Uno de los mayores tesoros arqueológicos de la región está escondido en Puerto Gaboto. A 70 kilómetros de Rosario, o una hora en auto por autopista hacia el norte, se puede conocer una de las historias más ricas de la época de la conquista española. Un choque de culturas que se dio hace cinco siglos en estas tierras que se abren hacia el humedal del Paraná.

El “Parque del Fuerte” hoy es un predio de seis hectáreas con un museo. La recorrida permite asomarse a la zona de las excavaciones realizadas, ver los “espejitos de colores”, los dados en miniatura, la extraña superposición de vasijas de los pueblos originarios con la cerámica europea o las marcas de una fortaleza construida sobre chozas. Detrás de cada pieza, hay una trama. Lo que esos objetos dicen a veces complementa y otras contradice a la versión oficial contada por generaciones.

Esto es lo que sabe: Sebastián Gaboto llegó en 1527 y se asentó con su tripulación en el cruce de dos ríos (Coronda y Carcarañá). Dos años después, fueron expulsados por los indígenas del lugar, los chaná. 

En nuestros días atravesados por lo digital y lo efímero, es difícil pensar que es posible acceder a los restos de todo aquello. Pero la materialidad bajo tierra es como una ventana temporal que se abre y habilita miradas. En esta crónica, algunas posibles.

Archivo: Parque del Fuerte/M. Cultura
Archivo: Parque del Fuerte/M. Cultura

Cruz de los navegantes

El acceso a Puerto Gaboto por la ruta provincial 95 anuncia la presencia del Fuerte Sancti Spíritus. La arcada de ingreso adelanta: “Rumbo a los 500 años”. En el interior de la localidad de pescadores no hay mayores demarcaciones. Antes de bajar al Carcarañá, en la esquina de Pérez y Hurtado, aparece el museo. Y, sobre la costanera y calle Belgrano, el mirador con una cruz.

Matías Fantín, Gabriel Zuzek, Mauro Domínguez, Norberto Sola y Rocío Mansilla integran el equipo que mantiene y coordina las visitas de escuelas y particulares al primer asentamiento español en la cuenca Del Plata, hoy Argentina. Las excavaciones, que se iniciaron hace casi 20 años, fueron el germen del actual Complejo Arqueológico provincial, que demandó expropiaciones de tierras y la construcción de un plan de viviendas para reubicar ranchos de pescadores. Se trata de un proceso inédito en el mundo para este tipo de proyectos.

El ingreso a Puerto Gaboto (Alan Monzón/Rosario3).
El ingreso a Puerto Gaboto (Alan Monzón/Rosario3).

Una forma de comenzar el recorrido es visitar la “Cruz de los navegantes”, en lo alto de la barranca. La vista es estratégica y ayuda entender por qué Gaboto hace 500 años (o 498) decidió instalarse en este punto. Desde el oeste, surge el río Carcarañá con un eco de las sierras de Córdoba. El Coronda baja desde el norte, donde se junta con el Salado. Más allá, se abre el gigante Paraná que trae las aguas del sur de Brasil. El choque de correntadas con tonalidades distintas se dibuja en los cauces.

Los guías del Parque y residentes culturales explican: “En este punto, confluyen cuatro ecorregiones distintas, como la pampeana, las sierras, el norte y el pantanal. Creemos que en aquel momento las islas que están bien enfrente no estaban tan cerca y que el Paraná pasaba por acá, mientras que hoy está corrido unos tres kilómetros al sur”.

La cruz, dicen las leyendas, era usada por los navegantes de otros siglos para dejarse mensajes escritos y avisos dentro de una calabaza. A unos metros, estaba el agua marrón. Ahora, se abre un bajo de tierra que fue ganado en los últimos 80 años entre sedimentos y escombros. Por eso, este punto permite entender cómo es y cómo era este territorio en permanente disputa.

La vista a la costanera desde la cruz (Alan Monzón/Rosario3). 
La vista a la costanera desde la cruz (Alan Monzón/Rosario3). 

El Fuerte

A principios de este siglo, comenzó la investigación sobre el origen de esta localidad del departamento San Jerónimo y la ubicación exacta del fuerte. En 2006, un grupo local de arqueólogos hizo excavaciones. El proyecto logró apoyo económico desde España y en 2010 se sumó el Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC) de la Universidad del País Vasco. Ese paso dio un salto de calidad a la búsqueda con una nueva metodología más integral y profunda.

Con cartografía y georradar, no excavaron por partes (“que es como abrir ventanitas sin entender el contexto”, resumen los especialistas del parque) sino que analizaron el entorno. Empezaron a escuchar a la comunidad, algo que es clave en arqueología. Los vecinos les hablaron de un árbol en donde habían encontrado muchos objetos: restos de vasijas y unas “bolitas” que los chicos usaban para jugar. Así lograron detectar primero una pared del muro del fuerte, el foso exterior y después identificar todo el perímetro.

 El viejo eucaliptus y las excavaciones tapadas (Alan Monzón/Rosario3).
El viejo eucaliptus y las excavaciones tapadas (Alan Monzón/Rosario3).

Las investigaciones en ese punto permitieron hallazgos que desmienten o al menos generan dudas sobre muchos aspectos de la versión oficial repetida por siglos: que en ese lugar no había pobladores antes del arribo de Gaboto, que no hubo resistencia indígena, que no había mujeres europeas ni juegos de azar, entre otros.

Hay un principio clave en las búsquedas subterráneas: a más profundidad, más antigüedad. “En este lugar, más abajo, o sea antes que en la época del fuerte había una aldea chaná. Por encima de esos restos, se instalaron los europeos y los guaraníes que vinieron juntos. Eso le vemos en la materialidad: hay cerámica europea y guaraní juntas pero no hay nada de ambos de forma previa”, resumen los guías.

Las investigaciones históricas determinan que hubo una rebelión o expulsión de los invasores, concretada en 1529 por el pueblo originario. Tras el ataque al fuerte, Gaboto y los españoles abandonaron la zona y la aldea se restableció. Los años siguientes hubo asentamientos y elementos chaná pero no guaraníes.

Eucaliptus, espejitos de colores y viviendas

La investigación del equipo de la Universidad del País Vasco delimitó las estructuras del fuerte y habilitó una mejor comprensión de los primeros contactos entre los europeos y las sociedades americanas preexistentes.

En esas primeras campañas, fue vital recoger el conocimiento popular de los habitantes. “¿Qué están buscando?”, les preguntó un vecino de Gaboto que vio a esos arqueólogos con sus equipos. Ellos le explicaron que estaban detrás de cosas antiguas de la época del fuerte español.

“Ah, no, si quieren encontrar cosas vayan debajo del eucaliptus. Los que no teníamos para comprar bolitas de chiquitos íbamos a buscar ahí y aparecían de vidrio”, reveló. 

Después de cavar, los especialistas encontraron que esas canicas eran en realidad los “famosos espejitos de color” de la conquista. Cuentas de vidrio fabricadas en Europa, de Murano y de Venecia, que eran una mercancía de intercambio muy habitual de ese siglo XVI y en América no existían. En ese punto se iniciaron, entonces, las tareas que hallaron los restos de Sancti Spíritus.

 Las cuentas de vidrio europeas (Alan Monzón/Rosario3).
Las cuentas de vidrio europeas (Alan Monzón/Rosario3).

Además, el método de análisis de los vascos alumbró otra lectura sobre los lugares en donde aparecían “montoncitos de cerámica desperdigados por todo el terreno”. Al hacer un análisis más integral de esos hallazgos entendieron de qué se trataba.

Comenzaron a correlacionar, que es ver cuáles restos son de la misma época, y detectaron formas circulares u ovaladas. Analizaron en conjunto eso que antes, suelto, no tenía mucho sentido. Eso les reveló cuál era la técnica constructiva de las viviendas chaná. Hacían un pozo y colocaban un palo. En lugar de cemento, para fijar el poste, usaban la cerámica rota y tierra. Esos “montoncitos de cerámica” eran los cimientos de sus casas. La unión de esos puntos, una aldea.

Giovani, uno de los residentes culturales que hace de guía (Alan Monzón/Rosario3). 
Giovani, uno de los residentes culturales que hace de guía (Alan Monzón/Rosario3). 

Dados y mujeres europeas

El museo es una puesta en escena de esas tensiones abiertas sobre el pasado y su sentido. Desde el repaso de cómo se formó el “Parque del Fuerte” a los hallazgos de las excavaciones. Los rastros de aquel encuentro de culturas (o desencuentro) se pueden leer en tres planos: la historia oficial (lo escrito), los relatos orales o leyendas y la materialidad que se conservó bajo tierra y habla. 

El equipo del fuerte repiensa cómo se construyen los relatos históricos. Se le suele asignar valor de verdad a la fuente escrita por sobre lo oral, y lo material queda en un tercer plano. En el museo, trabajan con las tres fuentes por igual. Muchas veces no coinciden y esa tensión entre las fuentes de conocimiento quedan expuestas, no eclipsadas. 

Por ejemplo, el relato histórico determinó que estaba prohibida la presencia de mujeres europeas. En uno de los sectores, se guardan elementos que desmentirían esa aseveración: cascabeles y botones de, justamente, mujeres del viejo continente.

Dados de cinco siglos: huesos tallados y pintados a mano (Alan Monzón/Rosario3).
Dados de cinco siglos: huesos tallados y pintados a mano (Alan Monzón/Rosario3).

La supuesta veda a los juegos de azar en aquellas expediciones también colisiona con la materialidad del fuerte. Sin el trabajo arqueologico, esa prohibición quedaría como la única verdad. Pero el Parque del Fuerte es el sitio arqueológico con más dados del mundo: 93 en total.

Las piezas diminutas, huesos tallados y pintados a mano, con la misma lógica de un dado de la actualidad, se pueden observar en una de las vitrinas del museo.

 El de Gaboto es el sitio arqueológico con más dados del mundo: 93 en total (Alan Monzón/Rosario3). 
El de Gaboto es el sitio arqueológico con más dados del mundo: 93 en total (Alan Monzón/Rosario3). 

El parque y un plan inédito

En 2012, se sumó a la investigación arqueológica un proyecto de Gestión Patrimonial con el impulso de la comunidad. Alumnos y alumnas de la escuela de Gaboto juntaron más de mil firmas para que exista un museo y un parque en el pueblo. Los vecinos empezaron a llevar sus hallazgos de tantos años, piezas que surgían al hacer un pozo o en cualquier obra que implicara remover la tierra. “Este es un gran sitio arqueológico porque la aldea chaná era más grande de lo que es hoy el pueblo de Gaboto”, dicen los guías.

 (Alan Monzón/Rosario3). 
(Alan Monzón/Rosario3). 

En 2014, con apoyo de la entonces ministra de Cultura, Chiqui González, el secretario Pedro Cantini y el subdirector y referente del proyecto Luciano Rey, se sancionó la ley 13.434 de declaración de utilidad pública de los terrenos para la creación del Parque del Fuerte. Dentro de las seis hectáreas, en el sector de las excavaciones, existía un asentamiento irregular de pescadores. La tercera pata del plan fue entonces diseñar un plan de viviendas para trasladar a esas familias. Mauro, uno de los pescadores que vivía en esa zona, hoy es miembro de mantenimiento del parque. 

 (Alan Monzón/Rosario3).
(Alan Monzón/Rosario3).

En diciembre de 2019, abrió el Parque del Fuerte. El espacio se puede visitar (ver horarios y contactos abajo) pero el área de investigación está tapada para su preservación con arena, una capa de geotextil y nailon con tierra. Abrir esta riqueza histórica al público requiere inversiones y obras para no afectar su estado. La mayor dificultad es que está sobre tierra, no piedra.

 (Alan Monzón/Rosario3).
(Alan Monzón/Rosario3).

Los guías caminan sobre el perímetro y señalan con sus manos los límites ocultos del fuerte. Primero están los fosos laterales y después los muros. Tiene unos 11 metros de ancho. Desde una punta asoman restos de cerámicas distintas: uno es europea y otra indígena. Ecos lejanos de un choque de mundos.

 (Alan Monzón/Rosario3). 
(Alan Monzón/Rosario3). 

El predio se completa con “El mirador de Saer”, un espacio con embarcadero en homenaje al escritor nacido en Serodino, Juan José Saer. El autor de “El Entenado” se inspiró en uno de los tripulantes de los barcos expedicionarios de la conquista, Francisco del Puerto, para esa novela. La recorrida se agota así con el murmullo de fondo del río Carcarañá que busca el Coronda para bajar juntos hacia el Paraná, por donde llegan y se van los barcos del mundo, una dinámica que cumple 500 años.

  (Alan Monzón/Rosario3).
(Alan Monzón/Rosario3).

Horarios del Complejo Arqueológico Parque del Fuerte

Martes, miércoles y jueves: 9 a 13. 

Sábados: 9 a 13 y 14 a 18. Domingos: 14 a 18.

Contactos: parquedelfuerte@gmail.com / 3415118610 / 3547633792.