Hay una historia, intensamente conmovedora, que Rosa Wernicke escribió en 1943 en Las colinas del hambre, una novela “de protesta”. Y hay otra historia, la que tramó la propia obra que, al ganar la calle, despertó prejuicios, cuestionó intereses y removió estructuras de la sociedad de entonces. Una profunda repercusión, pincelada de leyenda, que explica que en 2025 las editoriales Serapis y EMR hayan decidido reeditar el libro con la convicción de su vigencia. Y hay una tercera historia, la que protagoniza la propia autora, una lúcida pluma que desconoció las conservadoras formas de su época y se animó a vivir el amor por su, también compañero artístico y político, el pintor Julio Vanzo.
La flamante reedición será presentada el miércoles 22 de octubre, a las 17 en la Feria del Libro de Rosario, con la presencia de Analía Capdevila, Sabina Florio y Érica Brasca.
La novela social de denuncia, uno de los primeros textos latinoamericanos que aborda la sobrevivencia en una villa miseria, recrea la existencia sufrida de un puñado de entrañables y viles personajes en el barrio Mataderos de Rosario en 1937, ubicado a la altura de las actuales calles Grandoli entre bulevar Segui y Ayolas. Se trata de un texto desgarrador, en el que la periodista, nacida en Pergamino en 1905, utiliza poéticamente el término colinas en referencia a las montañas de basura que se erigían en la zona, actualmente conocida como Villa Manuelita, en La Tablada de Rosario, 88 años atrás. Describió un área ondulante donde la tierra hecha barro se mezclaba con la basura que sus habitantes no podían evitar pisar, muchos de ellos descalzos (“…el vaciadero, quedaba ese rincón de la ciudad con sus miasmas y sus criaturas bacilosas, con su hambre, con sus piojos y su legión de explotados”). Los trazos magistrales de su pareja acompañan y refuerzan el texto, logrando una conjunción perfecta.
La escena actual muestra a un rincón sureño con extremas y persistentes necesidades en Rosario, al igual que la barriada que la escritora reveló en detalle, lo que le otorga al texto una perspectiva verosímil, casi desplazando del todo la imaginación para centrarse en una directa transcripción de la observación. La persistencia de estas condiciones de descarada pobreza, que en lugar de erradicarse se han consolidado, eternizan la prosa al punto que ha sido reeditada una y otra vez.
Este 2025, Las colinas del hambre volvió a publicarse de la mano de la editorial municipal y Serapis, cuya editora Julia Sabena tiene un vínculo especial con la obra. “En un momento recibo parte de una biblioteca de un anarquista que se fue a vivir a Rafaela en los años 20 y entre esos libros estaba la primera edición de Las Colinas del Hambre con las ilustraciones de Julio Vanzo, editado por Claridad. Lo leí y dije «Pero, ¿cómo esto no está, no se consigue nuevo?». Empezamos a averiguar. Era 2015 y sí, había una edición del diario La Capital pero sin las ilustraciones de Vanzo. Entonces, ahí hicimos una edición dentro de la colección Campanas de palo y se agotó”, comenzó su relato a Rosario3.
Esa tirada se vendió completa y, una vez más, conseguir un ejemplar en alguna librería se volvió imposible. Es por esto que Serapis unió fuerzas a la editorial municipal que “le está dando impulso a la Casa Vanzo Wernicke, para hacer una edición conjunta basándose en esa última edición, con un texto revisado, corregido y las ilustraciones de Vanzo”, explicó acerca de la nueva tirada que en agosto estará disponible en las librerías de Rosario con una tapa que lleva una foto de la autora inédita, cedida por herederos.
“Incluye un prólogo de la profesora de teoría literaria y literatura argentina en la Universidad Nacional de Rosario, Analía Capdevila, que se había escrito sobre ese libro particularmente”, añadió sobre el análisis pormenorizado sobre la obra que encabeza la flamante edición.
“Lo más importante es haber repuesto las ilustraciones de Vanzo en los lugares donde estaban en la primera edición, porque una de las características principales de esta obra es que fue compuesta a cuatro manos. No es que ella (Rosa Wernicke) hiciera el texto y él (Julio Vanzo) ilustró lo que ella escribía. Se dice que ambos se fueron a vivir a la villa en lo que hoy sería La Tablada para poder interiorizarse bien. La escritura tiene un estilo naturalista, es como un realismo llevado así al extremo. Como que necesitaban empaparse de esa realidad para poder escribirla desde adentro y él para poder dibujarla”, observó Sabena sobre uno de los mitos creados alrededor de Las colinas.
La leyenda urbana asegura que Wernicke se instaló unos días en Mataderos, en la década del 40, junto a su compañero Vanzo. Mientras ella tomaba apuntes de la miseria, el pintor la dibujaba. En su libro, la autora exploró las huellas que deja esta condición en el espíritu y el cuerpo y las expuso sin titubeos ni paños fríos. “El carácter se agriaba con la miseria, la raza degeneraba con el hambre y toda clase de privaciones”, precisó. Sobre los niños y niñas expuso: “A los cinco años comenzaba la espantosa, tenaz, inicua lucha (…) Sus caritas reflejaban la poderosa influencia del aire malsano, de los sufrimientos y las privaciones”, se puede leer en sus páginas.
Finalmente, la editora analizó la importancia de la reedición: “En Rosario siguen pidiendo el libro, me parecía necesaria. Es, además, una de las primeras –sino la primera– novelas de villa miseria en Latinoamérica. Ahí está la relevancia desde un punto de vista artístico y literario. Ni decir que se trata de una escritura impecable”, consideró. En ese sentido, remarcó “su vigencia política y social”, recordando otra leyenda nacida en torno al libro y al calor de la polémica promovida. Se dice que la primera tirada fue mandada a quemar por un hombre que se sintió identificado con el personaje del concesionario del vaciadero municipal en la obra y que, acorralado por las denuncias en su contra que Rosa esparcía en sus páginas, se encargó de exterminar el libro. “Una manipulación de la cultura y de la información que nos puede resonar por algún lado hoy en día”, deslizó.
Más repercusiones
La historia contada por Wernicke, sin dudas polémica y agitadora de conciencias, fue desde el primer momento de su edición en Buenos Aires un verdadero suceso al descubrir la existencia de un rincón maloliente para las narices respingadas de la clase dominante local. Más allá de los cuentos y relatos que despertó sobre su creación, trazó otra historia para ser contada. Así lo hizo el escritor rosarino Fabián Bazán en su libro Insumisas, lanzado en 2020.
En esa obra, Rosa es una de diez mujeres revolucionarias elegidas por el autor por su personalidad y aporte a la cultura rosarina. En el capítulo que le dedica, advierte que tras la publicación del libro en el que se denunciaba las condiciones indignas en las que habitaban vecinos de la ciudad a raíz de la supuración del matadero, un juez de menores intervino en la zona y logró mejorar la vida de algunos de los niños.
Pero no fue solo eso. Bazán cita un recorte de la revista La acción del 19 de diciembre de 1944 en el que se informa que quien fuera interventor de Santa Fe desde el 16 de julio de 1944 hasta el 14 de marzo de 1945, el coronel Arturo Ángel Saavedra, hacia fines de 1944 dispuso una inversión millonaria para la construcción de hornos incineradores para los desperdicios, conmovido por el texto de Wernicke.
Además, el historiador da cuenta que desde 1977, Rosa tiene su merecida calle a la altura de Grandoli al 4600 de Rosario, a pocas cuadras del lugar donde se elevaban las colinas del hambre. Y en 2019 fue instaurado el premio municipal Rosa Wernicke para novelas que abordan la temática del realismo social.
La producción de Rosa, su militancia política de la mano de Vanzo, sus críticos artículos en los diarios La Capital y La Tribuna en los que asoma su feminismo, la coronaron como una intelectual destacadísima de Rosario. Tal es así, que la casa que compartieron en sus últimos años juntos con el pintor, emplazada en Cochabamba 2010, se transformó en un centro cultural abierto al público en 2023. La Casa Vanzo Wernicke nació para promover y acompañar la investigación y la experimentación artística y hoy, bajo su techo se realizan talleres y muestras multitudinarias.
La casa, levantada por Ermete de Lorenzi a principios de la primera mitad del siglo XX, fue la vivienda de Vanzo hasta su fallecimiento en 1984. Después de un juicio sucesorio que se extendió por varios años, el municipio tomó posesión del inmueble en 2013 y tras varios proyectos distintos de reconversión, finalmente el espacio tomó forma y rumbo definitivo.
Los personajes de Rosa
“Cándida sentía horror y repulsión por todo aquello que la rodeaba, porque todo era gris, insolente y grosero. Los hombres harapientos, oliendo a sudor y mugre. Las mujeres envejecidas desde la pubertad, con el carácter agriado y hartas de luchar toda la vida contra la adversidad”, escribió Wernicke sobre una de las protagonistas de Las colinas del hambre, logrando rescatar los sentimientos más íntimos de una joven que reniega de su pobre existencia.
La enorme tarea está hecha también con el resto de los personajes: el ciruja Julián Alegría, el justiciero y solidario Martín Fuentes y su hermano Juan Ramón que se presenta como su contracara, símbolo de la Rosario que no quiere enterarse de ese rincón podrido que crece hacia el sur. La novela de denuncia social y fuerte interpelación hacia el rol estatal, revuelve constantemente el dilema de la distribución de la riqueza, desnuda la mísera vida de los villeros (acá se suman el porquero Juan Basanno, Antonio Luna y su familia, la prostituta Eulalia y su marido peluquero, entre otros) y revela el pensamiento de quienes contando con medios económicos superiores intentan aquietar sus conciencias con teorías que acreditan una naturalización de las desigualdades y supuesto equilibrio entre fuertes y débiles; jefes y subordinados. Allí están Manuel Fernández, el encargado del concesionario de la basura, el de la leyenda de la quema de los ejemplares contada arriba, como también, Esteban Videla, César Grandi y otros más.
Rosa, Rosa
En Insumisas, el escritor Fabián Bazán revisa la biografía de Wernicke en detalle. Rosa nació en Pergamino en 1905 y tras un paso por Córdoba y Santiago del Estero se radicó en Rosario en 1934, seducida por el inmenso río Paraná. Trabajó en los diarios La Prensa, La Capital y La Tribuna, pero no solo ofició de periodista, también fue crítica literaria, escribió poesía, teatro e incluso colaboró con el cine y el radioteatro.
Bazán profundiza en la relación amorosa con Vanzo y en cómo desafió la mirada conservadora imperante al irse a vivir con el pintor tras divorciarse. Pero, sobre todo, la ubica como una intelectual disruptiva que se anima a exponer su visión feminista cuando se imponían en los diarios recetas de cocina y consejos matrimoniales para las mujeres lectoras. “Rosa Wernicke no era, por supuesto, la primera escritora, pero sí era alguien que con (mucha) valentía ejercía sus derechos en su vida privada, y desde su literatura, pedía una sociedad más justa para las mujeres”, indicó el escritor sobre la “insumisa”.
En 1938, según consigna Bazán, publicó su primer libro rosarino titulado Los treinta dineros que reunía 11 cuentos, ilustrado por su pareja y posterior marido, que abordaban la injusticia social y un contexto oprimente. Faltaban algunos años para que viera la luz su más vasta obra, su única novela, Las colinas del hambre, pero ya Wernicke dedicaba su prosa a los desprotegidos cuestionando la indiferencia social y estatal ante la indigencia. En 1941 vuelve al ruedo con doce cuentos más reunidos en Isla de angustia, que también dibuja Julio Vanzo. Esta obra fue premiada por un concurso del diario La Prensa y la Comisión Provincial de Cultura de Santa Fe.
En 1957, Rosa sufrió un acv que la dejó postrada y más tarde en estado vegetativo. Vanzo, su compañero de vida, la cuidó amorosamente hasta su muerte en 1971. La periodista fue enterrada en el cementerio La Piedad de Rosario.



