. Es un juego. Como estoy tan en contacto con la realidad, estoy muy atento. Por ejemplo No pidas nada, mi última novela que la compró una productora española para una serie, surge porque leí un pequeño artículo de Eugenia Zicavo sobre el silencio y ella hablaba sobre los represores que se habían suicidado. Esto fue 2015, 2016. Y en principio dije, “Uy, esto puede ser una nota periodística”. Ella le tocaba muy cortito en una revista literaria.

Después averigüé y sí había por lo menos cuatro o cinco represores que se habían suicidado y a partir de ahí, cuando empecé a avanzar digo esto es una novela. Y ya para mí había una organización, ya había alguien que los forzaba a suicidarse. Y empieza a crecer, crecer. Es así el proceso: de pronto una pequeña idea, un disparador, te permite construir una historia, te entusiasma y sobre todo los personajes empiezan a andar. Eso es lo que suele ocurrir.

A veces cuando estoy trabado, digo, “tengo alguien que no quiere salir de la casa”. Quizás es una fantasía, y de pronto sale. Yo no le estaba abriendo los lugares para que pudiera salir Son procesos misteriosos. Misteriosos en ese aspecto, después es trabajo, es sentarte y sentarte porque si no te sentás es imposible que aparezcan las variantes, las ideas, incluso la imposibilidad, pero te tenés que sentar.

–Hablando de tus libros,te llevo a uno no literario, Periodismo instrucciones de uso. ¿Qué es lo que más te preocupa del periodismo actual?

–Ese es un libro de la pandemia le llamo yo porque me contactó Raúl Carioli que dirige Prometeo, que es una editorial académica prácticamente, que se dedica a las ciencias sociales, y él me llamó un día porque yo había dicho algo sobre el periodismo en la en la radio. Me dice, “estoy cansado, hace años que te escucho protestar con cómo se hace periodismo, ¿por qué no escribís un libro?”.

Y me quedé pensando un poco y después me pareció que era interesante, porque me siento también que estoy cerrando una etapa con el periodismo. Ya son muchos años y digo bueno, quizás es un aporte que puedo hacer. Y después pensé que no, si lo hago yo, me parecía medio raro, medio egocéntrico. Digo ¿por qué no juntar diez voces? Y elegí diez personas que toquen diez aspectos distintos de lo que yo creo es una crisis fenomenal que vive el periodismo, porque es múltiple.

Siempre hubo crisis en el periodismo, pero esta vez es multicausal, es impresionante, porque tenés el cambio tecnológico, los grandes grupos comprando medios, el concepto de verdad, los algoritmos, el periodismo click, los periodistas empresarios. Por suerte lo pude armar rápido.

Estoy contento porque se está discutiendo en las facultades. La hipótesis del libro es que se puede hacer bien nuestro laburo, que la mala praxis no es la regla, que te puede ir bien haciendo las cosas bien.

El libro además tiene un mapa de medios que me parece valioso, actualizado. Creo que es un aporte.

El motivo de mi ensayo dentro de esos ensayos es el desapego a la verdad de los hechos, que dejó de ser importante la verdad. A mí me impacta porque yo vengo de una época donde vos no podías usar un condicional. El jefe de redacción te decía, “¿qué podría? Decime si se puede o no se puede”.

No podías manipular un hecho de ninguna manera, no podías no publicar información rigurosamente chequeada. Y de pronto que se haya roto ese contrato a mí me impacta. Porque sobre un mismo hecho siempre hay miradas distintas. Los hechos son objetivos, las miradas son subjetivas. No se puede pedir que La Nación y Página 12 cuenten de la misma manera algo que pasó, pero lo que cambió y a mí me impacta, es que el hecho es modificable.

Ya no importa si algo que cuento es cierto, importa si lo que cuento afecta al otro, a mi enemigo, porque los medios han entrado en la pelea política de una manera muy abierta y fuerte. Ahí se rompió algo que va en desmedro del consumidor de información esencialmente. Se han degradado los productos periodísticos. Insisto, no me siento el dueño de la verdad hago un aporte a que discutamos cuál es nuestro rol en ese desajuste: hay responsabilidad de los empresarios, de la política y hay responsabilidad de los consumidores de información.

Sietecase en la Feria del Libro 

 

Sietecase se presentará este sábado y domingo en la 24º Feria Internacional del Libro de Rosario que este jueves dejó inagurada la escritora Claudia Piñeiro. 

El periodista y autor rosarino presentará la nueva edición de Un crimen argentino este sábado a las 19 en la sala Beatriz Guido del primer piso del Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (CCRF) y el domingo a las 18 formará parte del homenaje a otro rosarino, Gerardo Rozín, en la sala principal, Angélica Gorodischer, junto a Horacio Vargas, Pablo Feldman y el intendente Pablo Javkin