Con el miedo y los nervios de la primera entrevista que me hizo el tío, periodista del pueblo, por el día del niño durante la infancia. Con la garganta enrojecida y las pulsaciones a mil cuando relaté el primer gol de mi querido Sarmiento en LT 20 de Junín. Cuando tuve que decir “Buen día, Esto es Tempranísmo” la mañana siguiente al último adiós del recordado Nacho Suriani. Con la tensión del momento en el que productor te avisa por previa “Lo tenés al Presidente de la Nación en línea”. Cuando te enorgullece el agradecimiento del oyente que por haber salido al aire en tu programa pudo solucionar el problema con su obra social o llegó el servicio que no tenía en el barrio. Siempre la Radio y sus emociones, que se viven a flor de piel, en la que uno cree estar hablándole al otro como si estuviera a su lado y ese otro se imagina que le estás hablando a él. Esa es la magia, el carácter encantador que tiene un medio como la Radio.

Sentarse a escribir por el centenario de la primera transmisión de la radio dispara recuerdos, experiencias y sensaciones. Casi como si fueras uno más de aquellos Locos de la Azotea del Teatro Coliseo que hicieron por primera vez este medio tan cercano, tan inmediato y tan directo como ninguno de los otros de medios masivos de comunicación.

El primer registro fue la portátil de la cocina de casa que estaba prendida casi todo el día. O la radio del auto, para escuchar los partidos de fútbol los domingos a la tarde a través de Rivadavia, la única AM de Buenos Aires que se lograba captar de aire en mi Juan Bautista Alberdi natal, allá por los 70. En la adolescencia ya buscábamos Radio Del Plata, o a (Claudio) Corvalán en la vieja LT2, para escuchar el rock de los 80.

Fue la Radio el medio que enseñó las primeras herramientas del oficio, que después se convertirán en la profesión y en la pasión de la que difícilmente te separes. No te ves haciendo otra cosa, tampoco imaginas pasar la vida sin estar en contacto de algún modo con la Radio. La tira diaria, las transmisiones deportivas, las notas en los vestuarios y el relato de fútbol fueron las primeras experiencias. Tan emocionantes como inolvidables. Parecían tocar el cielo con las manos.

Desde el esfuerzo para lograr un espacio en las FM mientras estudiabas hasta llegar a trabajar en un medio tan importante como Radio Dos, siempre están la pasión y la adrenalina que surge cada vez que se enciende la luz roja. Más allá de la función o el rol que ocupes, en la primera mañana o la noche, en el servicio informativo o en la conducción del horario central, está esa impronta que tiene la Radio: estar en contacto con el que  escucha, ya sea en la misma ciudad o al otro lado del mundo.

Esa ida y vuelta, nada más ni nada menos que el acto mismo de la comunicación, lo permite la Radio. Hoy es parte indisoluble del Ecosistema que conforman los medios de comunicación, desde los tradicionales a las nuevas tecnologías. Por más que la TV está en todas partes y en cualquier momento, o que Internet y las redes sociales hayan revolucionado el mundo de las comunicaciones, la Radio sigue firme. Cuantos somos los que nos levantamos y la encendemos, que la ponemos en marcha junto el auto que nos lleva y trae al trabajo, o que está en los oídos cuando salís a caminar o a correr con el teléfono celular y los auriculares.

El desafío de la Radio es seguir siendo ese medio. Instantáneo, directo, simultáneo, cercano. Mientras los que hagan el medio le sigan hablando a los que escucha sobre sus historias, sus experiencias y sus necesidades, la Radio seguirá siendo lo que es: un medio de emociones.