El primer partido sin Diego. La primera vez sin el capitán observando a quienes siempre quiso que fueran su legado pero nunca llegaron a consumarlo. La última vez que Argentina había jugado antes del choque con Chile en Santiago del Estero había sido en Lima con Perú el 17 de noviembre del año pasado. Ese día el hincha número uno de la selección pudo verlo por la tele y festejar el 2 a 0 con goles de Nico González y Lautaro. Ocho días después, su corazón, que parecía inmortal como su juego, dijo basta.

Quizás desde otro mundo, desde el más allá, desde donde se quiera creer que esté, pueda mover los hilos cuál marioneta mágica para que la selección vuelva a festejar un título, el primero tras la era futbolística pos Maradona.

Él, que dejó la vara tan alta que ni Messi pudo siquiera acercarse, podría obrar el milagro que termine con la maldición que azota a la selección desde hace 28 años.

Messi tenía apenas 6 años recién cumplidos cuando la selección de Basile derrotaba a México por 2 a 1 en la final de Ecuador y lograba su 14ª Copa América. Fue la última alegría de la selección mayor.



Diego no jugó ese torneo, pero su aura y parte de su generación y la posterior con Bati y el Cholo Simeone a la cabeza, supieron mantener la mística.

Por entonces Argentina era subcampeona del mundo y también había ganado la Copa América de 1991 en Chile, donde tampoco jugó Diego.



El homenaje de Santiago del Estero y la selección el jueves demostraron que Diego está y estará presente por siempre cuando la camiseta albiceleste salga a la cancha.

Falta que las nuevas generaciones reciban la transferencia genética (en sentido figurado, por supuesto), si es que se puede porque a veces parece imposible, del futbolista más grande de todos los tiempos para que vuelvan los títulos. De ilusiones también se vive.

A Diego “le cortaron las piernas” el 25 de junio de 1994 porque Argentina amenazaba con ser otra vez campeona del mundo en Estados Unidos y ya no hubo más.

Diego está y estará presente por siempre cuando la camiseta albiceleste salga a la cancha



No más Diego dentro de la cancha como jugador, no más Copas América, ni Mundiales.

Las comparaciones son odiosas pero, se imaginan a Maradona jugando la final de un Mundial en el Maracaná. Hubiera sido imparable. En la casa de Brasil no hubiera dejado pasar la oportunidad. Ni loco.

Desde donde quiera que esté Diego siempre tendrá la camiseta albiceleste puesta y la cinta de capitán en el brazo izquierdo. Quizás si los jugadores miran al cielo puedan divisarlo en alguna estrella y desde allí él los guíe para volver a vivir los buenos viejos tiempos.

Fue el primer partido sin Diego, pero en realidad es sólo una apariencia. El nunca dejará de estar cuando juegue la selección.

Se viene una Copa América, al menos así parece, y el año que viene el Mundial de Qatar. Serán las primeras grandes citas con Diego alejado de este mundo. Quizás pueda dar una mano desde donde esté.



Porque donde haya una camiseta de la selección siempre estará Maradona, como quedó demostrado antes del choque con Chile cuando Messi y compañía descubrieron una estatua gigante del 10.

La pose de Diego en esa figura impactante fue tomada de la semifinal del Mundial 86 frente a Bélgica mientras escuchaba el himno.

Significativo, ¿no?