El partido se estira. El sufrimiento dura más de la cuenta. Alguien tiene que salir a la calle. La vida parece que se detiene durante el Mundial pero no. Hay cosas que hacer, trabajos, algunas citas que cumplir. La persona debe dejar su casa y enfrentar la hoguera de las calles en el centro de Rosario cuando los penales entre Argentina y Países Bajos aún se están pateando, cuando el corazón de un pueblo late al ritmo de una pegada y una atajada, una pegada y una atajada. Pero no necesita una radio, ni mirar el celular, para conocer el resultado. Desde los edificios de barrio Martin, de las casas, bajan los gritos, los aullidos; un auto aporta alguna bocina. Y es la propia ciudad, como un organismo vivo, la que le informa al caminante el resultado. Lo que ve, lo que escucha, es esto que graba con su celular (ver video).