El historiador Ernesto Ciunne reveló los ejemplares del diario rosarino La Reacción de principios del siglo pasado, clasificó las principales noticias y trazó un mapa de la violencia de aquellos años en un libro que además invita a reflexionar sobre el presente. Ciunne habló con Rosario3 del devenir de los robos a los trenes que surcaban la ciudad hace 100 años a las balaceras de hoy; de los “mafiosos sicilianos” a las bandas narcos y sus sicarios. Cree que existe algún hilo entre esto y aquello, una suerte de “karma social, como un círculo que se repite”.

“La crónica roja entre 1910 y 1920 en el diario La Reacción de Rosario, y en otras publicaciones” incluye, además, un capítulo sobre migrantes que refleja un fenómeno actual: el de la discriminación a quienes llegan desde afuera a nutrir la sociedad local y en lugar de valorar su aporte se los presenta como “plaga” o “amenaza”. Los culpables de todo: desde las pestes a los delitos (algo similar a lo que hacen, un siglo después, los representantes de la derecha local e internacional).

El trabajo impreso este año “no pretende ser una historia académica” sino que presenta “documentos, en su mayoría inéditos” como un aporte a futuros investigadores. El capítulo 1 explica que la sección “Accidentes y delitos” del diario creció de forma abrupta y usaba el idioma lunfardo en “notas escritas con un matiz muy particular, que por otra parte las diferenciaba de las notas policiales de La Capital, el diario serio de la ciudad”.

“La Reacción empieza como un diario de la mañana que busca un perfil distinto a La Capital, que era el oficial que se leía en el club social o en los cafés del centro de la ciudad. Entonces, sale como una expresión del radicalismo yrigoyenista para brindar información para un sector social que empezaba a tener predicamento, que era la clase media u obrera inmigrante que se había asentado y empezaba a crecer y a reclamar sus derechos”, aseguró Ciunne.

“Los primeros que traen estas cuestiones eran anarquistas –siguió el historiador local– y como el diario estaba destinado a un público determinado, empieza a direccionar su contenido. Si bien nace como un diario de noticias de la sociedad, dedicado a los deportes de elite de aquella época, como el hipódromo y el criquet, y con noticias internacionales y de la guerra, tiene una sección de Delitos y accidentes que al principio era chica pero que empieza a crecer. Con la nueva clientela que se suma a leer el diario, esa sección suma grandes titulares de los crímenes de la época, notas con más desarrollo y fotos”.

Esa modificación se da “primero porque tiene un público para eso y segundo porque el diario se compone de notas que hablan de los inmigrantes que son anarqistas o mafiosos y es, de alguna manera, como una forma de decirles: «Ojo, que podés ser un obrero en el puerto pero no te metas en esto porque podés terminar en la cárcel como estos tipos”. Acá los metían presos, en otros países los ahorcaban. La sociedad tiene herramientas para decirte: “Si vos vas a hacer esto, te va a pasar esto”. Le habla a ese público”.

Pestes y plagas

 

Después de contar la historia de la Jefatura Política (hoy Sede de Gobierno y ex Jefatura Policial), el capítulo 3 del libro está dedicado a “Los inmigrantes y los delitos”. En un editorial publicado el 17 de octubre de 1912, el diario destaca que la Policía realiza un trabajo de “higiene social” y “expulsa sin más trámites del país a los elementos criminosos que vienen de tierras extrañas”.

“No vienen a poblar nuestras pampas: vienen a aumentar la población de nuestras prisiones”, señala el escrito que ya cumplió 109 años. La nota celebra que los agentes recurran al “expeditivo de arrojarlos del país” sin mayores trámites legales. Discurso que recuerda al debate protagonizado este año por un decreto del gobierno anterior considerado violatorio de los derechos humanos y que el macrismo defendió.

La nota de 1912 relata que el puerto de Rosario y el ingreso de migrantes era una “amenaza” que “pasó a ser realidad” e impulsa las accciones policiales “tendientes a extirpar una plaga que en nuestra República ha ido extendiéndose paulatinamente y echando hondas raíces”. Si bien habían aumentado los delitos vinculados a “mafias”, el fenómeno migratorio excedía por mucho a ese aspecto que el diario resaltaba. De hecho, el censo de 1908 determinó que la ciudad tenía 150 mil habitantes y más de 62 mil eran extranjeros.

–¿Qué pasaba en la década de 1910 para calificar a los migrantes como “una plaga” cuando años antes se fomentaba su llegada?

–Venía de un modelo político y económico que contemplaba las grandes estancias y la llegada de inmigrantes pero las corrientes migratorias fueron masivas. Hoy están los que vienen de Venezuela o los que van de Centroamérica y México a Estados Unidos. No se van porque quieren, en el lugar donde están hay alguna situación sociopolítica que les impide seguir desarrollándose, vinculado a esta etapa del capitalismo, posmoderno, que expulsa mano de obra.

En aquel entonces hubo una reacción de las personas, inclusive de los inmigrantes que se habían instalado años antes en la Argentina y habían empezado a consolidarse. Ellos piensan: “Este viene a ocupar mi lugar”. Entonces hay que estigmatizar al migrante, como hoy ocurre con el africano o haitiano, el centroamericano, el asiático. Algunos no los quieren porque creen que vienen a interrumpir un proceso que ya no requiere mano de obra.

Había que colgarles alguna cruz y en ese tiempo era: “Estos que vienen son anarquistas, son sicilianos mafiosos”. Cuando se producen las grandes epidemias de cólera (de mediado a fines del siglo XIX), Rosario era una ciudad puerto a donde llegaba toda la producción del interior. Cuando la cosa estalla y desde Buenos Aires dicen que hay que cerrar el puerto de Rosario, como ahora por la pandemia que piden restringir actividades, los dueños del negocio de exportación y de importación se oponen. Ellos decían: “Cómo van a cerrar el puerto si la culpa es de los inmigrantes que viven sucios y hacinados porque son anarquistas sicialianos, ácratas, o son unos rebeldes que no quieren trabajar”. Y ahí está el no reconocer que esa clase social dominante generó esa situación porque el inmigrante vino a trabajar, no encontró empleo y terminó hacinado en un conventillo del cual ellos eran los dueños.

Rosario en un círculo

 

–El libro está dividido por capítulos con distintos tipos de delitos. Hay algunos leves y anecdóticos como el robo de una lata de membrillo en un tren a hechos graves y homicidios: ¿cuáles fueron los grandes crímenes que marcaron esa época?

– El robo al tren número 20, un tren postal, fue uno de los que impactaron.También el crimen de los cuatro turcos, que no lo puse en el libro porque lo voy a estudiar aparte y además la hoja original del diario estaba muy rota, pero ese fue un crimen brutal. Fueron a trabajar a una chacra y los dueños y peones los mataron para sacarles sus ahorros. También había crímenes mafiosos. O, por ejemplo, un dueño de un almacén que se resistió a un robo y lo mataron. Y volvemos a hablar de lo mismo que hoy. La violencia es como el Samsara en la filosofía budista, como el karma, que es una situación en la que estás metido y no podés salir. Es un círculo.

–¿Cuál sería el hilo que une la violencia de hoy, de las bandas narcos y los sicarios, con aquellos hechos policiales de hace 100 años?

–Creo que detrás hay una situación política, social y económica. Sin un buen trabajo y educación no se puede. Sarmiento lo decía: para tener un sistema democrático tenés que tener una escuela, una imprenta y un barco. La escuela para educar. La imprenta para la lilbertad de prensa y el barco para comerciar con el mundo y para traer migrantes. Aquel capitalismo que venía de la revolución industrial, de la división internacional del trabajo, hoy tiene correlato con este capitalismo salvaje y posmoderno, que excluye, que como no necesita tanta mano de obra porque está todo mecanizado, expulsa a las personas y eso genera conflictos.

Hoy la seguridad se plantea como un problema de armarse: de sumar policías y comprar patrulleros y armas. ¿Se creen que van a formar un Ejército que va a invadir Vietnam? No es un problema de armamento, es un problema social. Los chicos que dejaron de estudiar y fueron a cirujear con los padres hace 20 o 30 años hoy no tienen mayores oportunidades y quizás terminan ligados al delito de los grandes intereses económicos que están detrás del narcotráfico. Los crímenes son circulares pero cada vez más violentos. Con eje en la exclusión y en la inequidad, también hay hechos por ambición y disputas por plata. Pero la delincuencia es sobre todo un problema social.

“Un recuerdo de épocas lejanas”

 

El capítulo 12 sobre “Crímenes que conmovieron al público” presenta, en primer lugar, una crónica del 14 de octubre de 1915 sobre “Un drama de sangre en Paganini (actual Granadero Baigorria)”.

La nota refiere a “un hecho, misterioso como todos aquellos en que los protagonistas son sicilianos de humilde condición social, presentaba todos los contornos de una vendetta”, introduce en el segundo párrafo.

En el cuarto, cuenta que hallaron “el cadáver de un hombre” con “tres heridas de bala y una de arma blanca”. El escrito continúa sin apuro y más adelante presenta al “detective”, como si fuera una pieza de la novela policial clásica. “Sin tener un hilo que seguir, el sagaz inspector Archidiácono se dirigó al teatro del drama y luego se dedicó a visitar los alrededores”, señala.

El trabajo se consigue en Librería Puerto Libro.

Recién sobre el final nos enteramos que hubo un duelo entre dos hombres por una vieja disputa vinculada a un caballo y se cruzaron a muerte. Lo curioso es que la segunda nota, del jueves 24 de febrero de 1916, parece un segundo homicidio en el Mercado del Abasto desconectado del primero.

Pero uno y otro terminan unidos por el código de la “vendetta”. “Para los extraños, el alma siciliana es tan impenetrable”, es el comienzo de la crónica. Antes de los hechos, el autor se detiene en ese “derecho sagrado” esa “herencia” de que “para vengar un agravio es inútil recurrir a la Justicia”.

Sin caer en comparaciones forzadas, es difícil leer la trama de los asesinatos de los Barbieri y los Mauricci de hace un siglo y no evocar la saga de crímenes que vivió Rosario a partir de 2013, con el crimen de Claudio Pájaro Cantaro y la posterior ola de venganzas entre Los Monos y otros clanes. El escrito de 1916 ya avisaba de “los odios de familia que cuestan muchas vidas”. Y agrega: “Indudablemente el tiempo, que todo lo cambia, acabará con esta condenable costumbre y llegará el día en que se hablará de «vendetta», como de un recuerdo de épocas lejanas”.