En la marcha de la economía argentina lo urgente suele concentrar la atención y deja postergado el abordaje de los temas de mediano largo plazo, hasta que éstos estallan en la cara y el margen para resolverlos de manera correcta es muy acotado, precisamente, por esa falta de anticipación.

Y con la transición energética que está atravesando el mercado global, que va hacia el uso de fuentes más sustentables, puede ocurrir lo mismo. Es que la Argentina tiene las condiciones naturales para quedar del lado de los países que resulten beneficiados por el proceso al convertirse en proveedor de las nuevas fuentes de energía, pero le falta capital para las millonarias obras de infraestructura en producción y transporte que permitirían concretar el salto.

Ocurre que mientras la agenda política y económica del país se centra en la puja sobre cómo desactivar los millonarios subsidios a la energía, puntales del crónico déficit fiscal nacional, sin provocar tarifazos de magnitud que sacudan a los consumidores y aborten la recuperación productiva, a nivel mundial el reto más importante que se discute sobre el tema es cómo encarar ese proceso de transición energética que busca para 2030 haya una fuerte reducción en la emisión de carbono en base al uso de energías renovables, eficiencia energética, combustibles verdes y la generación a gran escala hidroeléctrica, nuclear y centrales térmicas a gas natural.

¿Qué es la transición energética?

“Para comprender sencillamente que es la transición energética y como nos afecta, podemos decir que está muy vinculada al medio ambiente y a la temperatura de nuestro planeta, el cuál se esta sobrecalentando. Para alcanzar el objetivo de disminuir dicha temperatura, la herramienta principal es la transición energética, o sea, cambiar de un sistema energético radicado en los combustibles fósiles a uno de bajas emisiones o sin emisiones de carbono, basado en las fuentes renovables y, principalmente en la electricidad”, resalta Alberto Rosandi, especialista en mercado energético y asesor de la Federación de Industriales de Santa Fe (Fisfe).

“Lo que debemos comprender entonces son las implicancias que tiene esta temática para Argentina. La cantidad de sectores, factores económicos, cadenas productivas y componentes estratégicos de soberanía nacional que serán afectados y que son innumerables”, agrega el titular de la consultora Eiys.

En efecto, la transición energética va a traer un cambio geopolítico importante. Si el Reino Unido fue la potencia dominante en el siglo XIX gracias al carbón que permitió la revolución industrial, y EEUU fue la potencia preponderante del siglo XX después de la adopción del petróleo como fuente de energía principal, la gran potencia del siglo XXI probablemente será aquella que fabrique la tecnología renovable que necesiten el resto de los países.

“La transición energética va a generar un cambio importante respecto a los recursos energéticos y la dependencia entre países. Hasta ahora se ha estado comprando o vendiendo recursos energéticos: es decir combustibles y sustancias que se almacenan como energía y también electricidad, por lo tanto, con lo que se estaba comerciando era con energía. El carbón, el petróleo, el gas natural e incluso el uranio son recursos energéticos, y necesitamos consumirlos para generar energía. o. El recurso energético no va a ser un bien que consumamos y que debamos regenerar; van a ser los propios recursos naturales que tenemos en nuestros países, y que son virtualmente infinitos. El sol, el viento, el agua y otros recursos van a convertirse en nuestra fuente de energía principal y el país que tenga estos recursos tendrá una fuente inagotable de competitividad”, analiza Rosandi.

Oportunidad para el país

En ese contexto, América Latina tiene mucho por ganar porque la mayoría de los países latinoamericanos tienen muchas de las materias primas que requerirá la transición energética. “Argentina tiene factores determinantes parar ser eficaz en el desarrollo energético futuro. Pero esos factores, como son Vaca Muerta y las energías renovables (entre otros), son gracias a la disponibilidad de recursos naturales; pero también debemos de observar y analizar la disponibilidad de los recursos financieros que tenemos a través del presupuesto nacional, los sistemas de información con que contamos, las capacidades de infraestructura y logística asociada que disponemos y las que nos faltan”, resalta el analista.

Alberto Rosandi, consultor del mercado energético y asesor de la Federación de Industriales

“Es que además de los recursos también es necesaria infraestructura para transportarlos, y tecnología para poder convertirlos en energía. Pero para ello, debemos tener buenas reglamentaciones y buenas prácticas regulatorias. La independencia energética se puede conseguir, pero exigirá buenas reglas y una clara política energética”, destaca Rosandi. Y de esa forma deja planteado los dos desafíos: una normativa que apuntale el proceso de transición y una ambiente de negocios que active las millonarias inversiones en infraestructura que se necesiten. De lo contrario Argentina perderá esa oportunidad que significa la transición energética para su real soberanía económica.

“Es evidente que cumplir con las metas anunciadas va a requerir reformas de política ambiciosas, además de un enorme portafolio de proyectos y obras de infraestructura. Para eso Argentina debe trabajar fuertemente en un plan energético de largo plazo.; el camino a recorrer deberá contar con una profunda planificación que permita el cumplimiento de los objetivos ambientales, energético y sociales, de modo que tanto las regulaciones como las inversiones que se implementen, se plasmen de manera eficaz”, recomienda el consultor.

Un ejemplo: para que en Argentina puedan circular autos eléctricos, como ya ocurre en otros países de la región (como Brasil y Colombia que, si bien en estado incipiente, ya tienen corredores habilitados) se necesita la infraestructura para la carga de los mismos. Y por eso es imposible que se produzca una transición energética si la infraestructura no está adaptada a las necesidades del futuro sistema energético.

Pero no sólo se trata de inversiones. La evolución hacia una matriz energética más limpia en términos de emisiones involucra también la reducción de la intensidad energética, que se logra a través de la mejora en eficiencia energética y la utilización de vectores energéticos des-carbonizados y eficientes.

“Los sistemas de gestión de la energía y auditorias energéticas en el sector industrial muestran un gran potencial de ahorro a través de inversiones bajas en montos y rápidos repagos. El recambio tecnológico a equipos más eficientes también permitiría lograr avances significativos en materia de intensidad energética y emisiones”, dice Rosandi.

Otro elemento importante que ya mencionamos para bajar las emisiones es un transporte más amigable con el medio ambiente. Ahí la Movilidad Eléctrica tiene el potencial de enfrentar algunos de los efectos causados por la movilidad convencional y constituye un camino importante para alcanzar la sustentabilidad ambiental.

“La creciente digitalización de las infraestructuras ya permite una gestión inteligente de la red y la respuesta de la demanda; se requiere entonces, un marco coherente para la respuesta de la demanda que permita la carga inteligente de los vehículos eléctricos, incentive la carga durante las horas de menor precio de la electricidad y permita una gestión activa de la red por parte de los gestores de las redes de distribución”, explica el consultor.

El reto

“En definitiva lo que se observa es que el mundo avanza, a diferentes velocidades, hacia la pretendida neutralidad en la emisión de gases de efecto invernadero; en Argentina, quedan muchos proyectos por trabajar que deben de producir previsibilidad, reglas claras y estabilidad, creando las condiciones de competencia, precio y garantía de suministro. Y a modo de criterio general y muy especialmente, considerando la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el país debe sancionar una ley de Transición Energética”, enfatiza el analista.

“El reto para América Latina y en especial para Argentina, es ver cómo va a desarrollar esta transición, para la que tiene los recursos naturales, pero no el capital ni la tecnología, cómo generar un desarrollo inclusivo y, también, cómo evitar caer en la trampa de los recursos naturales que ha frustrado la consolidación del desarrollo de muchos países. Las condiciones naturales del continente son inigualables y tiene el potencial para competir con Europa en ser la región pionera en alcanzar un sistema energético casi totalmente descarbonizado”, concluye Rosandi.