“Todos saben que Lincoln es hincha de River”. Lincoln es Darío Herrera, el árbitro que nació en esa ciudad bonaerense. Y el acusador es el inefable Lautaro Acosta, el delantero de Lanús devenido en volante externo en el epílogo de su carrera. La escena se produjo al final del partido Lanús-River y responde a una polémica decisión del juez de anular un gol de Lema por supuesta influencia en off side de Canale. Sobre la posición adelantada no hay discusión, sobre su participación en la jugada se puede charlar un rato. Es una jugada de apreciación, pero ese no es el punto.

Acosta, un protestador insoportable agravado con el paso de los años, cree que Herrera es hincha de River y falló en consecuencia. Con esa misma lógica podría considerarse que Lautaro fue a menos cuando jugando para Boca enfrentó a Lanús. Porque es hincha de Lanús.

Y así tantos futbolistas que muchas veces ni siquiera tienen la chance de jugar para la institución de sus amores pero construyen su carrera con otra camiseta. Y hasta son ídolos. Ejemplos sobran. En Rosario también

La situación remite a 1999, cuando el tristemente célebre Eduardo López tachó a Claudio Martín, que iba a dirigir el clásico, por ser hincha de Central.

Nunca un árbitro rosarino pudo dirigir un clásico, algo que no pasa en Buenos Aires, ni sucedía en Córdoba y La Plata hasta hace un tiempo.

Los clubes, a través de sus dirigentes en AFA marcan sus preferencias en las oficinas para intentar influir en la elección de los encargados de impartir justicia.

Una imagen repetida todos los fines de semana en el fútbol argentino: el reclamo a los árbitros (Fotobaires)

¿Qué buscan los dirigentes? ¿Justicia, o un arbitraje amigable? La estrategia puede salir mal. Central quería que Ceballos dirija la final de la Copa Argentina frente a Boca.

“Es algo más vinculado al folclore futbolístico que a la corrupción. Ellos creen que si un árbitro hincha de Newell’s pudiera manejar el VAR en contra de Central, lo haría. Y al revés, lo mismo. Ellos no piensan como dirigentes, piensan como hinchas, porque son hinchas. Entre otras cosas, por eso los dos clubes están como están. No hay uno que piense como dirigente”, acota Claudio Martín, que no guarda ningún rencor por aquella lamentable situación, pero tiene claro por dónde hay que encarar el problema.

“Boca siempre pedía a Angel Sánchez sabiendo que es hincha de River”, recuerda Martín para cerrar su aporte a un tema que no ayuda demasiado a la seriedad, profesionalismo y justicia que debe tener el fútbol.

Pero ni el VAR parece sacarlo del agua, al contrario, a veces lo ahoga.

Nunca un árbitro rosarino pudo dirigir un clásico, algo que no pasa en Buenos Aires

Hace algunas fechas, Nazareno Arasa había sido designado en el VAR para un partido de Newell’s, pero inmediatamente fue cambiado.

El espíritu de López deambula por todas partes. 

No hubo evolución desde aquel atropello hasta acá, al contrario, las roscas empeoraron la integridad del deporte y terminaron de deteriorar la imagen de los árbitros.

Ya no es tan sencillo explicar el error arbitral como un aspecto del juego. 

Es que resulta mucho más sencillo echarle la culpa al juez que reconocer la precarización del fútbol que tiene su génesis en el estado cada vez más deplorable de las instituciones. Salvo honrosas y escasísimas excepciones.