Luces prendidas, micrófonos abiertos, y entra Camila Sosa Villada de vestido naranja, zapatillas fuscias y gafas a lo estrella de Hollywood. A su paso por Rosario, por la Feria Internacional del Libro, el Club de Lectura preparó un montaje especial para la entrevista con esta actriz y escritora de obra premiada y traducida a diez idiomas, que explora el complejo universo travesti con mucho de autoreferencia, pero desde la más estricta literatura.

Alguna vez se definió como “una travesti parda con algo de señora inglesa dentro”. Camila es color y música: en su voz, en su pluma, en su cuerpo. Hija del rigor, tiene el mandato de la buena alumna.

Acepté que también en la tristeza puede haber belleza. Entonces, el registro que yo hago es literario, no un registro solo sentimental, ni solo autoindulgente y autoconmiserativo. Es un registro literario”, recalca la autora de Soy una tonta por quererte, libro de cuentos que lleva el título de un canción de Billie Holiday. Otra vez, música.

Recordá que podés escuchar la nota completa con Camila como podcast acá.

–Con el éxito, ¿cambió tu forma de acercarte a la literatura?

 

–No, nada, no sé, no me llevo. Yo estoy en mi casa. Yo estoy en mi casa con mis amigos, con mi gente. La verdad que del éxito lo único que recibo es el dinero.

–¿Y cómo entendés ese éxito, el furor que generó tu literatura con Las malas?

 

–Es una historia atractiva que no se había escrito todavía, muy novedosa, supongo por los personajes que tiene, por la manera de también de escribir que es un poco irreverente, un poco oral y enterneció. Supongo que es una historia conmovedora, entonces les gustó. Pienso eso. Si no, tengo que decir que la gente no sabe leer, no sé.

–Escuché decirte que tuviste suerte pero, ¿en qué medida es suerte y en qué medida es qué otra?

 

–Sí, fue muchísima suerte. También fue paciencia de mi parte; es decir, yo podría haberme enceguecido mucho más rápido con Buenos Aires, sobre todo cuando empecé a trabajar como actriz allá, y sin embargo, me volví a Córdoba a hacer teatro.

Podría haber publicado antes, podría haber publicado mal, tal vez, pero cada cosa que hice fue... me tocó pensarlo mucho. Todas las ediciones que hice estaban muy cuidadas, me trataban muy bien.

Y con Las malas pasó, bueno, que estaba la mano de (Juan) Forn, que estaba la mano de Tusquets y eso estalló en un momento. Y, paradójicamente, me parece que creció mucho más en la pandemia, además, el número de lectores. O sea que la pandemia, además, me trajo suerte.

–Los momentos más tristes del libro son los más bellos, ¿cómo entendés esa capacidad desde el lenguaje de convertir lo triste en algo atractivo?

 

–No sé si es una capacidad o es que yo sí acepté que también en la tristeza puede haber belleza, claro.

Entonces, el registro que yo hago es literario, no un registro solo sentimental, ni solo autoindulgente y autoconmiserativo. Es un registro literario, de ese tipo de sentimientos y de los otros también.

Pero, por haber admitido eso: por haber admitido que también se podía encontrar belleza en la tristeza.

Camila Sosa Villada, encontrar lo bello en la tristeza

–¿Hay un trabajo de análisis, de terapia?

 

–Claro, de muchísimos años ya. Igual, ahora estoy medio dada de alta, medio dada de alta, pero no todavía del todo. Me dijo, “hagamos a demanda”. Y eso estuvo bien. Porque aparte soy muy buena alumna, entonces, mirá, ni en pandemia dejé, seguí haciendo análisis hasta que me dijo eso.

–¿Qué es para vos escribir?

 

–Ay, una esclavitud, una forma de esclavitud. Una forma de también de aislarme y de estar sola que es lo que más me gusta, además: estar sola en mi casa y no permitir que nadie entre a ese mundo y a esa costumbre. No puede pasar nadie hasta que eso no está terminado o hasta que yo no decido abrir ese juego, o a un editor o a un amigo que le digo, “mirá, ¿no me querés leer?”. Es un mundo que no admite otros, solo me admite a mí.

Camila Sosa Villada: "Escribir es una forma de esclavitud".

–¿Y cómo te llevás cuando, finalmente, abrís la puerta y llegan las devoluciones o las críticas?

 

–Con mucho nervio, mucho nervio porque además, pues te vuelvo a repetir: soy muy buena alumna, me gusta hacer las cosas bien. Entonces cualquier constatación que hice alguna cosa que no estaba bien, que no estaba del todo completa, o lo que sea, me pega mal, pero para bien, si se quiere. Me gusta el rigor. Bueno, salvo que esté muy convencida de algo, pero ¿quién está convencida de algo en este mundo, no?

Por lo general, no: en todos los libros que edité, tuve muy buenos editores, muy buenos.

–Decías que es una esclavitud, ¿pasaste del placer al laburo, a pensar “tengo que hacer entregas, cumplir cobjetivos”?

 

–No, siempre es un trabajo escribir, eso sí lo creo, pero yo no estoy pensando en el placer. No pienso en eso cuando escribo. Pienso en otra cosa o no pienso en nada, pienso solo en la historia que estoy inventando en ese momento, entonces con eso me alcanza y me sobra para sentarme a escribir.

Después, si los tiempos me corren o no me corren, eso es accesorio y tampoco se puede llamar trabajo a esto que estamos haciendo que es hacer prensa, ir a la Feria (Internacional del Libro), hacer actos de presencia, firmas de libros, bueno, eso no tiene que ver con la escritura, eso es otra cosa. Eso es marketing.

–¿Un maquillaje?

 

–Un maquillaje exactamente sí.

–¿Cómo te llegan las historias? ¿Qué te inspira?

 

–Mucho de cierta mirada, a pesar de que soy vieja, cierta mirada como que quedó ahí en el tiempo de una criatura que miraba todo por primera vez. Y podría ser, ya no, ahora no, ahora será de otra forma supongo, pero durante mucho tiempo yo sí veía todo por primera vez. Es decir, sí me subía un avión por primera vez, sí fui al mar por primera vez, sí estuve en un hotel por primera vez, sí por primera vez me tomaron de la mano en la calle y por primera vez pude llevar amigos a mi casa.

O sea, muchas cosas me pasaron de grande, cosas que tal vez a los demás les pasan desde pequeños. Y ese asombro por las cosas que para cualquiera pueden ser muy normales, para mí no, está presente en la escritura como una ingenuidad, como una inocencia. Y luego bueno, fui muy novelera, fui muy de ver mucha televisión, de leer también mucho, de ver muchos muchas películas, mucho cine y supongo que eso va alimentando un monstruito.

Camila Sosa Villada y sus musas


–Juan Forn dijo de Las Malas que es "de esos libros que quiero que lean todos", ¿te pasó a vos eso con algún libro, que quieras que lo lean todos?

 

–Ay, bueno, sí: El amante, de Marguerite Duras lo he regalado mucho, El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers, la poesía de Sharon Oates, también he regalado mucho. Siempre que leo algún libro que me gusta trato de hacerlos circular. O leo un fragmento en Instagram, hablo de eso con mis amigos, con la gente que conozco. Sí, me pasa, claro.

Viste que hay gente que es más egoísta y se lo guarda como un bien único que es de ellos, de haber leído un libro buenísimo y decir bueno “solo yo lo leí”. A mí me gusta más tener para charlar después.


–Hay algunos que les sirve solo para citar, “como dijo tal...”

 

–Claro que sea es algún sabor exclusivo.

–¿Cómo te llevás con los colegas, los concursos, los festivales, con todo ese mundo literario?

 

–Ay, bueno, me aburro. Me aburro muchísimo. Me aburren muchísimo mis colegas también, no todos por supuesto. Tienen ciertos problemas que no me rozan. Pero, también me divierto mucho. También me he divertido muchísimo. Alguna vez hemos estado entre escritoras y nos hemos reído, hemos hablado de hombres, nos hemos pasado recetas y ha sido lindo también.

–¿En tu literatura reconocés una referencia a algún escritor o escritora? ¿En el sentido que puede similar a tal?

 

–No se si como para comparar o como un espejo, pero por ejemplo, cuando leí a (Joan) Didion –que yo la leí hace muy poquito, la descubrí hace un año, una cosa así cuando salió el documental en Netflix (Joan Didion: el centro cede)– y la empecé a leer, dije: “¡Wow, a mí me gustaría escribir así!”.

Y después bueno, por supuesto todos los que he leído deben estar un poco ahí también. Debe ser que están todos presentes, todos los libros que me han gustado.

–Cuando te trabás, en el proceso de escritura, ¿vas a buscarlos? ¿Cómo salís de ahí?

 

–No sé si me trabo. No sé si me pasa eso, avanzo a ciegas hasta donde llego y si no llego a ningún lado, bueno, no pasa nada. No me preocupa eso. No, no tengo problemas con eso, pero sí siempre estoy leyendo los libros que me gustan mucho. Los he leído, no sé miles de veces a todos, no sé cuántas veces, por eso me lo sé de memoria mucho.

Foto: Alan Monzón / Rosario3

–Por ejemplo, ¿cuál fue el que más leíste?

 

El amante, yo creo que lo he leído mucho. El amante lo he leído muchísimo. Cien años de soledad (de Gabriel García Márquez) también lo leía mucho, ahora ya no tanto. Pero, hubo una época... El silecio de los inocentes... El silencio de los corderos se llama en realidad, ese también no sé cuántas veces lo releí. Me parece buenísima esa novela, de Thomas Harris se llama.

–Liliana Heker nos había dicho “releer, es releerse”, ¿hay un poco de eso?

 

–No, uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida, como dice la canción. Sí me gustó, lo voy a... Si me gustó un hombre, si me gustó un libro, si me gustó una comida, si me gustó una música, si me gustó una película... entonces las películas las veo 70 veces.

No tengo drama con que aparezcan cosas nuevas, si lo que existe ya me gusta y me sigue sorprendiendo y me sigue alucinando, lo puedo volver a hacer.

–Hablando de películas muchos de tus cuantos, Las malas sin dudas tranquilamente pueden ser llevados al cine, ¿ya te han tentado?

 

–Sí, con Las malas se supone que están trabajando en eso y con Soy una tonta (por quererte) también. Con Tesis empezamos a filmar el año que viene. En tesis trabajé en el guión y también la voy a protagonizar. Y en los demás no, los demás ya los solté y que fracasen otros. Yo no me voy a hacer cargo.


–Vuelvo al Silencio de los cordero, porque El amante y Cien años de soledad son, quizás, libros más clásicos que suelen ser muy recomendados, pero El silencio de los corderos no, ¿qué es lo que encontraste ahí?

 

–Ay, es buenísima. Es muy buena, una novela muy buena, es un policial. Además, bueno, es la que inspiró la película y es muy buena, está muy bien escrita, es alucinante.

–¿Que es lo que te atrapó el lenguaje o el suspenso, el contenido o la forma?

 

–Ambas cosas. Está muy bien escrito ese libro, por eso pusieron el ojo ahí seguramente porque está muy bien, es muy claro, es un libro muy bien hecho.

–Y no se pierde en la traducción...

 

–No creo que no. Bueno, también, viste nosotros estamos acostumbrados a leer las traducciones españolas y a mí ya no me molesta. Hay otros que dicen: “ay no, yo no esta traducción prefiero leerlo en el idioma original”. No, no me molesta para nada.

–¿Hay algún momento que vos puedas identificar en el que te reconociste plenamente como escritora?

 

–Sí, cuando me invitaron a escribir El viaje inútil. Ahí dije: “Ah, mirá, es en serio, me vieron en serio así”. De todas maneras, decirse “soy escritora”, “soy actriz”, “soy tal cosa”. No.

–¿Qué completás en el formulario?

 

–Soltera... Sí, digo que soy escritora, pero es por una cuestión de simplificar algunas cosas, pero en verdad no creo que el trabajo de nadie termine de definir nada de una persona. Lo digo más en términos marxistas, si se quiere.

–¿Qué otras cosas te definen?

 

–Supongo que mis afectos podrían definirme mejor, me parece, de lo que puedo hacerlo yo.

El otro día tuve una situación en un avión con unos niños muy ruidosos, que estaban insoportables realmente y los padres no hacían nada. Estábamos viajando en primera (clase) además, que se supone que tenés que viajar mejor y no. Entonces me levanto y le digo al azafato si podía hacer algo para pedir un poco de silencio, y me dijo: “Los niños nos ponen a prueba”. Y yo le dije: “Pero soy argentina, no me puede poner a prueba una criatura”.

Y cuando dije eso, dije, bueno, algo debe haber de haber nacido en un lugar como éste, que no es un sentimiento patriótico, sino es lo que hace un paisaje con una persona, lo que hace una sociedad con una persona y en ese sentido sí te podría decir que, bueno nací acá, que me tocó nacer en Latinoamérica. Eso sí me podría definir.

–Te gusta Latinoamérica...

 

–Sí, muchísimo, pero de todas maneras hay que ser latinoamericano para saberlo, hay que ser una travesti latinoamericana para saber de esas cosas.

–¿Te sentís ahora en la obligación, con el éxito que tuviste, que lo nuevo sea muy bueno también?

 

–Sí, pero antes también. No es a partir de nada, no. Siempre fui de querer hacer las cosas bien. No sé si siempre lo hago bien, pero al menos tengo la intención de hacerlo. No sé.

La otra vez hablábamos con una amiga cuando hicimos Carnes tolendas, que fue la obra con la que yo me hice conocida, que fue con la que vine acá Rosario además, ensayábamos todos los días, desde las 9 de la mañana a la una de la tarde. Que María tenía que ir a su trabajo, entonces me pasaba a buscar en el auto por la pensión, me llevaba al teatro y de ahí nos volvíamos caminando, yo la dejaba en su trabajo y yo seguía en mi casa. Y ensayábamos todos los días y eso nunca se me olvidó.

Y cada ensayo era un ensayo general. Es decir, cada vez ensayábamos toda la obra. Y digo eso es vocación de querer hacer una cosa y que te salga bien. Eso tiene que ver, supongo, con el rigor con el que me criaron mis papás. Y luego, que yo era becada en la escuela, entonces tenía que ser muy buena alumna, sí o sí, porque si no, me iban a dejar sin la beca.

–¿Qué estás leyendo ahora?

 

–Ahora me traje Estrella madre, de Giuseppe Caputo que es un escritor colombiano muy hermoso. Y un libro que se llama Ladrida, que es de una escritora colombiana, académica también, Analú (Laferal), una chica trans y está muy bien. Pero son dos libros colombianos.

–Un juego: en el cuento “Soy una tonta por quererte”, la protagonista, María, mientras escucha cantar a Billie Holiday dice “me hubiera gustado ser música, ser canción”. ¿Qué canción te hubiera gustado ser a vos? La primera que se te venga a la cabeza.

 

–La primera que se me venga a la cabeza: "Round midnight", siempre. Ese es un temazo, de Thelonius Monk. Porque es elegante, es dolorosa también. Es difícil de cantar. Es una canción bastante difícil de cantar. Las más grandes la cantaron: la cantó Ella Fitzgerald, la cantó Sarah Vaughan.

¿Qué más? Tiene carácter, suena bien. Queda bien donde la pongas: la pones para coger y está bien, la pones para comer y está bien, la pones para viajar y está bien. En saxo está bien, en piano está bien, en trompeta está bien. Es una muy linda canción, me gusta mucho "Round midnight".