La anosmia, o sentido del olfato disminuido, es uno de los síntomas más comunes del coronavirus, que generalmente aparece como uno de los primeros indicios de le enfermedad junto con la incapacidad de degustar. Y si bien en la mayoría de los casos suelen desaparecer a los pocos días, hay algunas excepciones.  

Katherine Hansen, una agente inmobiliaria que vive en las afueras de Seattle, se contagió de coronavirus en marzo y uno de los primeros síntomas que la afectó fue justamente la pérdida del olfato, y luego se sumó la pérdida del gusto. 

Desde entonces perdió su notable capacidad para recrear casi cualquier plato de restaurante sin tener la receta, solo recordando los olores y sabores, y pasó a vivir principalmente de sopas y batidos ya que no puede probar la comida.  

"Soy como alguien que pierde la vista de adulto", le dijo Hansen a un medio local. La mujer pertenece a una minoría de pacientes en los que la pérdida del gusto y el olfato persiste, y los médicos desconocen cuánto podría durar esa condición. 

Katherine Hansen es una de las tantas personas que se contagiaron de coronavirus y no recuperaron el gusto ni el olfato. 

Pérdida del olfato persistente

 

A medida que los casos de coronavirus se acumulan en todo el mundo, algunos expertos temen que la anosmia (para la cual aún no se conoce una cura) deje a un gran número de personas con una pérdida permanente del olfato y el gusto.

Esta situación desencadenó un gran interés por parte de los investigadores, que buscan por todos los medios saber más acerca de estos síntomas y como tratarlos.    

"Muchas personas han estado haciendo investigaciones olfativas durante décadas y han recibido poca atención", dijo Dolores Malaspina, profesora de la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai en Nueva York; y agregó que "el covid está poniendo ese campo patas arriba".

El olfato está íntimamente ligado tanto al sabor como al apetito y por eso puede quitarle a la gente el placer de comer, pero su repentina ausencia también puede tener un profundo impacto en el humor y la calidad de vida.

La anosmia puede llegar a generar ansiedad y depresión. 

La pérdida del olfato es un factor de riesgo para la ansiedad y la depresión, por lo que las implicaciones de la anosmia generalizada preocupan profundamente a los expertos en salud mental.

Las consecuencias de la anosmia

 

Los efectos más inmediatos pueden ser nutricionales. Si bien las personas con anosmia pueden seguir percibiendo los sabores básicos (salado, ácido, dulce, amargo y umami), el olfato añade complejidad a la percepción del sabor a través de cientos de receptores de olor que señalan al cerebro.

Aquellas personas que no pueden oler y sufran la pérdida del apetito correrán el riesgo de padecer déficits nutricionales y pérdidas de peso no deseadas. Kara VanGuilder, quien vive en Brookline, Massachusetts, dijo que había perdido 9 kilos desde marzo, cuando su sentido del olfato se desvaneció.

La pérdida del olfato altera la percepción de los sabores y puede generar sensaciones desagradables. 

Evan R. Reiter, director médico del centro del olfato y el gusto de la Universidad de Virginia Commonwealth, ha estado siguiendo la recuperación de unos 2000 pacientes de covid-19 que perdieron el sentido del olfato.

Uno de sus pacientes se está recuperando, pero "ahora que está volviendo, dice que todo o casi todo lo que come le dará un sabor u olor a nafta", dijo Reiter. El desvarío del olfato puede ser parte del proceso de recuperación, ya que los receptores de la nariz luchan por volver a despertarse, enviando señales al cerebro que fallan o se leen mal, explicó.

Tras la pérdida del olfato "las señales que el cerebro está acostumbrado a recibir cuando se come un filete se distorsionarán" y esto puede ocasionar la sensación de estar comiendo algo que "no es apetecible", concluyó Reiter.