La educación consiste en cultivar la competencia y la disposición. Es lo que hacemos para que los niños puedan tener éxito en el mundo en el que van a vivir. Les enseñamos a hacer y amar a hacer las cosas que les ayuden a prosperar. Especialmente cuando no podemos saber cómo decenas de millones de niños se van a ganar la vida, dichas competencias y disposiciones tienen que ser amplias y genéricas.

Guy Claxton, profesor de Educación en el Kings College de Londres, autor de What´s the Point of School? (¿Qué sentido tiene la escuela?), Intelligence in the Flesh (La teoría sobre la inteligencia) y, con Bill Lucas, Educating Ruby: What Our Children Really Need to Learn (Educar a Ruby: lo que nuestros hijos realmente necesitan aprender), sostiene que la lectura es una de esas disposiciones que hay que cultivar. Es el derecho de todo niño a ser enseñado a leer y a desarrollar un amor por la lectura. La inclinación a leer es, de acuerdo con las pruebas PISA, un predictor de éxito más potente en la vida que la mera capacidad de leer. Sin embargo, el amor por la lectura es aniquilado, para muchos niños, por una educación equivocada.

Otras disposiciones claves que menciona el profesor:

- La disposición a ser tu propio maestro: para diseñar actividades y experiencias de aprendizaje por sí mismo, ya sea solo o en colaboración. Los jóvenes no van a estar acompañados por profesores amables y experimentados por el resto de sus días; tendrán que convertirse en expertos sobre ¿Cuál será la mejor manera de adquirir los conocimientos y habilidades que voy a necesitar?” Es algo que no se puede saber si el aprendizaje ha sido diseñado siempre por los profesores.

- La capacidad de improvisar: cuando tus expectativas no se cumplen y se requieren diferentes respuestas. En el mundo del mañana, los que aprenden serán mucho más demandados que los que saben. Pero la educación tradicional no construye la capacidad de hacer frente a lo inesperado. Trata de llenar a los jóvenes con actuaciones bien ensayadas de entendimiento – que no es, en absoluto, lo mismo. Y esas actuaciones tienden a limitarse a las disciplinas individuales, mientras que los mundos reales, tanto del trabajo como del juego, no respetan los límites entre “asignaturas”.

- La capacidad de administrar tu atención. Aprender a prestar atención a las cosas que considerás que valen la pena (a menudo difíciles) en lugar de estar a merced de cada anuncio, aviso intermitente, tweet o correo electrónico que se presente es, para muchos, uno de los grandes desafíos para la educación del siglo 21. La concentración y el discernimiento son músculos mentales que crecen más fuerte con el ejercicio. Pero ese crecimiento no va a suceder en un aula donde todo es maravillosamente tranquilo y ordenado. Sin embargo, la capacidad de concentración es crucial para “hacer el trabajo”, ya sea en el empleo, en el trabajo por cuenta propia o para la satisfacción personal de cada uno.

- Qué pasa con el escepticismo: la disposición a someter las afirmaciones de conocimiento, especialmente las escritas y autoritarias, al escrutinio crítico. Muchos profesores están preocupados de que sus estudiantes están demasiado dispuestos a creer todo lo que leen en Internet. Sin embargo, sin darse cuenta, han estado formando a sus alumnos en una actitud de la credulidad al tratar los libros de texto como si estuvieran fuera de toda duda. Los estudiantes pueden obtener un sobresaliente en los exámenes, pero no han desarrollado esta disposición a cuestionar. Sin embargo, un pensamiento que cuestiona es la piedra fundamental de la creatividad y la innovación, y son éstas las que los empleadores dicen que buscan, pero con demasiada frecuencia no encuentran, en los solicitantes a los puestos de trabajo.

Estas son las cinco disposiciones que son cruciales para la vida, el trabajo y el juego en el siglo 21: el amor por la lectura; la inclinación a diseñar su propio aprendizaje; la capacidad de improvisar; la fuerza para controlar la atención; y la disposición a cuestionar las afirmaciones de conocimiento. Cualquier sistema de educación, no importa lo bien que se incorporen en las comparaciones internacionales, será una mala educación si ahoga y no nutre tales disposiciones.