Hace 20 años atrás Rosario tenía otros planes. Alguien la imaginó como la Barcelona Argentina. Montados sobre el Congreso Internacional de la Lengua Española hubo un escenario con un brillo inspirador. Una ciudad puerto en un país agroexportador, que sin ser capital de su provincia acumulaba un movimiento productivo y comercial alto y cimientos históricos de producción de cultura. Ciudad universitaria, sin burocracia estatal, apasionada, independiente y con respuestas sensibles para atravesar las respuestas que se hacían desde la desigualdad social.

Detrás de cada rosarino había un artista escondido. En cualquier oficio o profesión. Arquitectos destacados en el mundo, médicos, juristas. Una espléndida ambición de ser creativos y sensibles: la ciudad donde hasta los linyeras tenían una referencia poeta: Cachilo, el poeta de los muros.

A los cronistas de aquel tiempo se nos vio corriendo detrás de Gilberto Gil o Ernesto Cardenal en la inauguración de aquel Congreso de la Lengua. En la misma esquina de Laprida y Mendoza (Teatro El Circulo), el Rey Juan Carlos I con Cristina y Néstor Kirchner (antes de la grieta), Fontanarrosa, Carlos Fuentes, Juan José Millás, José Saramago y los reyes de nuestros textos Angélica Gorodischer y Jorge Riestra, entre muchísimos otros.

Fue un evento bisagra. No sólo el “que” se hizo, sino “cómo” se logró hacer. El codo a codo de la rosarinidad desplegada para lograr el objetivo. Con disensos pero sin la guerra grieta de hoy, gobernaba Santa Fe Jorge Obeid (acompañado por un potente protagonismo de María Eugenia Bielsa), el municipio Miguel Liftschitz y el país, después de la crisis del 2001, Néstor Kirchner era presidente. Y sobre todo el “aporte” de empresarios que cuan mecenas se comprometieron con esa idea.

Veinte años después contamos otras historias los cronistas de este tiempo. Muy distintas. El periodista de guerra Gustavo Sierra escribió y editó en 2014 un compilado de textos sobre narcotráfico latinoamericano donde unía en su portada a Sinaloa, Medellín y Rosario.

Estigma Rosario. Hoy la ciudad es sinónimo de violencia y terrorismo narco.

Hacía solo un año (mayo 2013) que el crimen había ejecutado a Claudio Pájaro Cantero en las noches donde el líder de los Monos se asumía como el jefe de esas calles oscuras. Y ese episodio, tal vez, haya conjurado fuerzas que pudieron como un temeroso volcán desparramar su lava para todo y todos.

“El Estigma Rosario”, cargó con el ánimo de muchos. La ciudad universitaria, cultural, creativa y autoemprendedora convive hoy con la del terror que se viste con brillos al ritmo de un trapo sucio y "mal hablado”.

En este tiempo el poder en la calle no lo tiene ni el estado ni sus organismos de control sino la ley de la economía narco. Detrás de cada neón que brilla en una cartelera comercial hay billetes recién impresos pagando esa cuenta. Dinero no bancarizado que supura de la infección narco.

En los 80 la melancolía post dictadura se leía en los poemas de Abonizio. Mirtha de Regreso, el emblema del cancionero de ese tiempo contaba una historia de amor. El encierro como metáfora de la dictadura y regresos de la cárcel de un viejo ladrón.

Cuarenta años después, con Fito, Baglietto y Vilma Palma, marcando caminos de rosarinidad, apareció brutal y genuina Nicky Nicole cantando otra canción de amor de calle: Wapo Traketero. Su versión original tiene hoy domingo 136 millones de vistas en YouTube. Es la canción compuesta y producida en Rosario más difundida de todos los tiempos.

Su texto, emblema del quiebre, destaca a los chicos malos con armas en la cintura dispuestos a hacerse hombres para atraer a las pibas del barrio. La música no cambia el mundo pero cuando el mundo está cambiando hay una canción que lo cuenta.

Y eso pasó con esos tres minutos de Nicky Nicole. Los pibes de los barrios de ese tiempo (2018), ya están muertos o con suerte encarcelados engrosando las filas de un negocio sangriento.

No es un día para otro. Se necesitó de mucho cinismo, cobardía, complicidad e impericia para que Rosario, una ciudad que podía brillar por siempre, tenga hoy tanta sombra y crimen sobre sus calles.

¿Estamos lejos del narcoestado en Argentina? “Si no paramos lo de Rosario no vamos a estar tan lejos”, respondió ayer en Radiópolis el gobernador de Jujuy Gerardo Morales. “Hay que intervenir fuertemente el accionar de las Fuerzas de Seguridad, la justicia, el control de precursores químicos, y la atención a los adictos de los dispositivos sanitarios. El abordaje lleva tiempo. Si no lo hacemos vamos camino al Narcoestado. El presidente vive en otro país, en otra galaxia. No tiene conciencia del problema que tiene Rosario”, agregó.

Recordaba ayer el diputado provincial Carlos Del Frade que se cumplen 9 años del procesamiento de 36 personas, entre ellos 13 integrantes de las fuerzas de seguridad (11 de la Policía de Santa Fe, uno de la Federal y otro de Prefectura) como integrantes de una asociación ilícita que, entre otros fines, vendían drogas, asesinaban por encargo y tenían estrechas relaciones con las distintas fuerzas de seguridad, nacionales y provinciales, que supuestamente actuaban en el territorio para combatir esos mismos delitos. “Fue la primera causa que llevaría presos a los integrantes de Los Monos”, describió el legislador.

Según Del Frade“ lo más importante es un párrafo de aquella resolución de 408 páginas: “…la presente investigación ha permitido determinar que aquí, la asociación ilícita no existe para cometer tal o cual figura delictiva individual -o unas accesorias de otras-, sino a los fines de asegurar el control de ciertas zonas geográfica de la ciudad de Rosario y de ciertas personas y autoridades y el usufructo de dicho control, el ejercicio de cierto gobierno de facto por sobre toda otra autoridad”, dice el punto cuarto de aquel escrito de hace nueve años atrás. Gobierno de facto sobre tres barrios rosarinos: Las Flores, 17 de Agosto y La Granada a partir del año 2007, precisa aquella resolución judicial”.

Para el legislador e investigador periodístico “queda afuera la democracia. Las relaciones económicas, laborales, sociales, el dominio de las calles, las casas y hasta las celebraciones estaban manejadas por las bandas narco policiales. Desde entonces al presente ese el drama en varios barrios rosarinos. No es una cuestión militar. Se trata de recuperar la democracia en los barrios desde la política”.

Hoy, 9 años después de ese fallo, la economía del delito atraviesa todas las cajas, la del comercio, la industria, la doméstica y social, la política, la del control y la justicia. La rabia en ese perro es el dinero y le será muy complejo a quienes prometen “electoralmente” un futuro mejor cambiar ese estándar de ingreso. No hay vacuna a la vista y está claro que esa brasa ya no es solo una brasa encendida, es un voraz incendio que se lleva puede llevar puesto todo lo que alguna vez conocimos.

Rosario hoy: la otra ciudad.