El drama del fuego en las islas y el humo en las ciudades costeras se redujo comparado con los años de la pandemia pero no se terminó. En lo que va de este 2025, ardieron más de 30 mil hectáreas y sólo en septiembre, el peor mes del año, fueron afectadas 13 mil, según el último informe del Centro de Estudios Territoriales de la Facultad de Ciencias Agrarias (Universidad Nacional de Rosario).
El área alcanzada está lejos del millón de hectáreas dañado por las llamas entre 2020 y 2022, pero el Delta del Paraná sigue bajo amenaza. El estudio “Focos de incendio y superficie quemada estimada en el humedal (Piecas)” analizó el periodo que va de enero a septiembre y la evolución mes a mes arroja al menos dos conclusiones y una desmentida.
La primera advertencia a registrar es la persistencia del fuego y el aumento en los últimos meses.
Las 30 mil hectáreas implicadas son más de 200 parques Independencia de Rosario devorados por las llamas. La comparación la hizo el abogado ambiental Matías de Bueno este jueves a la tarde, en la jornada pública sobre este tema en el Concejo. "¿Cómo se nos pasó sin darnos cuenta?”, preguntó.
Después de un primer bimestre (enero-febrero) con 12.976 hectáreas relevadas, hubo un descenso marcado en la mitad de 2025. En marzo y abril, la superficie estimada con base en datos satelitales fue de 1.180 hectáreas (diez veces menos que en el verano). El bimestre mayo-junio fue apenas superior: 1.437.
Hacia el fin del invierno, los puntos rojos vuelven a crecer y en el periodo julio-agosto los investigadores de la UNR contabilizan 10.929 hectáreas quemadas. Esa marca se supera en apenas 25 días del mes de septiembre con 13.188, “lo que permite prever que en el bimestre septiembre-octubre el área implicada será importante”, anticipan.
Eso habilita una segunda lectura de los datos, vinculada a la época en que se incrementan los incendios y a una comparación con procesos anteriores. El ascenso de septiembre no coincide con una sequía abrupta. De hecho, la altura del río subió frente a los meses de abril y mayo. Parece, más bien, ligado a un registro histórico: los ganaderos queman pastizales secos después del invierno a la espera de las lluvias y brotes verdes de la primavera (la vieja práctica de limpiar los campos).

Está claro que eso no explica ni reduce todo el problema pero es parte de las acciones humanas que deben ser tenidas en cuenta. Esa misma dinámica se dio, por ejemplo, en el fatídico 2020 y se puede observar de forma clara en un video que anima, mes a mes, la evolución de los focos ígneos (con pico en agosto y septiembre).
Los autores del informe de la UNR (Federico Ascolani, Juliana Santi y Néstor Di Leo) concluyen que las “condiciones climáticas de alta humedad en el periodo analizado, asociadas al aumento de las precipitaciones; y a un nivel del río superior a los registrados en meses previos, suponen una barrera para la dispersión de los incendios, por lo que era de esperarse una menor ocurrencia de los mismos frente a años más secos”.
“No obstante, en los últimos meses (julio, agosto y septiembre) –aclaran– el registro de focos de incendios ha ido en aumento, lo que dejaría en evidencia que están vinculados a la actividad humana”.
El mapa y una desmentida
Hay un tercer eje que se desprende de los mapas que presenta el informe del Centro de Estudios Territoriales y se contrapone a lo que afirma un sector de los propietarios de tierras.
Otro de los expositores en el Concejo fue Ángel Borello, representante de la Confederación de Asociaciones Ruralistas de Santa Fe (Carsfe). Al igual que otras voces, negó que sean los ganaderos quienes prendan el fuego. Dijo que el productor arraigado padece los incendios, sufre pérdidas materiales y de reservas de alimentos para su ganado.
Pidió, en cambio, poner el foco en los controles sobre las lanchas que cruzan desde la ciudad a las islas. Y afirmó que existe “una coincidencia en que la mayoría de los incendios ocurren en el frente isleño de Rosario” mientras que “50 o 60 kilómetros al norte, frente a Monje o Coronda, han habido (fuegos) pero no con la magnitud que estamos viendo acá”.
Borello reclamó "salir de cuestiones dogmáticas y preconceptos muy arraigados en el ambiente ambientalista" y "determinar quiénes prenden fuego con un criterio científico".
El estudio de la UNR, que procesa información provista por el programa Firms de la Nasa, incluyó mapas de sitios donde se georrerencian los focos ígneos. La presentación del periodo enero-septiembre de 2025 desmiente de forma visual la premisa de que la mayoría del fuego se concentra solo frente a Rosario y no más al norte.

Biomasa que se acumula
Entre las conclusiones del informe, los investigadores señalan “la alta disponibilidad del recurso hídrico, tanto por el nivel del río como por las precipitaciones, ha favorecido el crecimiento y la acumulación de biomasa vegetal, la cual constituye un material potencialmente combustible”.
“En caso de registrarse condiciones de sequía en los próximos meses, y si se suma la incidencia de actividades humanas, es probable que se incremente tanto la cantidad como la extensión de los incendios”, afirman. Los peores años de llamas fuera de control (2020 o 2008) se dieron no solo por una bajante del río (se pierden los cortafuegos naturales) sino por suceder a una inundación, o al menos niveles hídricos más altos, que generan un colchón de materia seca.
A modo de reclamo a las autoridades, el estudio cierra: “La magnitud y recurrencia de los incendios en el Delta del Paraná evidencian que ninguna provincia, por sí sola, puede enfrentar de manera eficaz el problema”.
“Solo a través de una gobernanza compartida, con presupuestos adecuados y mecanismos de gestión conjunta, será posible reducir la vulnerabilidad de nuestros humedales y garantizar la protección de la biodiversidad y de las comunidades que dependen de estos humedales”, agrega el texto.


