El Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca) sigue siendo el primer efector de salud en donaciones de órganos y tejidos en el país en 2020, aún en tiempos difíciles. En el mundo la cantidad de donaciones disminuyó producto de la pandemia de coronavirus, pero el trabajo incansable del personal de salud no se detuvo. “Siempre estuvimos entre los hospitales de Argentina con más donaciones. En este año, por el contexto, las restricciones de circulación, el aislamiento o la disponibilidad de camas, disminuyó bastante la ablación, pero nosotros seguimos y somos el hospital con mayor cantidad de donantes”, dice orgullosa Verónica Di Santo, coordinadora de la Unidad de Procuración y Trasplante del Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Órganos y Tejidos (Cudaio), en el Heca.

Desde el 20 de marzo, cuando se decretó la cuarentena, hubo en Santa Fe 49 donaciones (32 de órganos y 17 de tejidos) logradas con la coordinación de Cudaio, hospitales y sanatorios de la provincia: 27 se realizaron en el Heca (16 de órganos y 11 de tejidos). Así, Santa Fe se ubica como la segunda provincia del país en donaciones, debajo de la provincia de Buenos Aires.

“Excepto en el momento de cuarentena estricta, que nadie salía a la calle, la realidad es que siniestros viales, heridos de arma de fuego, y accidentes cerebro vasculares sigue habiendo y nosotros somos el centro de derivación. Para que haya potenciales donantes, se necesita una muy buena atención del paciente y eso se da”, agrega Di Santo al tiempo que afirma que no se trata de posicionarse en un ranking, pero que los números reflejan el trabajo.

Procurar en tiempos de pandemia

La especialista afirma que la situación mundial del coronavirus los cambió en todo sentido: “Como en todos lados, tuvimos que  tener plasticidad, hacer cambios de logística. Todos tuvimos que hacer otras tareas y reacomodarnos, para que todo se llevara a cabo igual. Se hicieron las ablaciones y en algunas, hasta mejoramos”, señaló.

Antes de la pandemia, una vez que se cotejaba la lista de espera a nivel nacional y se determinaba a qué centro de salud le correspondía realizar el trasplante, llegaban equipos completos de distintos efectores. Pero en pandemia, con aeropuertos cerrados, prohibiciones de circulación y tiempos que se dilataban, el trabajo debió adaptarse. Di Santo lo ilustra con un ejemplo práctico: “Antes, a lo mejor llegaban a ablacionar el corazón de un centro de salud de Córdoba, el hígado del Hospital Austral de Buenos Aires, los pulmones de la clínica Favaloro, y eso implicaba que llegaran tres equipos completos, con médico, instrumentadora, enfermera, anestesista. Venían en tres aviones diferentes. Ahora, hace todo el equipo del hospital, y se envían en avión a destino para salvar vidas”, aclaró.

La especialista no puede dejar de mostrar admiración por todo el equipo de trabajo, y destaca la dedicación de los dos médicos ablacionistas: Sebastián Renna y Patricio López. “La verdad este año han sido para premio, tienen que estar los 365 días de guardia pasiva y cuando se los llama están. Han corrido, porque además de ablacionar los riñones, que era normalmente su tarea, han ablacionado otros órganos de servicios que no podían venir. Muchas veces la situación nos apura porque el donante se inestabiliza, y hay que ir rápido a quirófano para la ablación. Ahora se hacen ablaciones regionales, cada uno hace la ablación en el lugar donde está, y acelera tiempos y resultados”, asegura. 

A nivel nacional se establecieron los protocolos para la selección de potenciales donantes asegurando la no transmisión del coronavirus y la protección de los equipos de salud que intervienen en el proceso. El test de covid se sumó a la rutina de la ablación: el resultado no puede tener más de 48 horas, no importa cuando ingresó el paciente al hospital.

Este viernes 7133 personas figuraban en la lista de espera por un trasplante de órgano y 2200 aguardaban para tejidos. De esa lista, 573 son santafesinos. “Siempre decimos que nosotros no solo pensamos en esas personas que están en la lista de espera nacional. Los médicos que trabajan en la unidad son todos médicos de la terapia. Tienen una relación con la familia y estuvieron intentado y luchando para que el paciente viva. Nosotros nos sentimos más cerca de esa familia del donante, que de la que está esperando el trasplante a quien no vamos a conocer nunca, salvo que nos manden una foto. Estamos a la par de la familia, somos los que salimos a darle los informes diariamente, los conocemos, sabemos quién es cada uno, si es hermano, esposo, si tiene hijos. Generamos una relación de ayuda y estamos convencidos que la donación ayuda en el duelo”, asevera.

El momento más duro

Cuando el trabajo de los médicos ya no es posible, y se detecta un potencial donante, el equipo de salud coteja los datos en el Registro Nacional de Expresiones de Voluntad para la Donación del Incucai. A partir de la sanción de la ley 27447 toda persona capaz, mayor de 18 años, es posible donante de órganos o tejidos, salvo que haya dejado constancia expresa de lo contrario.

“Pensá que hay que salir a comunicar que la persona que llegó no sobrevivió. Está la familia con la esperanza afuera, y adentro se hizo todo lo posible. Hay ocasiones  que las charlas con la familia llevan horas, y son muy necesarias. Le explicamos por qué llego a muerte cerebral, por qué falleció y que es donante. Hay gente que necesita que le expliquemos la diferencia entre muerte cerebral a pesar de que el corazón está latiendo todavía. Es muy intenso para todos”, relata Di Santo.        

Paso a paso: 24 horas cruciales

Una vez que se habla con la familia, comienza una carrera donde los tiempos no sobran, y cada movimiento debe ser rápido y exacto. Si el cuerpo de la persona debe ir al Instituto Médico Legal para una autopsia (siniestros viales, herida de arma blanca o de fuego) intervienen una larga lista de reparticiones. Primero se le da aviso al destacamento policial del hospital, que informa a la comisaría que está a cargo que la causa de la persona, la comisaría avisa a la Policía de Investigaciones (PDI), que envía al médico de policía a constatar la muerte y revisar el cuerpo, porque es el encargado de que las ablaciones no interfieran con futuras autopsias. “Luego el fiscal y el juez son los que nos tienen que autorizar la ablación”, agrega.

Al mismo tiempo, se realizan infinidad de análisis y el cuerpo médico espera la serología para Hepatitis, HIV, Chagas, sífilis y la PCR para covid (donde interviene el laboratorio del Cemar), entre otros.

La distribución de órganos y tejidos se hace en base a la lista de espera nacional, y las características de cada persona: grupo sanguíneo y factor, antropometría, contextura y las condiciones en la que está cada paciente receptor. “Hay un montón de gente trabajando, y todo esto pasa en 24 horas”, asegura. 

Trabajo en equipo

La Unidad de procuración y trasplante, cuenta con siete médicos con experiencia en terapia. A ellos se le suman dos médicos ablacionistas, los oftalmólogos que hacen las ablaciones de córneas, los choferes que cumplen con un trabajo esencial tanto para llevar muestras como para los traslados, un coordinador operativo que arma la logística, el laboratorio del Cudaio, más todo el personal del Heca: enfermeros, instrumentistas, camilleros.

Las psicólogas, también son parte fundamental de ese engranaje, no solo trabajan con las familias de los donantes, si no también sosteniendo al equipo de salud. “Ellas son quienes los acompañan y terminan de cerrar el círculo. Que las familias sepan que le dieron la posibilidad de vida a otra persona, u a otras personas, es imprescindible. Porque de un potencial donante, se pueden ablacionar tal vez siete órganos. La realidad, es que cuando no hay nada más que hacer, cuando ya se hizo todo por salvar esa vida y no se pudo… (Di Santo hace una pausa y se queda pensando antes de seguir). Les están dando la posibilidad a cinco, a seis, y así sea a dos personas de vivir, de dejar diálisis, de volver a ver”.

“A pesar de la cantidad de trasplantes que se hacen todos los años, el número de gente en lista de espera es más o menos el mismo. Porque siempre hay nuevas personas que ingresan a la lista  y nuestro trabajo es achicar esa lista de espera”, sostiene.

Donar hace bien

Desde 2012 el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI) creó estrategias a nivel nacional para mejorar las donaciones. Una de esas estrategias fue el hospital donante: que haya unidades dentro del centro de salud con gente, que trabaja dentro del hospital, pero que además se dedique a la procuración.

Di Santo ingresó al Heca en 1996, donde llegó para hacer su residencia. Trabajó en clínica, y durante más de 20 años en terapia intensiva. En 2012, comenzó en procuración, y desde 2016 coordina la unidad. Además, es especialista en soporte nutricional de los internados. La profesional destaca la gran tarea del efector: “Desde la dirección del hospital se pusieron la camiseta de la donación y eso fue fundamental. La procuración es una tarea más. Todos están atentos, se hizo una rutina, y es lo mejor que nos pasó. No importa que ahora haya pandemia, o que en la terapia antes teníamos 22 camas y hoy hay 33, o si llega un baleado en el momento más crítico de pandemia, porque el hospital está preparado para recibirlo, y si hay un potencial donante, el hospital también está preparado, porque está todo aceitado”.

“Donar hace bien”, es la frase que utilizan desde el Cudaio para incentivar la donación. Y la realidad, los respalda. A pesar de convivir diariamente con la muerte y el dolor de las familias, la profesional afirma que la posibilidad de que esos órganos puedan continuar vidas, alivia. Además reflexiona sobre la importancia de charlar sobre la donación en familia, y sumarse como donantes.

Si bien el trabajo es arduo e intenso asegura que es una tarea “muy gratificante”. “Yo trabajo en un hospital donde no se hacen trasplantes. Nosotros solo vemos una parte de la ecuación. Pero cuando nos mandan desde algún efector fotos, videos o algún mensaje sobre los trasplantes que se hicieron a partir de órganos que ablacionamos, todo es emoción. Es muchísimo trabajo en muy pocas horas, y la realidad es que nuestro principal pago es que es muy gratificante la sensación de ayuda real, y a las dos partes: la familia del donante y el receptor. Cuando la familia del donante envía algún mensajito, o nos mandan saludos por medio de las psicólogas, sentís que realmente hiciste algo bueno y que todo el esfuerzo valió la pena”, expresó.