Barrio Molino Blanco de luto, perdió a uno de sus pilares: Graciela Carrizo. Hacía 30 años que vivía y se desvivía por el barrio, al que le dio reparo con árboles que ayudó a plantar. Todos la conocían y la respetaban, “aún las peores personas”. Su último deseo era ser despedida en su casa, pero por cuestiones de protocolo sanitario no se puede. Con todo, el cortejo fúnebre pasará por el barrio que hoy la llora y que a modo de homenaje, dejó su equipo de mate en la mesita donde siempre se sentaba.

Doblada por el dolor, su hija Yoana contó en contacto con el programa De boca en boca (Radio 2), cómo era su mamá y reconstruyó la secuencia horrorosa, en la que murió por un ataque que no estaba dirigido a ella, sino a Jonatan Nicolás Schneider, la otra víctima fatal.

“Ella vivia con el tema de plantar arboles para que tuviéramos sombra y nos pudiéramos sentar”, recordó entre lágrimas.

La mesita de Graciela. (Foto: Alan Monzón / Rosario3)

“Era su placita”, señaló Cristina, hermana de Graciela, y mostró la mesa de cemento donde siempre tomaba mate. Ahí mismo dejaron esta mañana, a modo de recuerdo, su equipo: un mate celeste de flores, con bombilla roja y termo verde.

“Plantaron los árboles, pidió los banquitos”, enuméro e indicó el “pendiente”: juegos para los chicos.

“El barrio es inseguro pero esta cuadra es distinta –dijo Yoana– porque los vecinos viven hace mas de 30 años acá y todos la conociaan, hasta la peor persona la conocía y la respetaba, siempre estaba dispuesta a ayudar a todo el mundo”.