“See, beautiful losers

lovely, lovely losers

just you and me”.

(Perdedores hermosos, Luca Prodan)

“Cambiemos el mundo juntas entonces”, gritó desde el otro lado del bar una de las miles de chicas que hicieron el aguante al proyecto de interrupción voluntaria del embarazo (IVE) que finalmente fue rechazado por los senadores. Fue la respuesta a la provocación de otra joven que cuestionó algunos puntos del discurso de Cristina Fernández por idealista: “No podés cambiar el mundo ahora tarada, ahora hay que sacar el aborto”, había expresado en tono alto, frente al televisor plano que emitía la sesión del Senado en vivo. Ambas estaban “asiladas”, como decenas de otras, en un pub con estilo irlandés a metros del Palacio del Congreso, en medio de la feroz tormenta de viento y agua del miércoles 8 de agosto a la noche.

Las banquetas no daban abasto ni la barra en toda su extensión. Así, cuando se acercaba la medioanoche en Buenos Aires, muchas de las chicas –eran notoriamente la mayoría–y chicos que habían copado el lado verde de las inmediaciones del Parlamento exigían al dueño del pub que bajara la música para poder escuchar los últimos discursos de los legisladores. Chiflaron, aplaudieron y se quejaron a viva voz, cargando la atmósfera de calor a pesar del aire helado que se filtraba por la puerta siempre abierta. Lejos de descansar en la postura común que las había traído allí desde distintos puntos del país, reanimaban el debate por los pormenores, incapaces de guardarse nada, hambrientas de intercambios, necesitadas de respuestas.

Haberlas visto. Las pibas que desparraman verde son temerarias. Sí, dan miedo, y terror a quienes viven para que nada cambie, para quienes se nutren del statu quo y peor aún, del pasado. Son chicas muy jóvenes, puro desparpajo y alegría pero también capaces de plantarse, enojarse, y multiplicar cuestionamientos. Brillantina en los labios y en los párpados. Peluquitas fluo algunas, cabelleras cubiertas con pañuelos al tono otras. Pelos sueltos. Rapadas. Muy parecidas y desiguales, desafiando estereotipos a los besos, abrazadas y en ronda alrededor de una fogata de resistencia al frío. Hasta el último momento, sonrientes y salvajes, muchas con petacas para brindar a pesar del resultado adverso.

El rechazo de los senadores pudo leerse como una derrota pero no. Unas consolaron a las otras cuando la madrugada ya estaba avanzada. El maquillaje estaba corrido, manchadas las caras que evidenciaron espontáneamente la desazón por lo que ya se sabía. Eso mismo, fue tristeza e impotencia, pero nunca una sensación de pérdida porque si algo atesoran y expulsan “las pibas” es convencimiento, obstinación y persistencia.

Ya muchos lo dijeron y escribieron por estos días. El feminismo en todos sus matices es un hecho, con o sin legalización del aborto. La realidad es la existencia de estas mujeres, más o menos jóvenes y adolescentes, que no se doblegan, que no consideran autoridades ni mandamientos, que andan sueltas por la calle haciéndola propia, aguerridas y sin miedos, dándole forma a esta revolución apabullante en la que nada se queda quieto.

Hasta dónde llegarán estas hermosas perdedoras. El miércoles 8 de agosto, en la zona del Congreso, daban ganas de tener 20 años menos.