Un estudio argentino detectó que durante el pico de coronavirus en 2020 la proporción de personas fallecidas en terapia intensiva fue mayor que en los meses anteriores, a pesar de que había más experiencia sobre cómo tratar a los pacientes, "lo que permite inferir que el estrés del sistema sanitario puede implicar más muertes al igual que se observó en otros países", señaló la autora del trabajo publicado en The Lancet.

"Lo que encontramos fue que la mortalidad fue creciendo a lo largo de los meses entre abril y octubre; esto se calculó como porcentaje de fallecidos sobre los que ingresaban a Unidades de Terapia Intensiva (UTI) en cada mes", detalló hoy a Télam la médica intensivista Elisa Estensoro, autora principal del estudio.

Según precisó la especialista, la mortalidad en UTI de abril fue del 47%; en agosto del 62%; en septiembre del 65% y en octubre del 61%; el promedio de todo los meses fue del 57%.

“En principio uno podría pensar que la mortalidad fue mayor en los últimos meses porque los pacientes estaban más graves pero no es así. De hecho los pacientes estuvieron más graves al principio según los parámetros que usamos en UTI en base a dos escalas que contemplan distintos indicadores (Apachei II y SOFA)”, describió Estensoro.

La autora del trabajo señaló que "sorprendió encontrar que la mortalidad fuera mayor en los meses más avanzados de la pandemia porque lo que esperábamos ver es que hubiera disminuido por el aprendizaje sobre cómo tratar a los pacientes, pero no fue así y por el contrario aumentó”.

"Lo que se lee de esta situación y de otras experiencias en el resto del mundo, particularmente de trabajos realizados en hospitales de Estados Unidos e Italia, es que en los meses de los picos de la pandemia la mortalidad tiende a subir como reflejo del estrés del sistema de salud”, detalló.

Estensoro describió que, “si bien en Argentina no hubo colapso del sistema sanitario durante la primera ola y tampoco tuvimos personas con asistencia respiratoria mecánica (ARM) fuera de las UTI más que en los momentos previos a su ingreso en terapia intensiva, el sistema sanitario tuvo momentos de muchísimo estrés”.

Entre las razones de esta situación durante 2020, destacó “la reducción de personal como consecuencia de que se enfermaba o tenía que ser aislada, la ocupación cercana al 100% en algunos momentos, y que los pacientes con patologías como la Covid requieren mucho trabajo”.

Estas causas coyunturales se suman a una situación estructural que sucede a nivel mundial: la falta de médicas y médicos intensivistas.

“Son muy pocos las y los recién recibidos que quieren seguir esta especialidad porque está asociada a un modo de vida negativo, con guardias de 24 horas (aunque ahora se plantean 12 y 12), sin buena remuneración y con bastantes desafíos porque hay una innovación tecnológica que es muy intensa “, precisó.

El trabajo que puede leerse en https://www.thelancet.com/journals/lanres/article/PIIS2213-2600(21)00229-0/fulltext#%20, abarcó entre el 20 de marzo y el 31 de octubre de 2020 a 1.909 pacientes con ventilación invasiva con Covid-19 confirmado por PCR ingresados en 63 Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), uno de los más grandes realizados hasta el momento.

Además de evaluar el porcentaje de mortalidad en pacientes en UCI, el estudio permitió realizar una evaluación integral de los factores de riesgo, los marcadores de la gravedad de la enfermedad, los patrones de cambio en las variables respiratorias, el uso de estrategias de protección pulmonar, las complicaciones, las causas de muerte y los factores pronósticos.

En relación a estos factores, el trabajo relevó que los pacientes tenían una mediana de edad de 62 años, eran predominantemente hombres y tenían comorbilidades de las cuales hipertensión arterial (46,9%), obesidad (44,4%) y diabetes (29%) fueron las más frecuentes.

Los pacientes permanecieron en el hospital después del ingreso durante una mediana de 1 día antes de ser admitidos en la UCI, en tanto que los síntomas duraron un promedio de 5 días antes del ingreso hospitalario, siendo los más comunes disnea, fiebre y tos.

“Una enseñanza que debe quedar de la pandemia es que las personas que trabajan en terapia intensiva (tanto médicos como enfermeras, camilleros o personal de limpieza) de alguna forma tienen que ser reconocidas tanto desde lo económico como en el diseño de formas de trabajo que sean más compatibles con una vida normal, y tener en cuenta el estrés en los regímenes jubilatorios”, concluyó Estensoro.