Nada es tan absoluto como el resultado. Los merecimientos pueden discutirse, el trámite tener dueños alternos, pero los detalles hacen la diferencia. Pocas veces se da que en un clásico mantiene la tendencia que trían los equipos en los partidos previos. Esta vez, Newell’s se aferró a su idea y a Central le faltaron.

Suele decirse que se trata de un partido aparte y eso genera que a veces se pierdan las formas y se juegue a lo que salga. Este domingo, no fue el caso. Se dio en otros duelos: llegaba mejor Newell’s y Central sacaba a relucir su oficio en estos partidos. También se dio al revés: Central ofrecía mejores ideas y Newell’s casi sin patear al arco se quedó con algún duelo.

Esta vez, los jugadores rojinegros supieron cómo jugar este partido y los auriazules no pudieron salir de las adversidades que le planteó el partido.

Previo al clásico, el equipo de Sanguinetti había logrado un orden que supo mantener en este juego. Logró cohesión y un compromiso visible de sus jugadores. Su faceta ofensiva volvió a ser su talón de Aquiles, pero qué le importa al hincha leproso si el “9” tuvo una chance y la metió. Y ganó el cásico.

Por su parte, el equipo de Kily González se repitió en los problemas que traía. Perdió su tercer partido consecutivo en el Gigante y exhibió los mismos errores que contra Godoy Cruz y Barracas Central. Pero perder así el clásico es determinante para su futuro.

El Canalla no tuvo soluciones colectivas y no hubo individualidades que lo salvaran. En otros momentos, funcionó Vecchio como rescatista, Ruben como salvador u otro que se vistiera de héroe momentáneo. Pero no se puede vivir de actitudes heroicas. No hubo sistema que sostuviera al equipo y como consecuencia a su técnico.

En tanto, el rojinegro jugó el partido que debía jugar. Lo peleó, lo disputó y se postuló como el equipo más aplomado, como si no fuera la primera vez para muchos de los protagonistas y como si las rachas le jugaran a su favor.

Hubo momentos en los que sufrió. Sobre todo cuando Lautaro Blanco encontró espacios para atacar a Méndez y a Garro. Además, que hincha rojinegro le va a remarcar esos desbordes al lateral uruguayo cuando en el segundo tiempo le caminó por encima a toda la defensa canalla y gestó la jugada del gol que ganó el clásico.

No fue un gran partido de fútbol. Eso quedó claro porque los dos creativos, los “10” de cada equipo, pasaron absolutamente inadvertidos. Pero el caso de Emiliano Vecchio resalta a los ojos del resultado final. El generador de fútbol auriazul volvió a estar ausente de las acciones decisivas del juego. Fue absorbido por el sistema defensivo leproso y el equipo canalla nunca tuvo el control.

Central volvió a jugar mal. Newell’s lo jugó con conciencia y aplomo. Es cierto que el equipo del Kily González tuvo sus chances y la cosa pudo haber cambiado. De todos modos, no se puede analizar lo que hubiera sido. El clásico es rojinegro y el festejo se mudó al Parque Independencia.