“Ni loca tendría un gato, no me gustan los gatos”, le respondí a un ex novio que, cada vez que podía, me soltaba las maravillas del mundo gatuno. Hasta que un día me vi jugando con su gata, imaginando qué nombre le pondría si tuviera uno o una. ¿Qué me estaba pasando?

¿Llegaría a cantar, como Shakira, “fue por ti que aprendí a querer a los gatos”? No solo eso sino que acá estoy un 8 de agosto, en el Día internacional del Gato, escribiendo sobre las maravillas de estos seres de elegante encanto y misterio absoluto.

Sí, tras seis años de la convivencia más dulce y salvaje con ella, mi gata Merlina, confieso: si antes no me gustaban los gatos, hoy, no me imagino la vida sin uno. Amo la naturaleza felina. Tienen un misterio indescifrable. Sus miradas esconden sabiduría. Sus movimientos están llenos de sutileza.

Su forma de amar sin apego es, sin embargo, fiel y cariñosa, con la distancia justa. Mi Merlina es una pequeña diosa.

Entonces, los gatos pueden no gustarte hasta que tenés uno. Compartir la vida con ellos, puedo garantizarlo, es una aventura de amor y deleite, un pequeño milagro cotidiano.

Ya lo dijo Charles Bukowski: “Tener muchos gatos es bueno. Si te sentís mal, mirás a los gatos y te sentís mejor porque ellos saben que todo es tal como es. No hay que ponerse nerviosos por nada. Y lo saben. Son salvadores. Cuantos más gatos tengas, más vivirás. Si tenés cien gatos, vivirás diez veces más que si tenés diez. Algún día, esto se sabrá y la gente tendrá miles de gatos”.

Y para más convencimiento, una película, un documental, un libro y un poema.

La película, Un gato callejero llamado Bob. Cuenta la historia de James Bowen, un músico para el que todo estaba perdido hasta que entra a su vida un pequeño gato anaranjado y la cambia por completo (obvio).

El documental, Kedi: gatos de Estambul. Narra la vida de siete gatos callejeros –absolutamente adorables–, la convivencia con los humanos, la relación que se genera y qué les aporta a cada uno (muchísimo).

El libro, En mi casa no entra un gato, de Pedro Zuazua Gil, otra historia de rechazo felino que termina en amor y entrega total (como no podía ser de otra manera).

Y un poema (de Bukowski, claro).

Mis gatos

Ya sé, ya sé

son limitados, tienen necesidades

y preocupaciones

distintas

pero los observo y aprendo de ellos

me gusta lo poco que saben

que es

tantísimo

se quejan pero nunca se

preocupan

caminan con una dignidad sorprendente

duermen con una simplicidad directa que

los seres humanos sencillamente no podemos

comprender

sus ojos son más

hermosos que los nuestros

y pueden dormir 20 horas

al día

sin vacilar ni sentir

remordimientos

cuando me siento

bajo de ánimos

me basta con

observar a mis gatos

y me

vuelve

la valentía

estudio a estas

criaturas

son mis

maestros