La caída del presunto cabecilla narco Waldo Alexis Bilbao (45) ocurrida el pasado viernes en un departamento del piso 18 de uno de los monoblocks del Palomar, en barrio Martin, tuvo detalles cinematográficos. Para lograr su detención, desde la Central de Inteligencia y Operaciones Especiales (Ciope) se hizo un exhaustivo seguimiento a su pareja, que tenía arresto domiciliario y terminó siendo clave para la captura.

Guadalupe Torres Servín (33), pareja de Waldo, tenía domiciliaria –por estar al cuidado de tres menores– al estar acusada como la presunta presta nombres de la organización que integra Bilbao. Los agentes provinciales, por pedido del juez federal Eduardo Rodrígues Da Cruz, comenzaron desde finales de enero –por una serie de atentados donde dejaron su apellido escrito en notas mafiosas– a vigilar sus movimientos y sus conversaciones telefónicas, ya que habían logrado intervenir su línea.

Lo complejo de monitorear a Torres Servín radicó en que vive en un departamento situado en el piso 18, por lo que los policías encubiertos hicieron algo de película: por turnos, usaban una suerte de binoculares de gran alcance desde un auto estacionado en la vía pública con buen ángulo para llegar a ver el frente de la propiedad. El auto tenía techo de vidrio corredizo y los investigadores reclinaban el asiento para estar casi acostados para conseguir una buena visual. 

Guadalupe fue vista yendo al supermercado que está a la vuelta de su edificio. También llevando a sus hijos a la escuela. Pero nunca acompañada de un hombre. Por eso llamó la atención que semanas atrás ella pidiera por teléfono una caja de pastillas anticonceptivas a una farmacia. Para los policías, Waldo estaba agazapado en el inmueble.

El jueves pasado, la sospecha adquirió solidez, cuando desde los binoculares los investigadores lograron ver sobre el balcón la silueta de un hombre robusto. Sin certeza si era Waldo, se elevó la información al Juzgado federal, que dispuso el allanamiento que se concretó el viernes por la noche entre la Ciope y la Tropa de Operaciones Especiales. 

Una vez que irrumpieron, los uniformados fueron al baño y escucharon un ruido de una puerta lateral metálica que, al abrirla, tenía a Bilbao del otro lado.

Como el prófugo es hipertenso, rápidamente le subió la presión, por lo que su pareja sacó un tensiómetro para detectar su estado. Después de eso, los agentes recorrieron el domicilio y secuestraron tres celulares, que eran de los tres hijos. 

La mujer señaló desconocer dónde estaba su celular. No obstante, segundos después sonó y los policías lo incautaron: lo había escondido en la caja del tensiómetro.

Por su parte, el teléfono de Waldo fue localizado debajo del lavarropas que estaba en el baño, donde también estaba el escondite en caso de ser allanado, el que usó todo este tiempo cada vez que Gendarmería fue al domicilio a verificar si allí estaba Guadalupe –aunque se presume que no subían hasta el piso 18 en todos los casos–.