El jefe de obstetricia del Hospital Británico, Humberto Velázquez, aseguró hoy que “es muy baja” la probabilidad de que una mujer o persona gestante con carga viral indetectable trasmita al virus del VIH al bebé en el momento del parto, ya sea natural o por cesárea.

En cambio, el especialista consideró que la lactancia materna debe ser “suprimida” incluso en estos casos, para no correr riesgos, pudiendo ser sustituida “con leche materna de banco (de donaciones) o artificial”, de fórmula.

“Hoy, la probabilidad de infectar al bebé en un parto vaginal con carga viral indetectable es muy baja, de sólo 0,4%”, dijo en diálogo con Télam.

Al inicio de la pandemia, estos partos “se hacían sí o sí por cesárea”, pero “las cosas han cambiado mucho” y la evidencia demuestra que “el bebé no tiene por qué infectarse” en el momento del parto, si la paciente tiene una carga viral indetectable.

“En el caso de que la carga viral sea superior a mil copias, o sin estar en trabajo de parto rompa la bolsa y no desencadene el parto rápidamente, o de un tratamiento (atirretroviral) incompleto (menos de seis semanas), se recomienda cesárea”, dijo.

Respecto de la transmisión vertical, es decir, la que se produce de madre o persona gestante al bebé, ésta se puede producir tanto de manera “transplacentaria”, como a través de la leche materna o a través del parto en el caso de que no se hayan podido seguir todos los cuidados porque, por ejemplo, la embarazada fue diagnosticada o empezó el tratamiento antirretroviral menos de seis semanas antes del parto.

“Como el virus puede atravesar la placenta, el bebé se puede infectar durante el embarazo y no necesariamente en el momento del parto, cuando el peligro de transmisión vertical es mucho mayor por mayor movimiento de secreciones y de sangre, ya sea por parto o cesárea”, dijo.

En el caso de mujeres embarazadas que viven con VIH, el médico diferenció dos situaciones: “una cosa es la paciente que se conoce (VIH positiva) y está siendo tratada, otra es que sea diagnosticada al comienzo (del proceso gestacional), y otra que el diagnóstico se de en la etapa final” de esos nueve meses.

Las mujeres VIH positivas que quieren buscar un embarazo, “tienen que ser asesoradas en consulta preconcepcional por el infectólogo y su obstetra” respecto de la mejor manera de llevar adelante esos planes sin riesgos, agregó.

“El obstetra le va a pedir al infectólogo que trate de poner a la paciente en la mejor condición posible antes de embarazarse, es decir, que tenga carga viral más baja y, si es posible, indetectable, con las drogas que esté recibiendo en ese momento”, dijo.

El especialista explicó que durante el embarazo, “la paciente debe mantener el tratamiento”, aunque “con un esquema que no perjudique el embarazo”, porque ésta es “una manera de prevenir la transmisión vertical, porque estamos cubriendo a la paciente con drogas, algunas de las cuales traspasan la placenta y protegen al bebé” del VIH sin provocarle daños.

Pero si la paciente desconocía el diagnóstico hasta realizarse la determinación de VIH solicitada por los médicos como parte del primer control de embarazo, “identificamos la carga viral y el tratamiento se comienza -de ser posible- después de la semana 14”.

“Cuando llega el momento del nacimiento hay que hacer esquema de protección, con una carga de AZT a la madre que se debe iniciar cuatro horas antes de que el bebé nazca, tanto por parto natural como cesárea. Y una vez que nace, está indicado hacerle tratamiento al bebé con AZT durante cuatro a seis semanas”, dijo.

El caso de mayor riesgo es el de aquella mujer diagnosticada con VIH con seis o más meses de embarazo porque “vino tarde al primer control” o salió negativa al inicio del embarazo y positiva al repetirle el examen al final del proceso.

“El problema que tenemos ahí es que para que el tratamiento sea efectivo y prevenga la transmisión vertical se necesitan seis semanas, por lo cual esa paciente sería más de riesgo porque no te alcanza el tiempo” (en caso de que el bebé sea prematuro), dijo.

Respecto a la concepción, el médico diferenció las estrategias que deben seguirse según se trate de una pareja de dos personas positivas, o de una pareja “serodiscordante”, ya sea porque solo la mujer o el varón fue diagnosticado con VIH.

En el caso de dos personas positivas, “la concepción será natural, mediante una relación sexual convencional sin preservativo, con carga viral baja e indectable”.

“Si el hombre es negativo y la mujer positiva deberían tener relaciones con preservativo (o el hombre masturbarse), y volcar el semen con una jeringa dentro de la vagina de la mujer”, dijo.

“En cambio, si el hombre es positivo y la mujer negativa, se ‘lava’ el esperma obtenido con sustancias que separan el virus y se eligen el material libre de esa contaminación para inseminar a la mujer, ya sea por inseminación artificial o por fertilización in vitro”, dijo.

“La idea de los tratamientos (de fertilidad) es lograr que una pareja serodiscordante, ya sea él o ella positivo, consigan tener un embarazo sin el riesgo de transmisión de HIV entre ellos o al bebé”, aseguró la directora médica de la clínica de fertilidad WeFIV, Natalia Fernández Peri.

La especialista explicó que en casos de varones negativizados, es decir sin detección de virus en sangre, “existe la posibilidad de tener relaciones sexuales programadas de forma puntual durante la ovulación de la mujer” aunque “esta situación puede llevarse a cabo únicamente con autorización y expresa aprobación del infectólogo tratante”.

Por otro lado, explicó que “no existe ninguna indicación específica de que una persona con HIV deba preservar su fertilidad” y más bien “el procedimiento está vinculado a la edad en la que la mujer desee ser madre”.