—Creo que a El Reino le sobran capítulos 
—Es entretenida… 
—Las actuaciones son desparejas y hay escenas que estarían bien en otras series pero en el resultado final diluyen la tensión. Además, ¿cuántas veces vas a explicar qué es la biyuya? 
—Vos no entendés Netflix

El viento fresco del sábado a la noche invitaba a tomar distancia entre un sorbo y otro del aperitivo con pomelo.

La mesa de un bar semivacío montada sobre una calle de edificios no ofrecía distracciones. La charla sobre la serie argentina que la plataforma de la N estrenó este mes se llevó hasta el último trago.

El Reino sigue a un pastor evangélico candidato a vicepresidente que tras el asesinato de su compañero de fórmula se debate entre continuar como líder de su templo o asumir la plaza vacante.

Emilio Vázquez Pena (Diego Peretti) no tiene –al menos no se cuenta en la primera temporada– antecedentes en la función pública. Es un hombre que “emerge” por fuera del partidismo establecido y la llamada “política”.

En la candidatura trabajan Rubén Osorio (Joaquín Furriel), un “agente del poder” encargado de blindar su ascenso a la presidencia, y el jefe de campaña Julio Clamens (Chino Darín), un joven abogado al que el pastor prohijó ya en la juventud en su comunidad religiosa.

Su compañera, la pastora Elena Vázquez Pena, (Mercedes Morán) lo conoce. Se resiste a la posibilidad de que su esposo se abra camino en "la política": la inquietan tanto el futuro del templo como la chance de que el pastor asuma el mando.

A la par, la fiscal Roberta Candia (Nancy Dupláa) investiga la muerte del candidato al que un atentado con ribetes místicos le clavó el destino por la espalda.

A medida que las averiguaciones (y los capítulos) avanzan se abren otras historias ligadas a la vida privada de la familia pastoral, el financiamiento del templo y lo que ocurre al interior del hogar de niños que sostiene "la Fundación".

—Lo de Mercedes Morán es impresionante. Sin hablar, frente al espejo y en el gesto cotidiano de sacarse el maquillaje dice más que el diálogo espinal en el comedor del hogar. Aparte, hay escenas, como la del exorcismo, que está muy bien pero se pierde en la reiteración. Y la evacuación del acto en el primer capítulo…
—Vi que la filmaron antes de la pandemia

Las continuas citas bíblicas para narrar y expiar la realidad configuran un mundo de ficción para quien no cree. Pero veraz para quien profesa.

La "minoría consistente" que erige al flamante candidato sigue con extrañeza la verba del pastor. Pero al cabo de un tiempo admite que Jesús puede legitimarla en el Ejecutivo (ya cuentan con escaños, jueces, empresas, bancos y cuentas offshore).

Este núcleo conservador no promueve una sociedad teocrática solo encuentra una estrategia transversal ("la ideología de género", por citar un ejemplo) avalada por medios y apalancada por las redes sociales.

Si bien resulta válido especular en un punto de este drama político con guiños al thriller que el poder solo le será “prestado” y con el fin de enmascarar unos intereses que lo trascienden, el mentor de la Iglesia de Ia Luz revelará con el rodaje una sombría potestad a fuerza de "bendiciones".

En el ascenso ( ficcional) de Vázquez Pena subyace la posibilidad de pensar al Estado como un Reino y de cruzar la fe y la militancia.

Los anclajes locales al “dinero escondido”, la corrupción, los encuentros personales con la Justicia y un “call center” de escuchas ilegales también tienen su correlato fronteras afuera con “el pastor que devino en presidente”.

Tanto la escritora Claudia Piñeiro como el cineasta Marcelo Piñeyro explicaron que la coescritura del guion de El Reino precede a la elección de Jair Bolsonaro.

El hielo casi intacto del vaso no ofrecía tregua. Ni siquiera el gesto de volcarlo todo, como en un fondo blanco. La moza preguntó si pedíamos algo más.

Un par de tragos en el happy hour no completan el mínimo de un ticket, al menos mientras se extienda el aforo reducido. El tiempo del “primer turno” gastronómico –al igual de los ocho capítulos de El Reino– estaba cumplido.