Un nene de tres años superó un trasplante de hígado y un cáncer linfoproliferativo y hoy es está "ciento por ciento sano". El pequeño fue dado de alta en Buenos Aires, donde estuvo internado desde que nació y ahora pudo volver a su ciudad, Río Gallegos, Santa Cruz. 

“Es todo nuevo para nosotros. Estuvimos tres años en Buenos Aires encerrados en un hospital, pero ya no importa. Andy está completamente recuperado”, celebró Ismael, su papá, en diálogo con TN

La historia comenzó cuando a los 2 años de vida le descubrieron atresia en las vías biliares, por ende el hígado no le funcionaba. El bebé fue diagnosticado con cirrosis, ya que el hígado no le funcionaba. Así que los médicos le dieron una única esperanza: un trasplante y urgente. 

Andy recibió el hígado de Zair Aguirre, un nene de 6 años fallecido. La operación fue el 28 de enero de 2020 y el bebé fue dado el alta en julio.

A fines de noviembre, Andy viajó a Buenos Aires para un control y le detectaron una neumonía que le había complicado el pulmón derecho. “¿Una neumonía en un bebé trasplantado? Ya estaba todo mal, pero lo peor vino después”, apunta el papá.

Durante la internación, Andy contrajo el virus Epstein-Barr, también conocido como la “enfermedad del beso”. Y esa patología, concluyeron los especialistas, le terminó despertando el cáncer en el sistema linfático. “No le daban posibilidades para nada. Me había traído ropa para una semana. Justo se había muerto Maradona, me acuerdo. Y no pudimos volver más a Río Gallegos”, relata Calderón.

Andy afrontó el tratamiento en el Hospital Alemán, donde antes había sido trasplantado. Y en noviembre del año pasado, su familia recibió la gran noticia: el chiquito había superado también el cáncer.

En diciembre, el pequeño atravesó una cirugía en su hígado para retirar el catéter, y se recuperó en los primeros tres meses de este año. “Tuvo que pelear contra dos monstruos enormes y los venció. Me decían que no salía, que no salía, y lo tengo acá jugando”, se emociona su papá.

Y agradece: “Donar salva vidas, y aunque parezca una obviedad, yo no lo sabía hasta que me tocó a mí. Me dieron la posibilidad de tener a mi hijo vivo”.

Andy fue recibido con aplausos y mucha emoción en el aeropuerto de Río Gallegos. Allí estaban Brenda, su mamá, el resto de la familia, amigos y vecinos.

Calderón, camionero nacido en San Juan, cuenta que su hijo le enseñó muchas cosas: “Con él y por él aprendí a luchar. Me enseñó sobre la perseverancia, sobre el amor. Con catéter o con cáncer, él iba a la plaza y era feliz. Que hoy esté sano y pueda disfrutar de su vida es increíble”.

“He visto a Andy morirse miles de veces (llora). Dios me hizo un gran regalo. Te puedo asegurar que ese angelito donante luchó con Andy y lo ayudó a superar el cáncer”, dice Calderón, e insiste en resaltar la importancia de donar órganos: “Las listas de espera son muy tristes. Es feo que mucha gente no sepa la cantidad de vidas que se pueden salvar. Es difícil para la familia donante, en el dolor, pensar en el dolor de otra familia. Y al mismo tiempo es un acto de amor incalculable”.