Las adicciones son del resorte de la salud mental, por lo que quienes deben atenderlas son los profesionales preparados y entrenados para ese efecto.

“Las adicciones, como problema generalizado del consumo de sustancias, es un problema gravísimo en nuestra sociedad, que crece día a día como ocurre en todo el mundo. Cuando ocurre un caso resonante con repercusiones en la integridad física de las personas comprometidas, tanto quien padece la adicción como los terceros involucrados cuando son llamados a intervenir, el conjunto social se ve afectado y las reacciones no siempre son las convenientes”, sostenía ante la requisitoria de  rosario3.com, Jorge Libman, psicólogo, y profesional compenetrado y comprometido con el tema.

Las noticias de todos los días nos impactan de diferentes modos; algunas, más que otras. Y sobre ellas una catarata de juicios apresurados expresan condenas que muchas veces parten del desconocimiento por ignorancia y por miedo.

Por otro lado, se observa el bajo nivel de percepción social del riesgo. Hasta que estallan las crisis. Algunas alcanzan los primeros planos

Ante el desborde que, en los momentos de crisis afecta al adicto, en general se responde reprimiendo y muchas veces con la fuerza policial que, en su mayoría carece de entrenamiento adecuado para reducir a las personas en esos momentos críticos.

Para Jorge Libman, “el tratamiento de las adicciones debe ser abarcativo e interdisciplinario, por tratarse de un problema complejo que, todos sabemos, llega al deterioro de la persona adicta, el de sus familias y el de sus allegados; genera y predispone a actos violentos, con los que se ponen en riesgo tanto, la integridad del adicto como la de terceras personas.

En algunos casos los enfermos se desconectan de la realidad y llegan a diferentes grados de psicosis, haciéndose incontrolable su conducta, para lo cual requiere una internación.

Siempre que estemos frente a un caso grave como el que tomó estado público hace unas semanas, requerirá atención psicoterapéutica y atención psiquiátrica; y, en muchos casos, una institucionalización; todo lo cual dependerá de los niveles de gravedad de la adicción y de la red de apoyo social y familiar con que cuente ese adicto; además del grado de conciencia que ese adicto tenga de su enfermedad.

Se lo debe ver caso por caso; ya que hay sustancias que son fuertemente adictivas como la cocaína, la heroína, las sustancias alucinógenas, las que requerirán algún tipo de internación con la continuidad en un tratamiento en una institución especializada con profesionales competentes formados adecuadamente.

POR DÓNDE EMPEZAR

Lo primero que tenemos que entender es cómo funciona la mente de un adicto y que relación estableció el adicto con el objeto adictivo. En nuestro país y en el mundo hay sustancias que se han naturalizado en su uso social y cuentan con la permisividad social y que no están penadas por la ley, y da la sensación a la sociedad que su consumo no constituye un riesgo. Éste es un concepto erróneo.

Saliendo de las sustancias adictivas, existen adicciones a las comidas, al consumo excesivo, a las compras, al juego, al trabajo, al uso de las pantallas, cuando representan comportamientos evidentemente abusivos.

Lo primero que hacemos es analizar cómo se establece esa relación, adicto / objeto adictivo; si se ha establecido una dependencia patológica, que lo lleva a necesitar de él para contener, regular, calmar sus emociones que les resultan intolerables e inmanejables. Siempre debemos tomar el caso con mucha seriedad, atención, y profesionalidad, por lo que debemos estar atentos cuando se intenta razonar sobre que ir al shopping o al casino todos los días es menos grave que consumir sustancias; o que, fumar marihuana todos los días, no es tan grave como tomar alcohol en exceso. Éstos son conceptos erróneos de los que debemos ayudar a salir al adicto, a su familia y a su red de ayuda.

Las adicciones a objetos que no son sustancias resultan tan riesgosas como las adicciones a las sustancias químicas; como, por ejemplo, comer compulsivamente y en exceso, o en defecto, práctica que está muy extendida y causa mucho daño con efectos destructivos a mediano y largo plazo.

CONSUMIR, CONSUMIR, CONSUMIR

Quizás estemos en presencia de un grave problema a nivel psico social: La estimulación al consumo está muy extendida y existe una población vulnerable y una sociedad poco atenta que no percibe el riesgo, la que en muchos casos está mal o deficientemente informada. De lo cual no son ajenos gobernantes, funcionarios, sistema judicial, policía, instituciones y organizaciones sociales, todo lo cual conspira contra los esfuerzos que muchas veces, en soledad, llevan adelante instituciones especializadas tratando de combatir este flagelo.

Hoy el marco legal que rige la atención de estas situaciones que van más allá de la atención ambulatoria, como pueden ser las internaciones, se ven combatidas por lo que creo es un concepto erróneo, el que se da por ignorancia y, tal vez, por prejuicio ideológico; ya que asocia internación al regreso de lo que fueran los manicomios. Siendo la internación lo que en casos extremos requiere un adicto en estado de crisis.

En el caso que tomó relevancia hace unas semanas, se sabía la cronicidad de estos hechos repetidos y que sus manifestaciones habían sido graves y reiteradas, con consumos de sustancias. Era evidente que su entorno familiar ya no lo podía contener; y él, no podía recibir el tratamiento adecuado. Esto contribuyó a dejar en evidencia a un sujeto peligroso para sí y para el resto de los que pueden llegar a intervenir.

Creemos que el estado y la justicia deberían proveer los recursos. Esto, creo, no es una cuestión de discusión ideológica, son datos objetivos a los que la sociedad se enfrenta cotidianamente y en algunos casos, con resultados lamentables. El debate ideológico se debe concentrar en la manera que se administran y usan esos recursos, los que siempre deberían estar en mano de profesionales entrenados que califiquen para tal fin.

EL ROL DE LA SOCIEDAD

La población debería, además, poner atención en la conducta adictiva que la sociedad en su conjunto tiene, sobre todo lo referente al consumo; a la necesidad de encontrar para todo, la satisfacción que no se puede posponer; al uso adictivo de la tecnología y del ejercicio del poder en sus diferentes estamentos. Vivimos en una sociedad con niveles de adicción altos. Tal vez fomente los consumos adictivos para calmar, para contener, para anestesiar y hacer soportables una vida muy difícil de sobrellevar. Si la sociedad no se hace cargo de sus conductas adictivas difícilmente pueda peticionar políticas de estado que se orienten a prevenir y formar profesionales para atender este fenómeno que, en el país y en el mundo, es un flagelo, y que la pandemia ha puesto en mayor evidencia.

Pero tampoco debería indignarse en el grado en que lo hace, por ejemplo, en este último caso del cantante popular, en el que, el conflicto desembocó en la fallida actuación policial. . 

El adicto tiene un déficit en su propio capital psicológico para manejar sus emociones, de contener esa necesidad de consumo y el impulso de satisfacción inmediata que, por otra parte, la misma sociedad fomenta, no dejando espacios para tolerar las emociones dolorosas e incluso las placenteras. Carecer de la paciencia que exigen los problemas que tardan en encontrar soluciones. Parecería que todo debe ser coagulado, y suprimido para lo cual lo más rápido es recurrir a los objetos adictivos que brindan respuesta inmediata y refuerzan su poder de agentes de la adicción.

 *Jorge Libman, psicólogo, especialista en psicología psicodinámica, matrícula 2231 Consultorio, Alvear 1478, 3er Piso, Rosario