Si los debates presidenciales en Argentina fueran optativos, es fácil de adivinar que Javier Milei no hubiera aceptado participar del cruce entre los dos candidatos que el país verá este domingo a la noche.

El último debate presidencial es un mano a mano de dos horas, con exposiciones, pero también preguntas, contestaciones y discusión. Suficiente tiempo como para que cualquier ciudadano de a pie pueda conocer más a cada candidato.

“Es un debate de dos y se va a ver el fondo de cada candidato. No hay mucha oportunidad de disimular, esto va a ayudar a mostrar quién es cada uno”, afirma uno de los principales asesores de Massa. 

Este último debate es muy distinto al anterior. Acá habrá tiempo y posibilidad cierta de debatir, contraponer ideas, carearse con las propuestas del otro y exigir detalles. Es la instancia de campaña más prístina, en la que los candidatos están solitos con sus almas frente a la mirada de millones de electores a los que quieren conquistar, desprovistos de marketing y photoshop, imposibilitados de echar mano a los filtros y recortes de las plataformas digitales, sin chance de dar vuelta la cara ante una pregunta incómoda o ser auxiliado por alguien que lo saque del aprieto.

Massa tiene mayor oficio para desenvolverse en esos escenarios, a diferencia de Milei que necesita llevarse apuntes y leer lo que va a decir en cada segmento, como hizo en el anterior debate. No es un detalle aislado ni menor: no dio una sola entrevista a periodistas o medios que no le sean afines. Ni una. Toda la campaña se basó en reportajes amables y productos envasados por redes sociales.

Por eso el viernes tanteó a la Justicia electoral para modificar el mecanismo de intercambio libre entre los candidatos durante el debate. El reglamento está escrito hace tiempo, no le dieron lugar. Tendrá que ser cuidadoso de las formas y controlar sus reacciones, porque un debate presidencial a una semana de la elección no es lo mismo que apurar a un o una periodista en un estudio de TV.

El debate para Milei es un fastidio, un estorbo al que no se prestaría si pudiera. Para Massa es la posibilidad de poner en escena lo que Milei y los medios afines titulan “la campaña del miedo”, pero que en realidad es exponer lo que está en juego, por más que en esta etapa definitoria el libertario se desdiga y asegure que no corren riesgo la asistencia social, los planes de desempleo, las jubilaciones, la educación y la salud pública.

Dicho en palabras del ministro de Transporte Diego Giuliano: “La figura que tenemos enfrente es muy complicada, porque no discutimos la manera en que se van a hacer las cosas, sino las cosas mismas”.

Si para Milei el debate es un riesgo, para Massa es la chance de persuadir a millones de argentinos de que por un rato acepten correrse el velo de la bronca y permitirse imaginar los escenarios concretos que implican las propuestas de La Libertad Avanza. Poner en cuestión la inviabilidad de sus ideas económicas extremas y el decálogo de propuestas como mercados de órganos humanos y niños, privatización de ríos, libre portación de armas, o derecho a renunciar a la paternidad. 

Un capítulo especial es la ratificación por parte de Victoria Villarruel, compañera de fórmula de Milei, de que los represores condenados por delitos de lesa humanidad deben ser liberados. Citó el caso del exmilitar rosarino condenado tres veces a perpetua Juan Amelong, bajo el insólito argumento de que “los montoneros mataron a su papá” en 1974 y no están presos.

Villarruel es la expresión desembozada de una ultraderecha argentina que en función de su ideología está dispuesta a arrasar la división de poderes y las instituciones, pretendiendo liberar por vía del Ejecutivo a quienes el Poder Judicial, en democracia, condenó en varias oportunidades, con las debidas garantías constitucionales de defensa y apelación, y el aval de tribunales internacionales.

Para que no queden dudas de qué estamos hablando: son represores condenados con montañas de pruebas por secuestrar, torturar, violar, robar, ejecutar, sustraer identidades, robar niños y desaparecer personas. En el debate, Massa también deberá forzar a Milei a la más simple de todas las preguntas: ¿coincide con su compañera de fórmula en liberar a los represores condenados por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura? Sí o no. El libertario intentará esquivar la respuesta como hizo Villarruel días atrás, pero ese será un detalle. Él la eligió de vice, por lo cual la pregunta está respondida de antemano.

Aunque pareciera ser el que más tiene para ganar, Massa arrastra una inocultable mochila de vulnerabilidades. Carga con la realidad económica y social de estos días, resultado de un gobierno que se dedicó a bailar en la cubierta del Titanic, despreocupado del impacto, no de un témpano, sino de tres: sequía, FMI y pandemia. Siguiendo la metáfora podría decirse que Fernández & Fernández fueron los responsables de arruinar el viaje, y que Massa resultó el rescatista que reescribió el final cantado de la historia, logrando que el Titanic llegara a puerto, muy dañado pero a flote.

Parte de las chances de Massa se juegan en el terreno del futuro y la esperanza. El Massa rescatista, aún con los problemas que no pudo atajar, tiene fecha de vencimiento el 10 de diciembre. Defender el capital social acumulado por generaciones de argentinos, los derechos sociales, el rol Estado como igualador y garante de oportunidades, el empleo y la producción, sin revisar por qué un personaje como Milei llegó hasta donde llegó, puede que solo implique extender la agonía si no hay una expresa voluntad reformista.

El tablero nacional

 

En las últimas dos semanas Milei se cuidó de exponerse personalmente al tiempo que impuso silencio a toda La Libertad Avanza. Los referentes santafesinos, por ejemplo, no tocan el botón verde cuando en la pantalla del celular aparece el nombre de alguien de prensa.
En la semana solo tiene previsto visitar Córdoba. Su objetivo es recrear el escenario de 2015, cuando Scioli perdió el balotaje 70/30 y el gobierno cambió de manos. 

Massa dedicó lunes y martes a achicar diferencias en la provincia de Juan Schiaretti, cuya hostilidad con el candidato de Unión por la Patria evidencia que está en otro plan que no es el peronismo. El massismo confía que la buena relación con el gobernador electo Martín Llaryora permita una sorpresa, con el agregado de un voto peronista subterráneo que aflore el 19 de noviembre a la noche. Sorpresa en Córdoba, vale aclarar, implica acortar algo de aquella abismal distancia.

El objetivo de Massa en Santa Fe es conquistar un escenario de paridad y restar la ventaja que trae Milei. Logró subir fuerte entre las Paso y las generales, hasta llegar al 37%. Rosario es el territorio que más oportunidad de crecimiento le ofrece al ministro, así como los departamentos linderos, entre ellos Villa Constitución, de fuerte perfil industrial, y San Lorenzo, donde el peronismo perdió por varios puntos y sacó menos votos que los que le permitieron al senador Armando Traferri ser reelecto.

En su paso por Santa Fe, Massa sentó a los senadores peronistas en primera fila del acto en Sauce Viejo y luego los recibió en un aparte. Necesita que lo ayuden a buscar el acompañamiento del peronismo de centro, de perfil más conservador. En ese plan se pegó a Perotti en su recorrido por suelo santafesino, está claro que no por su performance ganadora sino como referencia de un peronismo no kirchnerista.

Unión por la Patria necesita blindar el voto peronista en los grandes centros urbanos como Rosario y Santa Fe, porque MIlei ya mostró capacidad de penetrar en los sectores de clase media baja y baja. 

Por eso para el candidato del oficialismo es relevante la acumulación de expresiones de apoyo de instancias sociales, educativas, de la salud y la cultura. Ayer se sumaron Newell’s y Central, que como el resto, rechazan convertirse en sociedades anónimas, idea que Milei acaba de decir que le gusta.

El apoyo del Partido Socialista fue un alivio para Massa, que se esperanza de poder retener buena parte del 9% de los votos que Schiaretti sacó en Santa Fe aliado con el PS. Mónica Fein, presidenta del Partido Socialista, y el diputado electo Esteban Paulón estarán en la platea presencia del debate presidencial, invitados especialmente por Massa.

El misterio santafesino radica en el resto de los votantes que llevaron a Maximiliano Pullaro a la gobernación. Es un universo cercano a 1.100.000 electores que en las generales se repartieron entre Bullrich, Milei y Schiaretti. El peronismo aspira a captar no solo voto del socialismo sino también de sectores de la UCR, sobre la base del rechazo a Milei que, entre otros, expresó la presidenta del Concejo María Eugenia Schmuck. Esta semana estará de regreso de su viaje a Europa el intendente Pablo Javkin. ¿Irá en el mismo sentido de sus aliados de Radicales Libres o por su papel institucional se posicionará equidistante?

Por lo pronto, Pullaro mantiene distancia y reafirma su rol opositor sea quien fuere electo. Es muy probable que esta semana oficialice su gabinete, lo que implica que enfrentará los micrófonos de la prensa con agenda abierta.

El poroteo de la elección provincia por provincia es importante, pero nada lo es como Buenos Aires. En el conurbano se juega la chance de Massa de llegar a la presidencia. Tiene que igualar la elección de Axel Kicillof y si es posible escalar algunos puntos más para compensar cualquier imprevisto en otro rincón del país. Si algún engranaje se desajustara en el vasto conurbano peronista, entonces Milei podrá calzarse el traje y empezar a transitar la alfombra roja de la Casa Rosada.