Dicen los memoriosos que la villa tomó su nombre por la forma que adoptan en esa zona las vías del ferrocarril, a cuyo lado se fueron instalando las primeras viviendas en la década de 1960. La historia va a contramano del Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap) -que ubica su creación en 1980-, pero eso no interesa demasiado. Lo cierto es que con el paso de los años, el asentamiento creció y creció, sin que el Estado pudiera dar respuesta a sus necesidades básicas. La gran mayoría de las casas no tiene conexión a las redes eléctrica y de agua, ni tampoco salida directa a la calle.

Rosario3 recorrió la zona junto al intendente Javkin (Alan Monzón/Rosario3)

La falta de servicios que padecen sus más de 5 mil habitantes es la misma que afecta a casi 170.000 rosarinos, que se calcula viven en asentamientos irregulares. Lo que diferencia a Villa Banana es que es de los pocos que, ubicados en una zona neurálgica, aún no han sido urbanizados. Su transformación será posible gracias a una intervención integral que logró escaparle a la grieta, porque se inició con el socialismo y continuó con el javkinismo, y requirió del aval de macristas y peronistas.

Un laberinto

Así definió al barrio Carina, una jóven que se acercó al intendente para pedirle la conexión eléctrica para su vivienda. Tras recibir una contestación positiva, se sorprendió: "Ah, ¿se puede hacer?", le dijo a Javkin, para luego explicarle que vivía en uno de los tantos pasillos que surcan el barrio.

Carina aprovechó la presencia del intendente para hacer un pedido (Alan Monzón/Rosario3)

Si se observa el mapa a continuación, es fácil comprender la figura utilizada por Carina. Las 967 casas censadas por el municipio en 2018 -representadas con polígonos verdes- se distribuyen de forma absolutamente irregular entre los casi 250.000 m2 que se extienden al sur de 27 de Febrero, desde las vías del ferrocarril Belgrano hasta Avellaneda.

La infografía permite ver también el trazado en damero que adoptará Villa Banana luego de la intervención, a través de la realización de 26 cuadras de pavimento a nivel definitivo, con su correspondiente infraestructura (desagües pluviales con cordón cuneta, pavimento, cloacas, agua, alumbrado y veredas). La ambiciosa propuesta le permite a Javkin repetir una frase que lo saca de cualquier aprieto: “Vas a tener servicios”, dice cual pastor a sus feligreses.

"Esto va a ser una calle"

La recorrida se detiene en Gálvez y Virasoro, donde una de las colaboradoras del intendente señala un galpón, que necesita ser demolido. Se trata de la funcionaria a cargo del laborioso trabajo previo a la apertura de cuadras, cuando a través de talleres se ofrecen diferentes soluciones a las familias asentadas sobre la traza urbana. En Villa Banana son 122 las casas que necesariamente fueron y serán demolidas. “Acá no hubo resistencia”, acota, en comparación con lo sucedido con otros asentamientos.

Donde se ve la construcción, se abrirá una calle (Alan Monzón/Rosario3)

Hasta acá, el plan avanzó con la apertura de cinco de ocho cuadras. El pavimento recién comenzó a ejecutarse este año, tras la firma de un contrato con la empresa Pecam, que se quedó con la primera licitación y se encamina a ganar una segunda. El presupuesto global supera ampliamente los $600 millones y es financiado con aportes no reintegrables del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento. El proyecto fue presentado originalmente por la ex intendenta Mónica Fein y recibió el aval del gobierno de Mauricio Macri. Políticas de Estado, lo que se dice.

Durante la recorrida, Javkin reitera que este proyecto lo moviliza particularmente. “Si hay una cosa que quiero dejar es esto”, confiesa, mientras saluda a varios vecinos, con los que se queda hablando de temas diversos: desde la vacunación hasta la reciente marcha por inseguridad, en la que debió salir a las apuradas tras recibir algunos insultos. Rosario3 lo consulta por los incidentes en el Monumento a la Bandera: “Me había comprometido con el hermano de Joaquín”, responde, y muestra algunos WhatsApp de apoyo que recibió tras el hecho.

La temática de la violencia urbana atraviesa la hora y media que dura la nota. Lo hace el intendente en diálogo con este cronista, pero también los vecinos en varias de las charlas que surgen de manera espontánea. “Acá la cosa no pasa por obras, pasa por la inseguridad. De los siete días de la semana, en cuatro tenés un tiroteo”, relata un vecino, al tiempo que muestra la marca de una bala en su ventana.

Un vecino señala la marca que dejó un balazo en su ventana (Alan Monzón/Rosario3)

“El proceso es integral. Es mayor prevención policial, es que los pibes tengan oportunidades de insertarse en la vida, y es también que el acceso a lo que hace la condición básica de una ciudad sea más equilibrada”, reflexiona Javkin a propósito de la lucha contra la inseguridad, el tema predominante de la agenda pública.

¿En qué momento se jodió Rosario? Alguna vez el ex gobernador Antonio Bonfatti mencionó que el origen del narcotráfico en la ciudad “fue la barra brava de Newell's". Como sea, hubo un momento en que dicha problemática copó todo. “No siempre fue así”, dice el vecino después de exhibir la huella de la violencia en su ventana. “Recuerdo cuando vine en 2002 como concejal. En ese momento el tema era el morfi”, coincide Javkin.

Alegría y esperanza

Las caras de los vecinos dibujan mayores sonrisas cuando ya tienen la obra frente a su casa. Varios de ellos no podían siquiera dar un domicilio, ni que hablar de ver pasar una ambulancia. Seguramente por ello las caras de Epifania e Ignacia, dos hermanas provenientes de Chaco, se transforman cuando Javkin pasa por delante suyo. No recuerdan con exactitud cuando llegaron al barrio, pero hoy contagian su entusiasmo por ver cómo avanza la pavimentación en su cuadra: Gálvez entre Valparaíso y Lima.

Epifanía e Ignacia, dos mujeres curtidas y sonrientes que vinieron de Chaco (Alan Monzón/Rosario3)

“Estamos contentas”, asevera también Liliana, quien aprovecha la visita para presentar «Bella Villa Banana», un emprendimiento del que participan 20 mujeres, quienes a través del programa Santa Fe Más realizan talleres de panificación. Unos metros más adelante funciona la cooperativa «Dignidad Cartonera», en la que trabajan 23 personas haciendo tareas de limpieza.

La participación se siente fuerte en Villa Banana. Según censó el municipio, son ocho los lotes pertenecientes a instituciones. El más grande es el de la escuela Champagnat, que durante la gestión anterior amplió sus espacios, al inaugurar un playón deportivo a través del extinto plan Abre.

Los programas gubernamentales cambian de nombre, pero lo que siempre quedan son los vecinos. Tal como comprobó este medio durante la recorrida, muchos viven en la zona desde hace décadas. Hay quienes aseguran que estaban “cuando no había nada y se veía 27”, como Lucía, que con 73 años asegura ser una de las fundadoras de la vecinal. Para ella, el de la urbanización es un sueño cumplido.

Lucía, una de las fundadoras de la vecinal (Alan Monzón/Rosario3)

No lo dijo en la charla, pero probablemente Lucía haya participado de la resistencia que dio el barrio en la década de 1980, cuando hubo un intento de desalojo judicial por parte de la inmobiliaria Ejido, que pretendió mover a los vecinos argumentando su título de propiedad. A casi cuarenta años de aquél hecho -que terminó con una expropiación del gobierno provincial-, y tal como lo planteó el colega Adrián Gerber en una nota publicada este año, en Villa Banana no todo tiempo pasado fue mejor. Lo mejor, en este caso, está por venir.