Todo ocurrió muy rápido. El coronavirus era esa enfermedad extraña que afectaba a China, donde todos andaban con barbijos y se construían hospitales como si fuera con rasti de juguete. Y de pronto, la primera semana de febrero, se confirmó la existencia de tres casos en Italia. Algunos entraron en pánico y otros lo tomaron con liviandad. Un mes después, todo el país se convirtió en una gran “área protegida" en donde los ciudadanos deben cumplir normas rigurosas de aislamiento.

Cuatro jóvenes rosarinos afectados por esa situación dieron sus testimonios de cómo es vivir en cuarentena en una sociedad atemorizada: con 168 muertos registrados sólo este martes por ese virus y más de diez mil casos desde el inicio del brote.

Encerrados con una beba

 

Juan José Miechi tiene 40 años y vive en Italia con su mujer hace siete. Fue padre hace apenas tres meses y eso, como suele ocurrir, le cambió la vida. Pero algo más irrumpió con fuerza en su andar cotidiano en Bolonia, zona norte de ese país europeo.

“Muchachos, sólo para su información: el 6 de febrero en Italia, o sea hace un mes, teníamos tres casos confirmados de contagio (menos que los que hoy existen en Argentina). Hoy tenemos 10.149 contagiados y 631 muertos. Lo digo para que sepan que no hay que subestimarlo”, escribió Juan José a sus amigos de Rosario en un grupo compartido en Whatsapp, ante las primeras versiones de contagios en la región.

El objetivo del mensaje era alertar sobre lo rápido que avanza el virus. Él ya lo vivió este mes que pasó en Italia. Hasta el lunes, vivía en una ciudad que no estaba dentro de la “zona roja” (en Bolonia) pero sí lo era la provincia vecina donde iba a trabajar (Modena). Por eso, decidió comunicar a la empresa que él no iba a ir más a la oficina. 

La pareja rosarina vive en Italia hace siete años (Rosario3).

Juan José es diseñador mecánico en una importante empresa automotriz. Pidió realizar sus tareas desde su casa como había sugerido (no obligado) el gobierno de ese país pero la empresa se negó. Entonces, para cuidar a su beba y su mujer (Josefina) optó por tomarse los días de vacaciones que le restaban y después solicitar la licencia por paternidad (con 30% de su salario).

Mientras la firma le exigía a Juan José que asistiera a su trabajo, los bares, shoppings, escuelas, iglesias, los espectáculos públicos, las ligas de fútbol y rugby, entre otras, estaban fuera de servicio y/o paralizados. “Está todo cerrado y la gente no se puede mover, para lo único que se puede salir es para comprar comida en el supermercado, que es lo único que está abierto”, relató a Rosario3.

Juan José contó cómo tomó esa decisión: “Fuimos a vacunar a la nena de tres meses al hospital, con mucho miedo y todas las precauciones del caso. Nos asustamos cuando vimos que no había nadie y todos los recaudos de los enfermeros, que no dejaban entrar a más de una persona”.

La calles de Bolonia, casi desiertas (Rosario3).

“Después del hospital nos dimos cuenta que la cosa era seria y vi que el Estado recomendaba el smart working: trabajar desde casa con la computadora, que es algo que yo podía hacer”, siguió. Sin embargo, la empresa no lo avaló y recién esta semana notificó a su personal que esa opción será contemplada. De hecho, el gobierno decretó que desde el lunes a la noche todo el país es una “zona roja” y está alcanzada por las medidas extremas.

“Mientras tanto nosotros estamos guardados, esperando que pasen los contagios y los muertos”, afirmó Juan José, desde su casa en Bolonia, junto a Josefina (también rosarina) y su hija.

Un ex canalla sin liga de fútbol

 

El jugador de fútbol Nahuel Valentini, ex Rosario Central, vive en Ascoli, un poco más al sur, en la zona central de Italia. “Acá estaba tranquilo porque no había ningún caso de coronavirus y nos manejamos libremente pero con el decreto del lunes del gobierno toda Italia está encerrada. El gobierno dice que tenemos que estar en casa y uno sólo se puede movilizarse para ir al trabajo o para hace las compras”, señaló en el programa A diario (Radio 2).

“No hay restaurantes, ni cines, ni shoppings y los espectáculos deportivos fueron cancelados hasta el 3 de abril”, afirmó y recordó que la principal zona de contagio fue Milán y toda la región de Lombardía (bien al norte). 

Valentini en acción, en la Serie B italiana.

“Hubo diez mil personas que tomaron la decisión de dejar esa zona y volver a sus ciudades, fuera de la denominada zona roja. Pero el tema es que podían contagiar a sus familias”, dijo y diferenció: “Hay gente que se aterroriza demasiado y otros que lo toman a la ligera, entonces el gobierno hizo bien en tomar este decreto”.

Sobre su situación personal, dijo que vive en su casa junto a su mujer italiana: “Estamos en casa pero los jugadores de fútbol (juega en el Ascoli) tenemos el permiso para ir a entrenarnos a puertas cerradas”.

Un rugbier rosarino en Treviso

 

Tomás Baravalle es un jugador de rugby que vive en Veneto, en el noreste de Italia. El deportista rosarino aclaró en De 12 a 14 (El Tres) que pese a las restricciones, “la gente sigue saliendo igual a la calle pero en menor cantidad”.

“Hay un poco de caos e incertidumbre. Al principio la gente no le daba mucha importancia pero ayer decretaron la zona roja y nos obligan a quedarnos en nuestras casas”, relató en la entrevista.

Rosarino en Italia cuenta como se vive el Coronavirus allá

"La gente entró en pánico: parecía el último día de una guerra"

 

Ramiro Lago, 32 años, vive en Rimini hace siete. Juega al fútbol en la liga de San Marino, que quedó suspendida por el coronavirus y ese microestado europeo cerró la fronteras. En paralelo, trabaja como responsable de una empresa proveedora de bebidas, donde asiste con guantes y máscara.

“Ésta fue la primera zona, después de Lombardía, que se cerró y pasó a ser zona roja. Ahora, por la propagación del virus, toda Italia está así”, aseguró Ramiro a Rosario3.

“Con los primeros casos, esto se vivió como una gripe normal, que afectaba a la gente de la tercera edad o inmunodeprimidos. Pero cuando se empezó a agravar la situación, la gente entró en un estado de pánico fuera de lo normal. Los supermercados se vaciaban constantemente, con grandes colas, y ninguno tomaba ninguna precaución, o sea que iban sin guantes o máscaras y entonces se podían contagiar en el mismo supermercado, algo muy ilógico”, recordó.

Había recursos para abastecer los supermercados pero parecía que era el último día de la guerra. Saqueos no hubo pero sí hay una crisis económica importante desde el punto de vista de la productividad y el consumo: las mascaritas y los guantes no se encuentran fácilmente, por ejemplo”, agregó.

El deportista y empleado rosarino narró la evolución de la sociedad con respecto a la enfermedad en estas semanas: “Desde entonces y hasta hoy hubo un gran cambio en la mentalidad”, dijo y señaló que hay más conciencia sobre el fenómeno.

Sin embargo, reconoció: “A mí me shockeó. Nunca me imaginé que iba a vivir una situación así. No es un caos o de estar en pánico y desesperado, pero es algo que te llama mucho la atención porque hay que cuidarse mucho de la higiene, de limpiarse las manos cuando tocás algo que no es tuyo. Estar atento a lo que pueda pasar. Y, a pesar de todo eso, tratar de estar con calma. Estar en la casa y esperar la solución, que seguramente la habrá”. Y resumió: “Es una situación jodida, molesta, no deprime pero golpea”.