El humo que se desprende del fuego encendido en las islas está cargado de toxicidad y la pregunta que surge es el posible daño que provoque en el organismo, más allá del dolor de garganta o el picor en los ojos. El médico Damián Verzeñassi, del Instituto Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), consideró que las huellas de estas cenizas que ayer volaron por la ciudad, son graves y profundas, incluso transmisibles.

En diálogo con Radiópolis (Radio2), el profesional expresó en relación a los inconvenientes que puede generar respirar el humo de las islas. “Mi percepción individual como quien vive cerca del río es que he tenido que triplicar el uso de broncodilatadores para poder dormir. Cuando salgo a caminar por mi salud pienso, cuando veo a las otros corriendo o haciendo deporte que lo hacen como yo, que cada vez que respiramos ese humo aceleramos el ritmo del daño celular”.

Verzañassi recordó los informes de los centros de salud de la UNR en los que se determinó un aumento del 40 por ciento de lo habitual de problemas respiratorios por la mala calidad de aire que tenemos. También, que se midió 5 veces más de contaminación que lo permitido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en junio. “Estamos respirando un aire que no nos hace bien”, subrayó.

Sobre las cenizas caídas ayer, observó: “Son el resto de un ecosistema que ha desaparecido, es la evidencia del ecocidio al que estamos expuestos”. Para el profesional cada vez que respiramos “acortamos la expectativa de vida” y alertó: “Uno se cree que cuando ya no lo respira, ya está pero dura toda la vida el impacto en el cuerpo”. En ese sentido, apuntó que “el daño en el ADN sigue, hay una transmisión genética. Yo respiro 5 meses ese aire y los hijos que vengan pueden tener un daño genético”.

Sobre las recomendaciones que daría, fue contundente: “¿Se puede dejar de respirar?”, lanzó y cuestionó el rol del Estado al que apuntó como principal responsable.