Cada mes de abril la salud es el gran tema que recorre las agendas de todo el mundo. Volvemos cada año a desempolvar los compromisos que dieron origen a la Organización Mundial de la Salud, aquellos que en algún momento buscaron trazar un horizonte para garantizar el bienestar de los pueblos. Este 2023, se nos propone un lema de otros años, la “Salud para Todos”; un lema que -como hemos dicho en otras oportunidades- de tan amplio nos queda un poco corto, cuando intentamos traducirlo en proyectos concretos para garantizar el cuidado y la atención.

La perspectiva histórica permite un ejercicio de memoria y también hace visibles las contradicciones que habitualmente se esconden tras los lemas, slogans o generalizaciones. 

Transitamos momentos turbulentos en nuestras sociedades, a nivel local y a nivel global. La criticidad de lo ambiental, de las desigualdades socioeconómicas, de la violencia en todas sus formas de expresión, son grandes desafíos hoy que tensionan los compromisos por la paz, los derechos humanos y la salud que consagran todas las democracias del mundo. 

Resulta este ser un momento muy paradójico, en el que por un lado, explotamos nuestra capacidad de invención y de creación en la carrera tecnológica; pero al mismo tiempo, somos incapaces de resolver y contener el crecimiento de problemas muy antiguos, que ponen en jaque cualquier nueva victoria en la aplicación del conocimiento. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿sirve la más revolucionaria herramienta si no podemos garantizar los pisos mínimos de derechos a la mayor parte de nuestra sociedad en el mundo?

En este marco, al pensar en la “salud para todos” no podemos menos que señalar que los principales desafíos están más bien fuera que dentro del sistema de salud. Porque si bien es cierto que cuando no hay acceso a un medioambiente sano, a una vivienda digna, a una alimentación segura, aparecen enfermedades que afectan a la salud y que -la más de las veces- requieren de un conocimiento y una tecnología sanitaria que sólo el sistema de salud puede prestar; también es evidente que ese conocimiento, esa tecnología sanitaria, nunca podrá resolver la raíz del problema, que está mucho más allá del sistema de salud. 

Es por ello que la discusión sobre la salud debe salir de la esfera de los expertos o actores del sistema. Difundir la consigna Salúd para Todos debe ser una oportunidad para poner sobre la mesa que la salud es una cuestión que se construye colectivamente y que requiere de compromisos en todos los niveles para garantizar pisos mínimos de derechos. 

Trabajar para luchar contra todas esas inseguridades que llevan a la inseguridad de la que hablamos todos: la seguridad de saber que vamos a comer todos los días, de tener una vivienda digna a la cual volver, de habitar un ambiente saludabl. y de poder vivir libre de violencias.

Rosario en este marco sigue apostando a la movilización de las organizaciones y la ciudadanía tras el derecho a la salud, demandando, pero también acompañando al Estado para seguir dejando marcas. Una movilización que desde el dolor más profundo reaviva la esperanza que puede impulsar cambios tras valores como la solidaridad, la igualdad y la justicia.
Si abril es un mes más de reflexión y debate, que vuelve a interpelarnos. Si vuelve a poner en discusión que la concentración de los ingresos, del conocimiento y de las patentes, no hace más que alejarnos del ejercicio de derechos. Si vuelve a recordar que la peor pandemia del mundo es la del hambre, la violencia y la desigualdad. Si todo eso sucede, la conmemoración del día de la salud tendrá sentido, y el lema que la acompaña estará un poco más cerca.