Es la permanente pregunta de una vieja canción de Alberto Cortéz, de lamentable vigencia. La canción, la letra. “Cuando ves como los grandes tiburones seleccionan a su antojo cada presa, la devoran en sus cómodos salones con muy pocos invitados a la mesa…con la vida no se puede andar jugando, protegerla es la razón de las razones”….y vuelve la pregunta: “Hasta cuando seguiremos esperando que amanezca de una vez el nuevo día; ya está bien de proclamar que está llegando cuando queda tanta noche todavía”.

La corrupción de nuestra provincia invencible se lleva mucha vida, sobre todo en las márgenes más “calientes” y empobrecidas, donde arrecia el tiroteo interminable; resultado fatal de otros delitos tanto más finos como inconfesables que responden a estructuras de poder económico, financiero y político, de increíble y más que sospechosa demora de encare y resolución.

¿Hasta cuándo? También nos preguntamos desde la ciudadanía que apuesta cada día a “normales” estilos de vida y a parámetros de “sentido común”; desde donde podemos ejercer el reclamo necesario por derechos postergados, como por ejemplo a vivir en paz y por promesas incumplidas que parecen más recursos marketineros que actos efectivos de gobierno certero.

¿Hasta cuando tendremos que asistir atónitos al espectáculo de la interminable maraña jurídica, polìtica, económica y mediática? Siempre “se embarra la cancha”, nunca se gana el partido, ni tampoco se empata. Lo que pretende aclarar oscurece y nunca se puede saber “quién se robó la pelota”.

En aquella primera Navidad todo estaba muy parecido: sólo que era un solo imperio, siempre con los cómplices necesarios. Murieron muchos inocentes y el que pudo salvarse puso, después, pistas necesarias para hacer avanzar la noche hacia el día tan esperado. ¿Será hasta ahora?