El fiscal Matías Edery hace una parada antes que el auto y su custodia lo dejen en casa. Pizzería Los Inmortales: pizza al molde en un bodegón hermoso. Está claro que ningún dolor de este tiempo podrá soportar que una fugazzetta acomode las cosas. Y el fiscal lo sabe. Después de un viernes atrapado en el tribunal con el inicio del nuevo juicio contra el delincuente más activo del crimen organizado de Santa Fe esas porciones anestesian los “males del expediente”.

Camina unos pasos desde el auto al mostrador y consciente que va a llamar la atención pide rápido: lleva puesto sobre su clásico traje de trabajo un chaleco antibalas. “Sugerencia de la custodia”, dice. Cuarenta y ocho horas antes del inicio del nuevo proceso contra “Guille” Cantero, su ámbito laboral recibió la  veloz visita de nuevos sicarios contratados para intimidar con una nueva balacera contra el edificio de Justicia Penal.

El chaleco antibalas como un emblema de indefensión. La bandera más acabada de una derrota institucional. El fiscal compra pizzas con un chaleco porque las fuerzas de control no podrían contra la fantasmagórica presencia de motos, sicarios y armas fogoneantes disparando contra nuestro modo de vida. “¿Los nuevos terroristas urbanos?”, los había definido un ex ministro de seguridad. Puede ser y mucho más.

Para el médico psiquiatra Juan Manuel Sialle muchos de los personajes del mundo del hampa rosarino son “los nuevos enfermos mentales de la sociedad”. “Deberíamos atraparlos y llevarlos a un manicomio. Tienen el estándar esquizofrénico maniático. Y la mayoría ha desarrollado la psicopatía. Es esa experiencia de la personalidad que se construye, no se hereda genéticamente. Se va construyendo en círculos de cultura”, analiza.

Mientras Guille Cantero hacía su show en el tribunal, presentándose como una persona que “trabaja de contratar sicarios para disparar contra jueces”, sobre sus espaldas pesan penas que posiblemente evitarán que salga libre alguna vez. Está claro que va camino a morir entre rejas, aunque eso parece no ser tema que preocupe.

Los fiscales están pidiendo para el líder de Los Monos 24 años de prisión (que se le suman a otras varias decenas que ya acumula) sobre delitos cometidos desde la cárcel. El home office carcelario le ha permitido  hacer y deshacer trabajos a distancia sin que nadie evite consecuencias. Un modo de vida que derrama mucho de su caudal criminal empresario en una población muy leal al “jefe”.  

Para Sialle casos como este muestran claramente que hay “personas que no desarrollan la experiencia de la culpa. La culpa nos hace reprimir de acciones reprochables ¿Por qué estas personas no sienten culpa? ¿Por qué no experimentan remordimiento ni dolor? No se arrepienten sino todo lo contrario. Disfrutan orgásmicamente la concreción del delito“.

Sin remordimiento ni culpas los criminales rosarinos exponen sus obras al gran público. Para el fiscal Matías Edery el show judicial montado por Cantero es parte de su propia personalidad. “Es chistoso, repite esas frases sabiendo que hay repercusión”, dice. “Se busca ese impacto, porque en prisión se jerarquiza eso. Hoy entre las rejas es un poquito más poderoso”, agrega un funcionario de la Seguridad de Santa Fe.

Mientras los vecinos de Rosario organizan sus vidas en medio de una ciudad atravesada por estos dislates, a la dirigencia política le da urticaria saber de su impotencia. Navegan las campañas con frases de ocasión para evitar que las esquirlas sacudan sobre sus promesas. Para el psiquiatra Sialle hay que plantear un abordaje terapéutico al mundo criminal. La guerra armada contra el mundo del hampa (incluso con solución terminal de sus máximos actores: Claudio Cantero, Luis Medina o los infinitos nombres que ocupan las narco necrológicas)  es un fracaso. Detenerlos en prisión hasta el fin de los tiempos tampoco fue solución de nada. ¿Qué sigue?

“Esto tiene que estar en la agenda de la política de la provincia. Esto no es abordable solo con armas sino hay que además hay que hacer un planteo terapéutico. Los psicópatas hoy tienen todas las comodidades para seguir haciendo daño. Deben ser abordados terapéuticamente. Trabajando con ellos sin burocratizar ese vínculo. Estos hombres son los nuevos dementes de esta sociedad, no le temen al castigo, a las armas o a la muerte. Consideran que el futuro ya fue. Morir o vivir es más o menos lo mismo. Y están esperando que en algún momento eso ocurra”, diagnostica el psiquiatra.

Un periodista investiga el mundo narco es amenazado y en horas el comando de la culpa institucional lo abastece de custodia y chalecos antibalas. Una candidata enseña insólita y online a construirse el chaleco protector e incluso los obsequia a los vecinos como una manera de promocionarse. Poco sutil la oscura ironía del tiempo de balas.  El fiscal que los quiere adentro de una prisión baja con chaleco antibalas a comprar una pizza para comerla en familia. Una vida dramática organizada por el miedo. Y mientras el vecino contrata herreros para sus propias rejas, los dementes y  psicópatas siguen riendo en una ciudad con muchas manos en los bolsillos.