Es viernes a la noche y, mientras el Ejército manda brigadistas a apagar el fuego en el Delta y el humo llega a Buenos Aires (el límite unitario que la política le pone al ecocidio), un grupo de científicos celebra.

–Terminé de contar los bichos! Game Over!!!

Los integrantes del área de artrópodos de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) que estudia el impacto de la quema en las islas se entusiasman por Whatsapp.

–260 especies. No lo puedo creer....

–¿Se dan cuenta la dimensión de la matriz que logramos construir?


Ellos forman parte de los cinco grupos que analizan qué pasa después del fuego con insectos, vegetación, aves, agua, y aire. La mayoría trabaja en la Isla de los Mástiles, territorio santafesino frente a Granadero Baigorria. Después del incendio de julio de 2020 en ese lugar, tomaron muestras por primera vez en noviembre (a 120 días). Lo repitieron tres veces más.

El primer resultado los sorprendió. Había más insectos en la zona afectada: 4.559 contra 877. Pero esa abundancia respondió a la colonización de una especie agresiva: la “hormiga argentina del fuego”.

Esa hormiga no solo se aprovecha de la crisis por las llamas, también forma balsas con sus cuerpos ante inundaciones. Conquista y ataca a las crías de las aves nidífugas, explica Guillermo Montero, coordinador del grupo 4 “Abundancia y diversidad de artrópodos epigeos”.

Forma parte de las especies que desplazan a los habituales habitantes del humedal y que está vinculado también a lo que ocurre con las plantas y árboles en la zona. No se trata entonces de preguntarse en cuántos años se recuperará el ambiente (si en 30 o en 300 años) sino de evaluar cómo el fuego consume hoy la identidad del Delta. 

Eso que flota en el aire y llega a las ciudades en forma de humo son los nutrientes de un hábitat en transformación. La temida pampeanización de las islas.

Las vacas, “mulitas” de un árbol foráneo

 

Los investigadores de la UNR que trabajan dentro del grupo vegetación trazaron 40 parcelas, 20 en un sauzal quemado y otras 20 en uno no afectado.

Además de medir la lógica diferencia de la broza (la materia orgánica que se acumula en el suelo) entre ambos lugares, identificaron 15 especies en las parcelas quemadas contra 11 donde no hubo fuego

Con el paso del tiempo, creció la cobertura de plantas en el sauzal que sufrió el fuego y todas las parcelas analizadas tenían algo de vegetación. “El número de especies aumentó también encontrando en las parcelas quemadas 23, mientras que donde no hubo fuego aparecen 17 con una cobertura del 78%”, detalla a Rosario3 José Vesprini, ingeniero Agrónomo y doctor en Biología.

Como la vegetación es la combinación de vegetales, el estudio no descansa en la diversidad hallada. Elude la trampa que introduce el concepto de la “recuperación natural”. Es decir, dar a entender que la variedad implica que prender fuego es inocuo.

En cambio, destacan con preocupación la pérdida de identidad de cada comunidad con su riqueza (número de) y diversidad (cómo están representadas) dichas especies, explica el coordinador del grupo 5 de la Plataforma Ambiental de la universidad.

Agrega: “En el ambiente quemado aparecen especies que pueden o no ser invasoras pero que de todas maneras no pertenecen al ambiente de islas. Encontramos unas que se pueden asociar a actividades humanas como la rama negra del género Conyza”.

Se trata, por ejemplo, de la Acacia negra, o Gleditsia triacanthos, un árbol originario de Estados Unidos. “Sus frutos y semillas son pesados y no vuelan. Mi hipótesis es que llegaron a la isla en el tracto digestivo de las vacas”, plantea Vesprini.

La acacia ya reemplazó, por ejemplo, al bosque en galería del Carcarañá, a la altura de Luis Palacios (cruce con ruta 34). Los brotes germinan en la bosta. Como si las vacas fueran traficantes de semillas, “mulitas” de ejemplares no autóctonos que crecen con más facilidad y fuerza después del fuego en el humedal.

El nuevo ecosistema luego de la invasión

 

La cuarta y última muestra de artrópodos fue tomada en la Isla de Los Mástiles en mayo de 2022, a 671 días del incendio. Se mantenía, con en la primera muestra, más cantidad (abundancia) de bichos en la zona quemada aunque con un margen menor: 1.846 contra 1.295. La riqueza (diversidad) era, en cambio, menor: 90 donde hubo fuego y 96 donde no.

El conteo total llegó a 18.234 ejemplares de 260 especies distintas. Pero de esa cifra, 11.902 son hormigas y la mayoría corresponde a la argentina del fuego (8.551). Esa particularidad abre nuevas preguntas. “¿Cuánto influye ese tratamiento de las hormigas en la matriz general y qué nos dice esa matriz sin las hormigas?”, plantea Montero.

Como los insectos reaccionan rápido ante una agresión (fuego), son vitales para analizar el impacto real en ese ecosistema. El ex decano de Agrarias y profesor de Zoología señala que el paper con las conclusiones se conocerá a fin de año pero anticipa: hay recuperación de las especies pero con dominancia de una agresiva.

El investigador plantea un error extendido: pensar que el futuro será la repetición del pasado, que llegarán las lluvias y todo será como antes. El “equilibrio natural” que regresa como algo dado. Pero el cambio climático introduce incertidumbre. Se esperan más fenómenos extremos como sequías e inundaciones. Puede que el humedal ya no sea el que fue después de tres años de fuego y casi un millón de hectáreas afectadas.

“Nosotros empezamos a estudiar cómo las especies nativas comienzan a interactuar con estas invasoras. Las aves que las usan para nidificar, las que comen sus frutos, los visitantes florales, los herbívoros, las avispas que las usan para nidificar. O sea cómo se construye el ecosistema luego de la invasión”, define.

Contra la apología del fuego

 

El trabajo se realizó sobre una isla que se quemó en julio de 2020 y no representa a todo el Delta del Paraná. La Municipalidad de Rosario registró zonas en donde se repitieron incendios hasta 15 veces en dos años. El daño allí es mucho peor.

“Decir que lo quemado rebrota, que el humedal se recupera, es apología del fuego”, define Vesprini. Como si la cicatriz eliminara el trauma.

Sin inundaciones, por lo menos en los últimos tres años de sequía, las variedades exóticas dominan el nuevo lugar. “Mientras esto sea así las comunidades vegetales que muestreamos serán más parecidas a las comunidades que encontramos fuera del humedal”, concluye el investigador.

La acacia negra y la hormiga de fuego sugieren que el Delta modificado asoma de abajo hacia arriba. Lo que se lleva el fuego son características propias de un espacio. El humo que contamina las ciudades (peor que un smog) es la identidad del humedal que se diluye.