Imaginá que pudieras ganarte un buen dinero por llorar en un funeral. Parece una idea incómoda, pero en China, entre otros países, podés hacerlo y pagan tan bien que podrías mantener a tu familia con tus lágrimas.

Las “plañideras” tienen una larga tradición en muchos países asiáticos y en América Latina. Además, su uso puede rastrearse hasta la antigüedad.

Lo registros más antiguos de esta práctica se remontan a Egipto, donde se les llamaba yerit y era una tradición que pasaba de madres a hijas. Su atuendo típico era una túnica azulada con los pechos descubiertos y debían llevar los brazos en alto como signo de desesperación.

También la cultura griega refiere a las plañideras en la tragedia de Las Coéforas, donde un grupo de mujeres vestidas de negro acompañan a Elektra al entierro de Agamenón.

Otras culturas, como la romana, adoptaron la tradición y la llevaron a otro nivel: las mujeres se arrancaban los cabellos o se arañaban la cara. Entre más mujeres había, más importante era el fallecido y se implementó el uso de lacrimatorios, donde ellas vaciaban sus lágrimas y las enterraban con los restos.

En el Antiguo Testamento, las plañideras son las encargadas de facilitar la entrada al cielo. En el libro de Jeremías, Dios pide que haya plañideras que lloren por el pueblo de Israel.

Aunque haya tradiciones que se parecen en todo el mundo, su uso y valor culturales son diferentes. En Taiwán, por ejemplo, una plañidera es, incluso, una especie de celebridad: Liu Jun-Lin es la plañidera más famosa de aquel país, aunque su fama no ha frenado el declive del uso de su profesión.

En diversas comunidades españolas se rescató la tradición a principios de 2010 luego de haber sido prohibida en el siglo XVIII. En la actualidad se hace con el permiso de sacerdotes de parroquias rurales.

En México incluso se organiza un Concurso Nacional de Plañideras en el estado de Querétaro como parte de los festejos de Día de Muertos. La ganadora recibe un premio en efectivo y solo puede dejar de llorar cuando recibe el dinero.