Las personas con discapacidad, que necesitan la atención de profesionales que están reclamando por el pago de sus servicios, deben lidiar con situaciones que complican el desarrollo de su vida cotidiana. Luciano Palazesi y su familia tuvieron que hacerlo, transitando un duro camino en el que el apoyo mutuo fue fundamental.

El joven que actualmente tiene 35 años fue víctima de una mala praxis médica al nacer, lo que le provocó parálisis cerebral que limitó su movilidad. Sin embargo, y a pesar de los diagnósticos de los médicos, logró superarse a sí mismo y concretar distintos objetivos, siempre acompañado por su familia.

Adriana, su madre, habló en El Contestador (Radio 2) y contó lo difícil que fueron los primeros años de Luciano y cómo junto a su esposo se encargaron de garantizarle a él y a sus hermanos las mejores condiciones de vida. Además de tener una hija, la mujer crió a Juan, hermano mayor de Luciano, que tiene síndrome de down.

Luciano durante una de sus charlas.

"Desde el primer momento hicimos todo", contó Adriana, a pesar de que en el momento en el que ella y su esposo recibieron el diagnóstico quedaron "aturdidos". Mientras Luciano crecía, la familia se mudó 19 veces.

Vivieron en Rosario y también en un pequeño pueblo de Córdoba llamado Ucacha, desde donde viajaban tres veces por semana hasta Río Cuarto para que Luciano tuviera una hora de rehabilitación, recorriendo una distancia total de 180 kilómetros cada día.

Las reiteradas mudanzas no eran fáciles para sus hijos, ya que "había que buscar que cada uno tuviera su propia vida" y mantenerse cerca de los centros de rehabilitación, siempre ubicados en las grandes ciudades.

Adriana consideró que "Luciano tuvo suerte en su vida", tanto por el apoyo que recibió desde la familia como así también por cruzarse con "las personas indicadas". Recordó, por ejemplo, a su primera maestra en el colegio, una mujer que también tiene un hijo con discapacidad y lo acompañó durante el proceso de aprendizaje.

De no poder gatear a caminar

Debido a la limitación que supone su discapacidad, Luciano permaneció sin gatear ni caminar durante más de un lustro. "Vivió parado durante seis años gracias a un aparato hecho con dos palos de escoba y una tira en la parte de abajo", cuenta su madre, remarcando que en aquella época no existían los bipedestadores.

Esos años, dice, fueron claves para evitar que su hijo terminara en una silla de ruedas por la falta de desarrollo en los músculos de sus piernas.

Luciano "terminó la secundaria con un promedio de 9,50". Luego, sus padres lo inscribieron en la universidad, en el 2012 se recibió de contador con un gran promedio y actualmente se desempeña como docente en la misma institución.


La mujer también compartió una reflexión y sostuvo que si bien los diagnósticos que dan los médicos son importantes, "uno también tiene que ver las posibilidades que tiene su hijo y explotarlas al máximo".

En el mismo sentido, el propio Luciano reconoció: "No me quedé con el diagnóstico", y destacó el apoyo de sus seres queridos resaltando que "la familia es todo".

"Yo nunca esperé nada y luché por mis sueños. Está buenísimo el sí se puede, pero reconociendo que hay limitaciones", expresó y, con humor, recordó una ocasión en la que intentando jugar al fútbol sufrió un esguince por el que debió afrontar una rehabilitación de cuatro meses.

Por último, dejándole un mensaje a otros familiares de personas con discapacidad, su madre manifestó: "Cada logro, diploma y triunfo suyo es un orgullo para nosotros. Por más chico que sea el logro, lo que vale la pena es intentarlo".