Hace pocos días atrás, una noticia policial daba cuenta de un hombre que dejó encerrados a sus dos hijos de corta edad, dentro de su auto, para poder ir a bailar. Era un sábado. Y era de noche. Los detalles poco importan; lo que sí llama a reflexionar es sobre las responsabilidades de los adultos con los niños.

Rosario3.com fue en busca de la reflexión de Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica quien así se expresaba sobre sobre el tema: “primero veo el hecho como padre, luego como ciudadano; en ambos casos quedé azorado; intento analizarlo como profesional y recurro a los elementos que nos brindan los medios pero, además recurro a casos similares que hemos atendido. E inevitablemente hago un juicio que en mi caso parte de los derechos que protegen a los niños, los conocidos derecho de la infancia. Y veo en este hecho un comportamiento de absoluto descuido y de maltrato al menor. Por extensión asusta presenciar comportamientos en los cuales los niños son tratados como un objeto y no como personas, sobre las que debería haber un trato cuidado para brindarles seguridad, sobre todo. Este es un caso en el que un adulto priva de la libertad y expone al sufrimiento a dos niños pequeños con absoluta impunidad; en lugar de asumir su rol de cuidador, se ausenta a bailar. Me pregunto; para ese padre, ¿en qué categoría están sus hijos? ¿Serán objetos que pueden manipularse desaprensivamente?”

- ¿El adulto midió, en algún momento, las posibles consecuencias de su comportamiento?

- Es bueno el interrogante; lo que nos es posible ver es un trasfondo de un progenitor que tiene denuncias sobre maltrato y violencia; y, aquí, el papel de la justicia es de vital importancia. Parece que no se tomaron en su momento medidas preventivas que hubieran podido evitar que se cometan estos actos. Tengamos en cuenta que en este caso fue la policía la que actúo en el rescate de estos niños en situación de peligro.

Este hecho me lleva a que reflexionemos sobre ¿cómo son pensadas muchas situaciones que están en el campo del maltrato y de la violencia infantil? Y noto que siempre se pone en primer lugar el respeto a la autoridad y a los adultos por extensión; lo cual es imprescindible y necesario en una sociedad organizada. Pero entonces nos preguntamos ¿a los niños se los respeta?

Parece que estamos frente a una situación asimétrica. Valoramos el respeto al adulto y en contraposición, nos desentendemos del respeto al niño y sus derechos. Uno es socialmente aceptado y respetado; mientras que el otro queda librado a decisiones individuales.

- Jorge, en Rosario, tuvimos la oportunidad de conocer, escuchar y aprender de Francesco Tonucci quien pedía una ciudad a la medida del niño. Una ciudad diseñada, como la mayoría de las ciudades, por adultos para los adultos. Él siempre bregó por esa cuota de creatividad en la construcción de ciudades donde se tenga en cuenta al niño…

- …yo noto que vivimos en sociedades donde son los niños que tienen que adaptarse a los adultos y que no son vistos como personas y por eso son tratados despersonalizándolos. Por lo cual me hago las siguientes preguntas: ¿Los padres que dejan, aunque sea en unas pocas ocasiones y, aunque éstas no sean parte de su conducta habitual, en absoluto desamparo a los niños, tienen registro de lo que hacen; si no lo tienen, pueden ejercer la patria potestad sobre ellos y ejercer de padres que brinden el apego necesario y la seguridad imprescindible por tratarse de seres que pasan por la etapa de mayor vulnerabilidad?

¿El Estado y la Justicia pueden permitir que un padre o una madre que han tenido una conducta como la que nos ocupa, siga ejerciendo la paternidad sobre sus hijos, como si nada hubiera pasado?

Después hay que hacer frente a los efectos traumáticos que esa conducta paterna ha volcado hacia los hijos.

En esa conducta condenada socialmente está la semilla de futuros problemas emocionales de quienes fueron víctimas inocentes de conductas desaprensivas de adultos irresponsables. Esto genera confusión en el niño: ¿cómo, quien me cuida me abandona al peligro? Un niño no puede entender.

- Jorge, ¿cómo percibe la sociedad a estos comportamientos? ¿qué hacemos los adultos, más allá de la indignación que un hecho de esta naturaleza nos provoca? ¿qué nivel de riesgo ve la sociedad de este tipo de conductas?

-Creo que estamos en presencia de un síntoma social; se está perdiendo la atención a los niños. La dedicación y la atención hacia los niños, es algo que veo se está deteriorando; llevo mi hijo a los parques y he podido observar a padres con sus celulares dejando a los chicos que jueguen solos cuando por sus edades requerirían más atención y presencia. Enseñarles la autonomía y darles libertad no debe hacernos perder de vista el cuidado y la atención necesarios. Veo mucho nivel de desatención que me llama a reflexionar sobre el mismo. Que esto no lleve a confusión; estas conductas para mí marcan una tendencia social, la de adultos que atienden y priorizan otras cosas mientras están al cuidado de sus niños.

El hecho del que nos ocupamos debería alertarnos sobre cómo cuidamos, protegemos y nos ocupamos de nuestros niños para incorporarlos a conductas habituales. Esto nos llevaría a ver la conducta desaprensiva de este señor del que nos ocupamos hoy, y que la misma sea condenada; y, además, que la misma os sirva de llamado de atención para que esas conductas no se naturalicen y terminen pasando como simples anécdotas. La sociedad frente a estos casos debería producir hechos culturales que dejen en claro cuáles son los derechos de los niños que exigen nuestra atención y cuidado.

- ¿Qué hacemos los adultos, seamos padres o no, con respecto a esta desatención; a estas faltas de respeto y al mínimo cuidado de quien tengo a cargo?

- Si bien hubo un adulto que respondió socorriendo a los niños; hubo otros que nada hicieron y de algún modo convalidaron. Ahí es a donde este tipo de situaciones debe hacernos intervenir como ciudadanos responsables y ayudar a que se encuentre rápida solución.

Como corolario diría que, cuando un adulto responsable de un niño está con ellos debe priorizar la atención hacia ellos por sobre cualquier otra cosa. Hay que estar atentos y en disponibilidad para cuando nos necesiten y relegar a segundo plano otros intereses. Debemos, sobre todo, compartir sus juegos y que ellos sientan en todo momento que nuestra presencia aunque a veces discreta operará como un factor de protección y seguridad para ellos.

Este hecho es indignante, condenable y preocupante; y, como síntoma social, debería llamarnos la atención sobre otros hechos menos graves pero preocupantes, también, en los que queda en claro, la falta de atención y cuidado hacia los niños.

*Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula 2231, Instituto Pinel, Alvear 1478, 3er Piso, Rosario