Miedo, intolerancia e ignorancia, todo en un mismo combo. Mientras la mayoría los aplaude a diario, algunos consorcios y particulares comenzaron a hostigar a sus vecinos médicos por el miedo al contagio del coronavirus.

La situación por ahora se registró en edificios de Buenos Aires con amplia repercusión en redes sociales y despertó la indignación de asociaciones que nuclean a los profesionales de la salud.

El secretario general de la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires (Cicop), Guillermo Pacagnini, calificó este jueves como "una barbaridad anticientífica y antidemocrática" los gestos de aprensión y hostilidad que diferentes consorcios y que están trascendiendo a través de las redes.

"Atento a su alto riesgo creado por su actividad se ha comunicado a la autoridad correspondiente la situación de riesgo generada en el edificio y que, hasta tanto se tome otra medida, se intima a evitar el tránsito y permanencia en zonas comunes así como tocar elementos tales como picaportes, barandas de la escalera, acceder a terraza y demás elementos atento a la gravedad de la pandemia", dice la nota que recibió una médica que vive en el tercer piso de un edificio del barrio porteño de Colegiales.

"Caso omiso se le imputarán los delitos y/u omisiones en que usted recayera en virtud de lo normado por el capítulo VII y concordantes del Código Penal Argentino, reservando acciones de naturaleza civil y/o penal pudieran ser motivo de reclamo por su proceder, omisión, negligencia y/o impericia", concluye el texto sin sellos ni membretes que lleva por firma "Consorcio de propietarios", continúa la carta recibida por la profesional de la salud.

En diálogo con la agencia Télam, Pacagnini explicó que si bien aún no recibieron denuncias en ese sentido, "en estos casos, como asociación gremial, vamos a defender a fondo a cada profesional que pueda llegar a ser escrachado o demandado" en virtud del ejercicio de su rol durante esta pandemia.

"Nos parece una barbaridad anticientífica y antidemocrática, porque es una discriminación a una ciudadana que encima después, si se enferma, lo tiene que atender", dijo.

El referente sindical también marcó la contradicción que representa este tipo de gestos con los aplausos que se multiplican en cada punto de la Argentina a las 21 de cada noche para agradecer a los profesionales de la salud su esfuerzo en la lucha contra el coronavirus; pero también lo contraproducente que resultan estas agresiones en relación a la urgente necesidad de incorporar más efectores a los diferentes hospitales y centros de salud.

"Hemos perdido mucho plantas de personal, el sistema viene en crisis y la pandemia la ahonda. Hoy está difícil incorporar profesionales de la salud por dos motivos: por los salarios bajos y porque normalmente se trabaja con exposición al riesgo que acá es mucho mayor porque se sabe que no se están entregando todos los equipos de protección que hacen falta", dijo.

En ese sentido Pacagnini se alegró de que "la mayoría de la gente reconoce a los equipos de salud", pero hizo hincapié en que "además del aplauso, pedimos que nos acompañen en el reclamo de presupuesto, de necesidad de insumos y de elementos de protección".

Por su parte, una vecina que vive en el segundo piso del edificio de la calle Amenábar al 1500 donde ocurrió la denuncia mencionada, aseguró a Télam que no avala el texto enviado a la médica, que no fue consultada y que "se enteró por la televisión".

"El que lo hizo ahora tiene que dar la cara y eso estamos pidiendo en un chat de vecinos porque no podemos caer todos en la misma bolsa. Es horrible esa carta, dice cosas muy hirientes", dijo.

“Nos vas a contagiar a todos”

 

En tanto, en otro edificio de la ciudad de Buenos Aires pero en el barrio de Villa Crespo, un farmacéutico se indignó al ver un cartel similar pegado en el ascensor: “Si sos médico, enfermero, farmacéutica o te dedicás a la salud, andate del edificio que nos vas a contagiar a todos hdp. Tus vecinos", leyó Fernando Gaitán y compartió su bronca en internet.

"Lo primero que hice fue llorar. Fue como un puñal en la espalda", contó a La Nación Fernando Gaitán, de 31 años, que todas la mañanas va a trabajar a una farmacia.