Hace unos dos meses, empezaron diez y ahora son más de 200. Al principio eran todos profesionales de la Salud, con mayoría femenina, hoy “los llamadores” son hombres y mujeres de todas las ramas del municipio. Tienen la tarea de seguir cada caso positivo de coronavirus en Rosario y de acompañar a cada persona aislada que haya tenido contacto estrecho con un contagiado y –como dicen en la jerga epidemiológica–  pueda “positivizarse” de un momento a otro. Son más de 200 para un universo de más de 4 mil, entre pacientes covid y contactos estrechos, que a diario o casi a diario intentan responder dudas y hacer que del otro lado de la línea, la espera no se sienta tan solitaria. A veces lo logran, a veces no.

La hermana de Luciano, que es enfermera, dio positivo de covid y como él estuvo en contacto con ella en la ventana en la que podría contagiar –48 horas antes de los primeros síntomas– decidieron ponerlo a él y a su familia en aislamiento. Este viernes cumplen diez días encerrados y, por suerte, el gusto y el olfato se mantienen intactos, según aseguró a Rosario3.

Nadie de la familia presentó síntomas y llevan el aislamiento muy bien. Tanto él como su pareja pueden hacer teletrabajo, les gusta estar adentro con sus hijos, y no están dentro del grupo que si no sale a trabajar, no tiene qué poner en el plato.

Al cuarto día de aislados, los contactó una “llamadora”, para ver cómo estaban y si necesitaban algo. Bien y nada.

Algunas de las funciones de los llamadores es cuidar que se mantenga el aislamiento y vehiculizar, si el caso lo requiere, alguna asistencia alimentaria. Muchos aislados no consiguen de sus patrones tiempo para quedarse en casa y curar, y a veces ni siquiera cuentan con patrón ni casa. Para eso el Estado preparó los centros de aislamiento en el Hipódromo y la Ex Rural.

"La atención fue excelente, muy contenedora", valoró Luciano.

En cambio, para Gabriela, que lleva ocho días aislada con covid, su llamadora no fue de mucha ayuda. El coronavirus la golpeó con fuerza: estuvo muy descompuesta del estómago, hizo fiebre y aún hoy sufre intensas jaquecas y se siente débil. 

También en charla con Rosario3, contó que la persona que la contactó no tiene preparación en Salud y no logró encontrar en ella respuestas en su momentos de más dolor. Lo resolvió con una visita a la guardia médica.

“Es una persona que te llama para ver cómo estás, nada más”, resumió.

Y nada menos.

Una voz en el teléfono

 

En menos de dos meses, los llamadores pasaron de diez a más de 200. La subdirectora de centros de Salud, Silvina García, señaló que continuamente se capacitan y suman nuevos grupos. Son agentes municipales de distintas ramas, aunque en su mayoría de la secretaría de Salud, que por edad o ser pacientes de riesgo deben hacer teletrabajo.

Recursos humanos, en definitiva, que se aprovecharon para el seguimiento de los casos de coronavirus que en Rosario crecen sin pausa. Este viernes eran 217 llamadores para más de 4 mil aislados, entre pacientes covid y contactos estrechos, que llaman a entre cinco y 15 personas por día, capacitación mediante.

Están divididos en dos grandes grupos: los llamadores de primera vez, que son los que dan la noticia de la enfermedad; y los de seguimiento que llaman todos los días o cada dos o tres para ver cómo está todo. El trabajo se completa con un tercer grupo que hace el seguimiento administrativo: las “fichitas” de cada caso y su evolución.

Los de primera vez, explicó García, son exclusivamente del área Salud y no llaman a más de diez personas. Son charlas largas, a veces difíciles que requieren esperar a que pase el shock para una segundo llamado.

Las reacciones son tan diferentes como cantidad de pacientes. Hay algunos que se angustian, otros se sorprenden, se enojan. En general la primera reacción es el agradecimiento porque sienten que se están ocupando de ellos, que los están orientando. La mayoría se lo toma muy bien”, observó García que también es llamadora.

No es tarea fácil: del otro lado del teléfono hay duda, ansiedad y a veces miedo. Y muchos de los llamadores, nunca se prepararon para algo así; por eso, contó, hay un seguimiento constante de los propios llamadores entre ellos mismos.

Cada llamada es un desafío por más entrenamiento y por más experiencia que uno tenga, uno nunca sabe qué puede aparecer del otro lado. La fortaleza es que los llamadores no estan sólos, sino dentro de un equipo de trabajo", destacó.

Y que los enfermos y aislados, tampoco.