“En la comisión a veces se confunde la pasión del hincha con el ser directivo, yo como tesorero sé cuándo un contrato es oneroso o lastima a la institución”.

Daniel Angelici surgió a la consideración política en Boca cuando renunció a la tesorería del club, que era conducido por Jorge Amor Ameal, por no aceptar firmar los términos del nuevo contrato de Juan Román Riquelme.

En 2014, el que renunció por el mismo motivo fue Jorge Sánchez Córdova, el tesorero de la gestión que presidía el propio Angelici.

“Estamos vendiendo el futuro del club. Todo para hacer lo que pide la tribuna. Tenemos la obligación de conducir a Boca para un futuro institucional mejor”, amplió.

El entonces tesorero saliente tuvo tiempo para agregar argumentos a su decisión.

La realidad es que la mayoría de los dirigentes vinculados al fútbol no están preparados, porque no se prepararon, para manejar una institución

“Me da la impresión de que tengo una responsabilidad y debo ejercerla. Como no estoy de acuerdo me tengo que ir... Así malvendemos el patrimonio futuro de Boca y todo para hacer lo que pide la tribuna”, repitió.

De los dos lados del mostrador, Angelici mostró ambas caras de un dirigente: el que se saca la camiseta y gestiona y el que sólo atiende el clamor popular como un hincha más.

No debe haber muchos hechos antipopulares más importantes en el mundo futbolero que no querer prorrogar un contrato a Riquelme en Boca, el máximo ídolo de la institución.

Sería como no renovarle a Palma o echarlo a Zof en Central. 

Asterisco: no se incluye a Bauza en el ejemplo porque al Patón sí lo echaron.

No ampliar el vínculo con Martino o dar de baja a Bielsa sería de lo más antipopular en Newell’s. Situaciones similares.

A Angelici aquella renuncia a la tesorería no le costó políticamente. Al poco tiempo fue presidente del club de la Ribera porteña por dos períodos.

“Estamos vendiendo el futuro del club. Todo para hacer lo que pide la tribuna”, resumió Sánchez Córdova sin saber, quizás, que lo que él trataba de evitar, casi ningún dirigente se anima a hacerlo por impericia o falta de jerarquía para gestionar una institución.

La excusa es que no es sencillo administrar las pasiones, que es diferente a cualquier otro emprendimiento. La realidad es que la mayoría de los dirigentes vinculados al fútbol no están preparados, porque no se prepararon, para manejar una institución.

Si las personas que son elegidas para conducir un club de fútbol no se sacan la camiseta antes de atravesar la puerta de la institución, no hay solución.

Cuando Julio Grondona asumió la presidencia de la AFA, jamás volvió a ir a la cancha de Independiente.

Muchos personajes del fútbol se resguardan detrás de la gran excusa: “Nosotros también somos hinchas”. Y ahí está el principal problema.

Una gestión no se puede llevar adelante por impulsos, por quedar bien con el clamor popular que casi siempre va en desmedro de la estabilidad institucional.

Muchos se cansan de decir que el escudo está por delante de todo. Pero después hacen todo lo contrario.

Son sólo palabras que terminan con los clubes al borde del colapso