Las pantallas forman parte del minuto a minuto de cada día y funciones como el GPS (muchas veces sin necesidad real) o extensiones como los auriculares también son utilizados en demasía. La vida digital impacta así en forma constante en los sentidos afectando a la atención, la memoria espacial y la sensibilidad sensorial.

“Recibimos ráfagas muy rápidas de información con poco contenido y a la red atencional le cuesta mantener la concentración”, explicaron en un comunicado desde la Universitat Oberta de Catalunya, España. Y añadieron que sucede todo lo opuesto a la lectura, momento en el que no ocurren notificaciones o interrupciones, colaborando directamente sobre la atención y otras funciones cognitivas.

Afectar a la orientación

Para los expertos, los hábitos pueden entrenar o atrofiar funcionalmente las redes cerebrales que se utilizan: "Con la vida digital solemos infrautilizar el hipocampo, clave para la memoria espacial y la orientación", y al utilizar y delegar en el GPS, "se está comprobando que somos menos capaces de orientarnos en un entorno".

La capacidad de ver y escuchar

Con las pantallas retroiluminadas y auriculares que ejercen una presión continuada, la sobrecarga de estímulos sonoros como notificaciones, mensajes, vídeos, música y ruido constante hace que el cerebro tenga que filtrar continuamente sonidos relevantes de los irrelevantes.

"Hay más ruido urbano y más audio en los oídos. Esa contaminación acústica y el uso de auriculares impactan en el sistema auditivo", indicaron.

Por su parte, en el sistema visual el impacto es simultáneo a nivel óptico, neurológico y cognitivo. La exposición a pantallas no solo afecta al ojo como órgano, sino que transforma la manera en la que el cerebro procesa la visión ya que exige más acomodación retinal, altera los ritmos biológicos o reorganiza la atención.

Los cambios que más llaman la atención se observan en el receptor (ojos y acomodación retiniana) a raíz de la exposición a pantallas, un ámbito que roza lo médico-ocular, pero que condiciona la entrada sensorial y, por lo tanto, el procesamiento cerebral.

En cuanto al gusto y el olfato, son sentidos cada vez menos utilizados: “No se trata de un deterioro súbito por el uso digital, sino de una priorización funcional, ya que la vida moderna exige más de visión y audición y menos de olfato y gusto”.

El rol del estrés

Por otra parte, existe un impacto directo en los sentidos a partir del estrés crónico. Éste inhibe la corteza prefontral que se encarga de la toma de decisiones o el control de la atención; inhibe el hipocampo y afecta a la memoria y a la regulación emocional; y potencia la amígdala que puede ocasionar una respuesta de ansiedad.

Como resultado, se observa una peor atención visual sostenida, una peor consolidación de la memoria y una mayor vulnerabilidad a la ansiedad: "El estrés nos afecta muchísimo a la capacidad de mantener la atención; el deterioro en la atención visual puede ser marcado".

Controlar los efectos negativos

En pos de evitar los efectos negativos, los expertos apuestan por la propiocepción -sistema que tiene el cuerpo para conocer cuál es su posición y orientación en el espacio- y la interocepción -la capacidad de sentir las señales internas del cuerpo (hambre, sed, dolor, latidos, entre otros )- infrautilizadas en la vida actual.

"Cuando nos paramos a escuchar el cuerpo, eso impacta positivamente en las emociones y en la función cognitiva", indicaron. En este aspecto, prácticas como la atención plena y la conciencia respiratoria son herramientas completamente accesibles y sencillas de aprender.

Hábitos que ayudan a proteger los sentidos

Para proteger los sentidos hay hábitos de vida que ayudan:

-Dormir mejor: El sueño consolida la memoria, recalibra las redes atencionales y ajusta el equilibrio emocional que modula la percepción. Objetivos: horario regular, luz natural por la mañana, limitar pantallas y audio intenso en la última hora.

-Gestionar el estrés: Cuando el estrés baja, la zona del cerebro que mantiene el foco (corteza prefrontal) y la que fija recuerdos y mapas mentales (hipocampo) trabajan mejor. Una forma sencilla de comprobarlo en casa es leer de veinte a treinta minutos seguidos en papel o en pantalla sin notificaciones.

-Entrenar la propiocepción y la interocepción: Rutinas diarias de ocho a doce minutos de conciencia respiratoria y corporal (tensión muscular, postura, equilibrio) ayudan a recalibrar la integración sensoriomotora y el foco atencional.

-Higiene visual y auditiva en entornos digitales: Pausas regulares lejos de pantallas cada veinte minutos, distancia correcta entre los ojos y la pantalla. En auriculares, establecer un volumen moderado, con descansos de cinco a diez minutos cada hora.

-Bases de conocimiento antes de exponerse a sobrecarga: La sobrecarga informativa penaliza la atención y el aprendizaje.

Fuente: EFE.