El cáncer de ovario, que incluye también al de trompas de falopio y de peritoneo, puede tener pocos o ningún síntoma en sus primeros estadios. Esta cuestión hace que, sin ninguna dolencia, sea difícil la consulta y por ende el diagnóstico. 

A raíz del Día Mundial del Cáncer de Ovario, conmemorado este miércoles 8 de mayo, las distintas organizaciones y agrupaciones del mundo concientizaron sobre esta patología ya que su tasa de supervivencia es la más baja de los cánceres femeninos. En cuanto a su incidencia, es el octavo más común en las mujeres de todo el mundo y el séptimo más frecuente en Argentina, con 2.700 nuevos casos por año.

Evitar la detección tardía

Como los síntomas suelen presentarse en etapas avanzadas, todos los especialistas coinciden en que la mejor manera de asegurarse diagnósticos tempranos es realizarse estudios ginecológicos de rutina. 

La enfermedad puede provocar dolor abdominal o pélvico, distensión abdominal, sangrado vaginal, estreñimiento, diarrea, sensación de cansancio extremo, necesidad frecuente de orinar, aumento de la circunferencia abdominal, pérdida del apetito y dificultad para respirar, entre otros síntomas.

Seis factores de riesgo

Si bien no existe una causa exacta para el cáncer de ovario, se identificaron diversos factores que pueden aumentar el riesgo de padecimiento:

-Antecedentes familiares: madre o hermana que hayan tenido cáncer de ovario, útero o mama.

-Edad: las mujeres mayores de 50 años tienen un riesgo mayor. La mayoría de los cánceres de ovario se detectan después de la menopausia.

-Factores hormonales: no haber tenido hijos, no haber tomado anticonceptivos, comienzo de menstruaciones a edades tempranas o inicio de la menopausia de manera tardía.

-Factores genéticos: ciertos rasgos genéticos pueden aumentar el riesgo. Las mujeres con mutaciones en los genes BRCA1 o BRCA2 tienen un riesgo de desarrollar cáncer de ovario que va del 23% al 54%.

-Problemas ginecológicos previos: como quistes ováricos o endometriosis.

-Estilo de vida: obesidad, sedentarismo y tabaquismo.

Realizarse los estudios de rutina y prestar atención al cuerpo es sumamente importante para poder tratar la enfermedad a tiempo y de manera correcta. Algunos estudios como la ecografía abdominal y ginecológica, la resonancia magnética nuclear de abdomen y pelvis, la tomografía computada o un examen físico y de laboratorio pueden detectarla, pero la confirmación del diagnóstico se realiza con la biopsia quirúrgica.

Qué hacer en caso de tener el diagnóstico confirmado

En caso de ya presentar la enfermedad, además de los tratamientos específicos indicados, los especialistas coinciden en la importancia de:

-Mantener una alimentación variada y equilibrada basada en alimentos frescos, disminuir el consumo de alimentos procesados, grasas, azúcares y sal y tratar de mantener un peso saludable.

-Evitar el consumo de tóxicos, como alcohol, tabaco y drogas.

-Practicar ejercicio de manera regular y constante, como una caminata diaria de entre 30 a 60 minutos es beneficioso a nivel cardiovascular, además de que ayuda a mantener un peso saludable e influye en el estado de ánimo. También son muy recomendadas actividades como yoga y meditación, que permiten reducir los niveles de estrés.

-Respetar las horas de sueño y descanso. Es recomendable dormir un mínimo de 7 horas diarias.

-Acudir a los controles médicos cuando lo indica su oncólogo o ginecólogo.

-Es normal sentirse abrumada tras recibir el diagnóstico y durante el tratamiento, por lo que se aconseja buscar apoyo psicológico para acompañar el proceso y sentirse más contenida. En este sentido es muy importante el apoyo, acompañamiento y contención por parte del entorno familiar y amigos.

El avance de la medicina

En los últimos años se han desarrollado notables avances en esta patología, en especial en las herramientas de diagnóstico, como el PET-TC y la resonancia magnética con protocolo de peritoneo, que aportan una mayor precisión para estadificar a las pacientes y detectar recaídas antes de que se produzcan síntomas.

Las técnicas quirúrgicas también mejoraron, así como el perfeccionamiento de los profesionales que permiten cirugías más completas desde el punto de vista oncológico. Se desarrollaron nuevos fármacos que aumentan la efectividad de la quimioterapia, por ejemplo, los antiangiogénicos que se indican como mantenimiento luego de la quimioterapia o los inhibidores de PARP (Poli ADP ribosa polimerasa) también como mantenimiento.

Los tratamientos varían según el estadio en el que se encuentre la enfermedad y lo que recomiende el equipo médico. En la actualidad, existen múltiples herramientas terapéuticas para tratar a las pacientes con diagnóstico de cáncer de ovario. Entre las opciones disponibles, la cirugía tiene un rol muy importante en la evolución y pronóstico de las pacientes, principalmente cuando se puede realizar una extirpación amplia y completa de toda la enfermedad en manos de cirujanos entrenados en la patología. 

 

Fuente: NA.