“Somos un grupo de psicoanalistas que desde el mes de marzo venimos pensando el lugar del psicoanálisis y de los profesionales de la salud mental respecto a la pandemia. Y lo primero que hicimos fue inaugurar espacios de escucha para trabajadores esenciales; es decir, donar horas de escucha psicoanalítica para aquellas personas que necesitaran por las cuestiones que la pandemia provocaba en relación al trabajo en salud; o en trabajadores de prensa. Es decir, ofrecemos un espacio de escucha para todo aquello que los afectaba a ellos y al desarrollo de su trabajo.

Nos fuimos dando cuenta en el transcurrir de la pandemia que emergían cuestiones propias del aislamiento; lo que significaba la soledad; lo que significaban, también, las dificultades para todas aquellas cosas que comienzan a tomar valor en la medida que se nos van restringiendo. Cuestiones cotidianas. Por lo que ampliamos el espacio de escucha hacia la población en general que quisiera y necesitara hablar con alguien sobre aquello que le estaba pasando en esta situación de pandemia.

Hace aproximadamente un mes comenzamos a recibir datos del aumento de contagiados y la cifra de muertos, primero en el país e inmediatamente en la provincia y en nuestra ciudad. Allí comenzamos a pensar en la tensión ejercida entre distintas cuestiones; por ejemplo, ´riesgo de contagio´, la ´seguridad de los pacientes´, la seguridad de ´los integrantes de los equipos de salud´; pero, también comenzamos a darle espacio al derecho de los pacientes a ser acompañados, el derecho al bien morir; el derecho de los familiares a despedirse de sus seres queridos y a poder realizar los duelos funerarios adecuados. Entendemos que se trata de cuestiones que están en tensión, ya que los cuidados sanitarios llevan a tomar medidas que no eran las habituales. Fijémonos que hasta los cadáveres son objeto de cuidados sanitarios, ya que hay protocolos para el manejo de cadáveres.

Vemos, entonces que los cuidados sanitarios se contraponen y se enfrentan en una tensión que nos ha tocado ver en casos concretos como el de aquel padre que no pudo despedirse de su hija enferma de una patología NO COVID, a quien le aplicaron las restricciones protocolizadas de una burocracia que es inflexible.

No desconocemos este nivel de tensión entre los cuidados sanitarios y los derechos de los ciudadanos. Me parece que es ese el campo en el que nos tenemos que estar moviendo, tratando que en las tensiones no se avasallen derechos, pero tampoco dejemos de cuidarnos.

Fue así que organizamos un Ciclo de Conversatorios; el que se llamó “Acompañar, despedir, hacer lo posible”; remarcando allí que “hacer lo posible”, implica hacer posible el acompañamiento y la despedida, pero también y además, reconocer las tensiones.

El día 12 de septiembre llevamos adelante el primer conversatorio, al que acudió el Director provincial de Salud Mental, el doctor Matías Marzocchi, con quien intercambiamos criterios sobre la necesidad de que, habiendo recomendaciones nacionales en vigencia del mes de agosto sobre el acompañamiento por parte de familiares de pacientes en sus últimas horas, era necesario que la provincia adhiriera a esas recomendaciones sobre el protocolo de acompañamiento y despedida. Cosa que se materializó el día 21 de septiembre, mediante el Decreto 0984, la Provincia de Santa Fe adhiere al Decreto de Necesidad y Urgencia de presidencia de la Nación donde están establecidas las recomendaciones a seguir.

Este hecho nos parece sumamente importante; ya que se autoriza el acompañamiento de los últimos días a familiares, infectados con COVID; o se contemplan situaciones excepcionales como el acompañamiento de parturientas o de niños y adolescentes, o personas afectadas de enfermedades de salud mental que requieran estar acompañadas y sostenidas por sus familiares. En definitiva, poder protocolizar estos tipos de acompañamientos significa hacerlo posibles.

El derecho a morir con dignidad es un derecho humano. Y la soledad en la que los pacientes infectados con COVID, es extrema ya que se interna solo, sin acompañante, no se permiten visitas. Tanto médicos como enfermeros entran muy pocas veces a las habitaciones.

Nos han tocado escuchar testimonios desgarradores de familiares relatando cómo debían presenciar cómo impotentes cuando se llevaban en ambulancia a un ser querido con el que perdían todo contacto. Los partes médicos se transmitían vía telefónica. Se trataba de alguien que tenía muchas chances de morir solo.

Esto requería una intervención de los profesionales que podíamos pensar estas cuestiones en las que la presencia, la compañía y la contención de un familiar acompañan a la persona en sus últimos momentos de vida. Se trata de una compañía afectiva imprescindible; la mayoría de esas personas temían morirse solos, sin siquiera pedir auxilio.

En realidad, todos morimos solos como nacemos solos pero lo central es poder contar con el auxilio de otro ser querido.

Cuento con dos protocolos de aplicación en la ciudad de Rosario, uno en el Hospital Modular de Baigorria y otro en el Hospital Privado; en ambos, los familiares que han podido ingresar por escasos minutos a acompañar a su ser querido internado. En uno de los casos, el familiar estaba en coma inducido con respirador; pero el solo hecho de hablarle, decirle esas palabras que han sido sumamente necesarias para ambos.

En estos protocolos ahora vigentes, el familiar puede acercar a quien yace un objeto que éste valoriza como una foto, un recuerdo. Esto que podríamos catalogar como un detalle oportuno a la hora de sentirse querido, reconocido, cuidado.

Por supuesto que las medidas de seguridad para los familiares a los que se les permite ingresar son estrictas, para los cuales tienen que firmar un consentimiento informado y legisla sobre el cuidado de esa persona que ingresa. Con lo cual se nota el esfuerzo de acercar lo que a primera mirada es tan contrapuesto que conlleva entre otras cosas al riesgo de contagios, la seguridad del paciente y la salud del resto de la comunidad, junto a respetar el derecho a bien morir y el derecho a despedirse de los seres queridos. Es como si pudiéramos armar una especie de trama que acerque sin excluir.

Que lo haga posible a ese encuentro tan humanamente necesario.

A los profesionales todos estos dispositivos nos mantienen conectados y nos acerca a una comunidad virtual pero efectiva para romper la sensación de archipiélago que la pandemia ha colocado a la humanidad. Tal como ocurre en nuestra ciudad. Por eso, todos los contactos posibles que podemos alcanzar, incluso, a riesgo de abusar de la tecnología, los juzgamos altamente recomendables.

Por supuesto que vamos a seguir extrañando los cuerpos, los abrazos, las manifestaciones de afectos”.

*Marité Colovini, directora de la Maestría Psicopatología y Salud Mental en la Facultad de Medicina de la UNR e integrante del Centro de Estudios e Investigación “Psicoanálisis y discursos contemporáneos” que se dicta en la Facultad de Psicología de la UNR.