Jorge Libman es psicólogo, un profesional con oído atento que sostiene que “el hombre y la mujer, no pueden vivir sin creencias. Hasta el ateo cree, en este caso es su propia creencia. Es que él cree en su racionalismo que le sirve de sostén a su creencia, la  que le ayuda a sostener que ´todo es obra del ser humano, que no existe fuerza superior, ni Dios alguno; y que el origen del mundo ha sido producto de una azarosa explosión´. Él hace de esa explicación de la ciencia, su creencia. Todos tenemos creencias, sin ir más lejos, hoy uno de los motivos de sufrimientos mayores, la falta de trabajo que es  producto, en parte, de esta crisis económica terminal que atraviesa a nuestra sociedad, busca en San Cayetano encontrar la respuesta que no halla en otras explicaciones.

Es que el trabajo es un pilar que nos permite cubrir nuestras necesidades y las de nuestras familias y progresar en la vida. Ahí está, en esta época, presente, San Cayetano y nuestra creencia en lo necesario de su intermediación. Digamos que esta creencia sostiene a gran parte de los fieles creyentes que esperan que, por obra y gracia divina, puedan acceder a ese trabajo que tanto necesitan.

Las creencias sostienen a los seres humanos.

Y lo hace en distintos aspectos de nuestras vidas, por eso son fundamentales. Son muy fuertes, ya que si uno no creyera en uno mismo y en sus proyectos, si uno no creyera que ese árbol que está plantando va a crecer, si uno no creyera en el amor, en su capacidad para tener una familia, jamás intentaría acercarse al otro.

El escéptico, el que no cree en nada, es un nihilista.

Pero hay una categoría de incrédulos que son los desesperanzados. Hoy los vemos como parte del efecto de esta crisis política, económica, social y cultural que se vive en nuestro país, y en buena parte del mundo, la que nos muestra dos derivaciones de descreídos, los que caen en la desesperanza, en el pesimismo y en la depresión, a nivel individual y que da el fenómeno social de la resignación. Muchos están desahuciados y siguen la vida como por inercia. Tal vez con una esperanza oculta, lo que representa una creencia, de todos modos. Y se deprimen.

Y están los que, descreídos, se aferran a creencias sobrevaloradas y extremas que terminan fanatizándose y adhiriendo a relatos religiosos o políticos que aseguran la salvación, lo que hace que  la persona deje de pensar y se integre a una masa cuyo líder es promesa de salvación.

Debemos estar muy atentos al tema de las creencias; algunas de las cuales pueden hasta llegar a ser constructivas en algún aspecto, pero otras pueden llegar a ser muy riesgosas.

Lo paradójico es que es imposible no creer ya que nuestras creencias nos permiten sostener los proyectos a los largo de nuestras vidas; nos permiten creer en el otro, lo que abona la confianza tan necesaria en nuestros vínculos; ya que, quien es confiable es creíble y si lo es estoy creyendo en el otro. Otro en el que creemos que va a cumplir con lo que con ellos acordamos.

Estas creencias nos sostienen. Son pilares fundamentales en nuestras vidas, en nuestro accionar cotidiano. Lo que abona la credibilidad necesaria en toda comunidad.

Otra franja de la humanidad busca aferrarse a creencias sobrevaloradas de un relato que ofrece la salvación mágica para todos nuestros males. Y esto es peligroso.

Es de esperar que el individuo no se pierda en el tema de las creencias; éstas pueden ser un sostén para seguir, siempre que nuestro espíritu crítico evalúe las posibilidades con fundamentos sólidos.

El pensamiento crítico es fundamental ya que muchos descreídos y desesperanzados pueden ser víctimas del accionar de personas inescrupulosas que, ofreciendo un paraíso, terminan por conformar una estafa.

Por eso hago esta recomendación: a no perder nuestro juicio crítico para evitar salir defraudados, tomando todos los recaudos posibles.

Lo que no podemos dejar de creer es que, de las crisis, se sale con mucho trabajo, y mediante mucho tiempo en el que recurrimos a las construcciones colectivas.

Para seguir creyendo debemos crear colectivamente las condiciones para creer, con el norte puesto en el bien comunitario”. . 

*Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula, 2231. Consultorio, Alvear 1478, 3er Piso Rosario