Carlos, un rosarino de 56 años, es un coleccionista de botellas de cervezas y cuenta con más de cuatro mil ejemplares que lo tiene guardado en su casa de zona norte. "Carpo", como así lo conocen en el barrio, trabaja en el ámbito de la salud y su método "antistress" es coleccionar. 

También pertenece al club coleccionistas (Colcer Argentina) que reúne a personas de todo el país desde 1997.

"Ser parte del club, te da la oportunidad de participar en encuentros, jornadas y reuniones de coleccionistas de diversas partes del país y del extranjero y de cambiar piezas entre los asistentes de diversos clubes de coleccionistas de fuera del país", contó a Rosario3 y aclaró que viajar por diferentes países ayuda a buscar la pieza que no tiene. 

"Mi colección es de más de 4100 botellas de cervezas llenas con su contenido original de todo el mundo (industriales y artesanales, de vidrio, cerámica, pet o aluminio). Colecciono hasta 600 cc solamente por una cuestión de espacio, ediciones especiales o limitadas", explicó sobre su colección.

Por otro lado, contó que la más antigua es una Pilsen de Cervecería Córdoba, lacrada en 1959 y una Bieckert Malta del año 1958. "Son inmaculadas", dijo y agregó:

"Coleccionar botellas no es como coleccionar estampillas, monedas, posavasos o etiquetas donde un álbum o bibliorato. Se necesita espacio y siempre se necesita más".

Cómo comenzó esta aventura

 


"Todo comienza en forma casi accidental al comprar una botella importada con una buena etiqueta, vistosa y que quedaba bien acomodada en una estantería, y a esa le siguió otra, y otra y cuando te querés dar cuenta ya tenes más de 100".

Carlos contó que empezó a anotar y sacar fotos de cada botella para evitar repeticiones. "De ahí no paré más. El registro en libros y en forma digital me ayuda a mantener la colección ordenada".

Cómo guarda y preserva cada botella

 


El rosarino cuenta con dos habitaciones de su casa y están exhibidas. "El ambiente oscuro, fresco y desinsectado permite preservar la botella en forma adecuada y sus etiquetas con sus colores originales y alejadas de cualquier insecto que pueda dañarlas", explicó. 

"Este hobby relaja y te ayuda a ser minucioso, paciente y obsesivo. ¿Ahora, por qué coleccionarlas llenas y no vacías?", se preguntó.

"Particularmente pienso que la originalidad de la pieza está en el contenido incólume, en su virginidad ante el paso del tiempo; su tapa inviolada; su etiqueta indemne o quizás ajada; el sedimento, le da un toque romántico, un viaje pasado en el tiempo".

"Cada botella tiene su historia, su viaje, el momento determinado cuando uno la consigue, quizás me acuerde de cada una, en qué evento, en qué veraneo o viaje familiar, en qué evento o supermercado de alguna ciudad o país, un obsequio. Ser un poco un guardián de la historia para que futuras generaciones admiren esas piezas que ya no se consiguen o quizás ya no existan. Jamás podré completar una colección y eso es lo más interesante porque completarla sería ponerle fin a la búsqueda y quizás no sentirse más vivo", concluyó.