A la vista está que los períodos de conexión a Internet de grandes y chicos aumentaron exponencialmente como correlato de una relajación de los límites horarios y de la instalación de una percepción temporal diferente.
Y esta cuestión trae aparejada una preocupación adicional: uno de los principales desvelos fue y sigue siendo el tiempo de pantalla de los hijos.
“Aquí despunta un factor de tensión intrafamiliar que se presenta ambivalente por estos días: vemos cómo en la intimidad de los hogares las rutinas online componen una válvula de escape dentro del continuum de encierro; sin embargo, la lógica parece seguir fijada en pautas de uso denegatorias más que en el conocimiento y la valoración de las actividades desplegadas por los niños, niñas y jóvenes en el ciberespacio” afirma Mariángeles Castro Sánchez, familióloga, especialista en Educación.
Sonia Livingstone, líder del proyecto Parenting for a digital future, subraya la necesidad de que los padres reciban los apoyos necesarios para la crianza en sociedades digitalizadas.
La investigadora es optimista respecto de este escenario y destaca que, contrariamente a lo que podíamos suponer, los medios digitales unen a las familias. Transmite una concepción positiva, alentadora, plagada de confianza y cercana a los verdaderos intereses de las nuevas generaciones.
“En todos los casos, será desde una perspectiva responsable y activa, que incluya un mayor involucramiento y se aleje de ideas prejuiciosas, como se podrá brindar estabilidad y contención a los hijos. Tanto en el espacio virtual como en el físico. Se ha reafirmado que un estilo parental restrictivo no resulta eficaz, pues, lejos de proteger, genera usuarios inseguros y sobreexpuestos a riesgos. Este reto, que madres y padres afrontan, se agiganta hoy en situación de aislamiento y pone blanco sobre negro la necesidad de formarse para cumplir su función educativa en contextos híbridos” manifiesta Castro Sánchez quien es directora de la Licenciatura en Orientación Familiar de la Universidad Austral.
“Internet está atravesando nuestro nexo con el mundo en una pandemia que acelera procesos y dispara interrogantes. Comprender que nuestra realidad está cruzada por la digitalidad supone admitir que nuestros vínculos familiares también lo están. Nos corresponde a los adultos intervenir desde un lugar de empatía, ampliando nuestro entendimiento del fenómeno y adquiriendo habilidades que nos posibiliten acompañar más y mejor a nuestros hijos. Mirando la evolución de las relaciones y las mediaciones con ojos esperanzados, aun en tiempos turbulentos” cierra la profesional.