En el límite sureste de la ciudad, al borde de la Circunvalación, el pasaje 529 atraviesa en diagonal el barrio Molino Blanco. Se llama pasaje, pero es una amplia calle que fue pavimentada tras los reclamos de los vecinos al municipio. Desde afuera de uno de sus pasillos nada indica que en el fondo hay un comedor. Al llegar, una puerta metálica es el acceso a ese local que alimenta a 29 familias.

En el primer piso de la construcción vive Patricia Garcías, la dueña de casa donde funciona el comedor, que se llama Sembrando Caminos. En la cuadra anterior y en la siguiente hay otros dos comedores, un dato más que corrobora las necesidades de la zona. Entre los tres se coordinan: alternan los días de la semana en los que dan alimento a las familias más pobres del barrio.

El barrio Molino Blanco tiene muchas casas de material. Es que la mayoría de sus los jefes de familia trabajan en la construcción, como albañiles. Una actividad donde el desempleo empezó a pegar primero que en ningún otro, entre otras cosas porque el ajuste aplicado a sangre y fuego por el gobierno nacional mató la obra pública.

Si la cosa ya venía mal por la dinámica inflacionaria de los años anteriores, que hacía que los ingresos familiares no alcanzaran para llegar a fin de mes, el agravamiento de la situación comenzó a sentirse más fuerte en los meses de verano.

Así, creció la demanda sobre los comedores, algo que la propia Municipalidad admitió las últimas semanas. Pero no la capacidad de respuesta de los mismos. La ecuación es simple. El Estado nacional dejó de enviar alimentos con el argumento de que realiza una auditoría que apunta a terminar con la intermediación de las organizaciones sociales. El Estado provincial reforzó las partidas en diciembre, pero en enero volvió a los niveles de noviembre con el agregado de un subsidio que no alcanza a compensar la suba de precios. La Municipalidad subió montos, pero también quedan rezagados con respecto a la inflación. Los alimentos valen el doble que tres meses atrás. 

Cómo administrar los recursos escasos es todo un dilema. En enero, Paricia, la referente del comedor Sembrando Caminos, decidió que en vez de dos viandas y dos meriendas por semana, ahora se entregan una y una.

El del comedor Sembrando Caminos es un caso que se replica en muchos otros barrios rosarinos. Ella explica que con los alimentos que le llegan del Programa de Asistencia a Comedores y Merenderos de la provincia en noviembre podían comprar 100 bolsones. Hoy, con ese mismo dinero, compran la mitad. “Estamos golpeados. Pero nos reinventamos todo el tiempo, porque estamos acostumbrados a los golpes. La necesidad está, y es grande. Es una crisis, hay que decirlo, pero yo tengo esperanza de que mejore el diálogo desde Nación y las cosas mejoren”, dijo Patricia Garcías a Rosario3.

Patricia es la referente del comedor Sembrando Caminos. Alberto es el coordinador de la Liga de las Organizaciones Sociales de Causa. (Alan Monzón/Rosario3)

En el comedor levantado con ladrillos sin revestir y columnas de cemento, un solo cuadro colorido decora un costado, junto a la escalera que da a las habitaciones, y al lado de uno de los anafes están la gran olla de aluminio y la cuchara de un metro de largo.

“Cocinamos a la mañana y entregamos al mediodía cada lunes un total de 60 porciones para 29 familias: son dos viandas por familia, y hay más interesados, pero no tenemos para entregar a más: hasta enero eran dos días, pero desde la inflación que duplicó los precios de pollo y verduras y tuvimos que recortar los días. Ellos traen dos tuppers que les llenamos y la familia lo divide como le parece. Para la copa de leche hacemos rosquitas, arroz con leche, bizcochuelo o pan casero y les entregamos los jueves a la mañana”, precisó Patricia sobre su actividad habitual.

El momento de preparado de las verduras para sumar al menú de esta semana. (Alan Monzón/Rosario3)

Un horno pizzero y una batidora descansan sobre una mesa a un costado de la cocina, y dos tablones se despliegan en el “centro de operaciones” del comedor, donde las cocineras Irina, Gisela, Jésica y Yoana cortaban rápidamente en pequeños trozos los morrones, las cebollas y las zanahorias. Todas ellas vienen a dar una mano cada semana desde los barrios San Martin Sur y de La Paloma.

El menú de esta semana fue alitas de pollo con arroz, condimentado con sal, ajo y polvo amarillo. Son dos los anafes con gas para cocinar, y “si no alcanza para comprar garrafa, hacemos el fuego con madera de palets para no dejar de cocinar”, aseguró la anfitriona.

El gato se sube a uno de los bancos para reclamar su pedazo de alita, mientras Mateo, un perro mezcla de cocker viejito se echa en el piso fresco. A su lado, un patio oficia de tragaluz con algo de pasto silvestre, y en un costado descansan una mezcladora de cemento y un bolsón de arena. Signo del barrio, de que aquí se construye.

En el fondo del patio está el gallinero con cuatro ponedoras y dos gallos que cada día alimentan con huevos a la familia y al comedor de Patricia. “Esos huevos son mucho mejores que cualquier comprado, no sabés el gusto y el tamaño porque son gallinas grandotas”.

La realidad obliga constantemente a Patricia a ser "creativa con lo que hay". Uno de los bancos para los chicos que iba al lugar a recibir a ayuda escolar se rompió. Entonces ella aprendió a armar bancos con maderas de palets a través de un video de YouTube. Armó tres, “bien macizos y pegados con cola”. También sacó el molde de la cuchara de madera enorme con la que revuelve la olla, porque la que tenía un día se le partió al medio. Con una sola madera de palet agarró la sierra caladora, a la que llama “la poderosa” y creó la nueva cuchara enorme. Algo de esa creatividad parece contagiar el buen humor y la complicidad que se percibe en el grupo de cocineras, que luego de picar toda la comida, echaron verduras y pollo al fuego, revolvieron y se sentaron a escuchar la charla, mate en mano.

Dos de las cocineras se sentaron a tomar un mate luego de poner las verduras en la olla (Alan Monzón/Rosario3).

De dónde viene la plata 

El actual Programa de Asistencia a Comedores Comunitarios de la provincia está vigente desde mayo de 2017, cuando Miguel Lifschitz era gobernador. En aquel momento se unificaron los programas existentes y la resolución respectiva la firmó el entonces ministro de Desarrollo Social, Jorge Álvarez, quien fue coordinador de los equipos de campaña de Maximiliano Pullaro y hoy es asesor del actual gobernador.

Ese plan se sostuvo durante la gestión de Omar Perotti, y a través del mismo la provincia destinó, en noviembre de 2023, 598.032.448 pesos a 863 comedores en todo el territorio santafesino, según consta en la resolución Nº 1889 del Ministerio de Desarrollo Social, firmada por su anterior titular Danilo Capitani.

Fuentes de la administración anterior dijeron a Rosario3 que durante las reuniones de transición los funcionarios de la gestión entrante pidieron que se reforzaran esas partidas para diciembre, tiempo en que siempre se entiende que la conflictividad social es creciente. Así, el monto total distribuido en el último mes de 2023 entre los comedores comunitarios de la provincia fue de 897.048.672 pesos (por medio de la resolución Nº 1954, también firmada por Capitani).

Pero en enero de este año la inversión en partidas a los comedores comunitarios volvió al nivel previo, e incluso a un poco menos, porque en el marco de una auditoría que arrancó luego de la asunción de las nuevas autoridades del gobierno de Pullaro, se suspendieron partidas a 105 instituciones en toda la provincia por supuestas irregularidades. Fueron 525.517.663 pesos, por medio de la resolución Nº 26, firmada por la actual ministra, María Victoria Tejeda.

De cara a un año de recesión y con la inflación creciente, fuentes del gobierno provincial anticiparon que habrá un aumento de las partidas correspondientes a febrero, pero no especificaron de cuánto será ese aumento.

En tanto, este medio también pudo conocer que la Municipalidad presupuestó para este año 3.200 millones de pesos para ayuda alimentaria.

Mesa de diálogo y números en rojo

El comedor Sembrando Caminos es parte de la Liga de Organizaciones Sociales de Causa en el Gran Rosario. La conforman 17 organizaciones distribuidas en 10 barrios, y la mayoría son dirigidas por “referentas” mujeres, en palabras de Patricia. “Comenzamos en 2015 a juntarnos con vecinos y vecinas de los barrios, y ahí conocimos a los militantes de Causa, con los que armamos el comedor en San Martín Sur, y luego acá. De todos los comedores de la Liga, el del barrio 23 de Febrero es uno de los que más se siente la necesidad, y ahí alimentan a 230 chicos”, destacó la joven. 

El referente de los comedores de Causa, Alberto Romano, es quien nuclea todos los engranajes de la Liga, y en diálogo con Rosario3 destacó: “A fines de diciembre notamos el gran aumento de precios en la mercadería (más de un 100%) sumado a un aumento de la demanda en los barrios. Pero en la tarjeta (con la que percibe mensualmente las partidas provinciales) no tuvimos aumentos. Seguimos teniendo un ingreso que es igual al de noviembre pasado”.

Patricia mencionó entonces que en estos días estivales “se han acercado más vecinos a pedir eventualmente, pero con lo que tenemos no nos alcanza ni para nosotros. Se nos dificulta mucho conseguir carne con el precio elevado. Cocinamos con alitas de pollo. Antes con pulpa picada, pero hoy con lo caro que está todo, otras carnes no se pueden comprar”.  Los vecinos se conocen todos, y muchas veces acudieron a Patricia a pedir un aceite o un azúcar. “Antes lo contemplaba y les daba, pero hoy no puedo porque no alcanza ni para nuestro comedor”, manifestó con preocupación.

Alberto agregó que los vecinos en este barrio son mayormente albañiles, y observó que “ante la incipiente merma de obras, en estos meses algunos fueron suspendidos o despedidos en sus trabajos”. Y Patricia agregó al panorama: “Pasa que el tema changas, cuando el país se pone difícil, ya se pospone, la gente deja de construir, y los changarines lo sienten”. 

Patricia y Alberto precisaron que hay expectativas sobre posibles aumentos de las partidas provinciales y un nuevo posible circuito de alimento fresco desde Desarrollo municipal. (Alan Monzón/Rosario3)

En torno al asunto de las partidas presupuestarias, Alberto aseguró que si bien está preocupado, una mejora parece incipiente: “Tenemos una mesa de diálogo con Desarrollo provincial. Esperábamos un aumento y al momento no tuvimos, pero fuimos bien atendidos y venimos dialogando desde que asumieron en diciembre. En paralelo a las partidas nos sumaron unos subsidios de manera excepcional, aunque lo que esperábamos era un aumento del 30 por ciento. En enero, cuando consultamos, como solución nos dieron estas partidas eventuales”. 

Mientras Alberto y Patricia relataban sobre estos meses en que los números comienzan a estar en rojo en la tarea de alimentar a los vecinos, las cocineras cortaban cebollas, pelaban papas y zanahorias a gran velocidad. Entonces el referente enfatizó preocupado: “Con la tarjeta provincial compramos los alimentos frescos en cualquier despensa, mientras que los secos se le paga a una distribuidora. Contábamos con ese aumento, que no llegó en diciembre y tampoco en enero, y el subsidio extra que nos están agregando tarda en llegar 15 o 20 días. Esta es la situación que estamos viviendo enero y febrero”.

De cara a un futuro incierto que se percibe con ajustes para todos los bolsillos, Alberto adelantó las pocas certezas que tiene: “Desde provincia nos dijeron que este año lo que planean es que el monto que otorga tenga un aumento gradual. En tanto que desde la Municipalidad nos dijeron que piensan algún circuito con proveedores de comidas frescas, pollo, verduras y gas”. 

Los dos aseguraron que el vínculo con ambos niveles del Estado es positivo y tienen perspectivas este año que comienza. En tanto que sobre el vínculo con Nación, aseguraron ambos que es nulo: “Teníamos el programa Potenciar, pero hoy no tenemos oficina siquiera ni persona a cargo que nos dé información. Y como el hambre no espera, estamos abocados a trabajar con los estados local y provincial que sí responden, y vemos que la misma política nacional no está interesada en vincularse con nosotros”.

Patricia aseguró: “Estamos enojados por la falta de diálogo, pero yo apunto a que el presidente Milei recapacite, porque la mejor forma de gobernar un país con diálogo. Quiero creer que va a cambiar, porque no quiero que volvamos a una crisis como 2001. Milei mismo advirtió que marzo y abril van a ser peores, pero no entiendo cómo piensa que en junio va a ser mejor si no habla con la gente”.

“Si hubiese sido gradual, nos acomodábamos, pero esta es una crisis que ocurrió de golpe y se siente porque los sueldos no aumentaron”, agregó Alberto.

El menú cuenta con alitas de pollo, un corte accesible ante la suba de precios, para no dejar de brindar alguna carne (Alan Monzón/Rosario3).

Pandemia y después

La última vez que se vivió una crisis fuerte en Molino Blanco fue en pandemia. Este comedor ya funcionaba desde hacía años, pero la Liga de las Organizaciones Sociales nació justo antes del encierro, en diciembre de 2019, para unificar los reclamos desde el movimiento social Causa.

Sobre aquel tiempo de encierro, Patricia recordó: “Los vecinos salían solo para buscar el alimento al comedor. Y para nosotros la asistencia del Estado fue muy importante para subsistir, porque no había trabajo. Fue un momento muy triste: no había vacunas, teníamos miedo. Cocinábamos como sea, porque había que seguir dando de comer a los vecinos como fuera. Fue muy duro”.

Con hambre no se puede pensar, decía la canción de la banda uruguaya No te va gustar. Patricia le dio en una frase la dimensión de la crisis: “Conocí dos familias que están viviendo la situación de dos o tres días sin comer. Y son familias que tienen trabajo. No me imagino cómo están los que cirujean”.

Entonces, como buena medidora de la temperatura barrial, la referente dio a conocer las decisiones que ya están tomando los jefes y jefas de hogares: “Lo que vengo escuchando mucho es que hay madres y padres que comen una sola vez al día para darle a los hijos el almuerzo y la cena: se cocina para la noche, o se recalienta para los chicos lo que se cocinó al mediodía. Los padres cuando no comen, toman mate”. 

Destacó entonces el rol clave en este sentido de la escuela primaria del barrio, la nº 1090 “Domingo Matheu”, donde “al menos muchos chicos comen del comedor, que sigue dándoles durante el verano, al menos sándwiches y frutas”.

Las cocineras vienen voluntariamente de barrios aledaños cada semana para colaborar en el preparado (Alan Monzón/Rosario3)

La escuela, pata clave

Además de funcionar como comedor y merendero, el espacio que coordina Patricia, en paralelo, busca alentar a los adolescentes en encontrar su camino con ayuda escolar y con talleres de oficios para que encuentren una salida laboral. Patricia destacó: “Apuntamos a los niños y jóvenes que son los más vulnerables en esta sociedad tan perversa. Y lo que buscamos antes que nada es que terminen el secundario para que tengan más herramientas”.

De esta forma, el comedor también brinda desde siempre los talleres para jóvenes y chicos. Alberto destacó que estos son fundamentales porque “los chicos se sienten útiles: evitan la sensación de marginación que se vive por no poder capacitarse como muchos otros sí pueden. A muchos de ellos los rescatamos muchas veces de situaciones de violencia, de la droga y coordinamos con sus escuelas”.

En el comedor Sembrando Caminos durante un tiempo hubo un taller de panificación, pero como había muchos otros espacios que enseñaban lo mismo en todos los barrios de la ciudad, se canceló. Aunque este año buscarán volver a implementarlo: “Vamos a ver este año si volvemos a enseñarles panificación, donde aprenden a hacer bizcochos, medialunas, pan, bizochuelo, porque eso se vende seguro en el barrio. Es trabajo asegurado porque la gente les compra cuando salen a la hora de la siesta en la vereda”.

Al momento se dieron talleres de costura, talabartería, souvenires con fibrofácil, todos a través del plan provincial Nueva Oportunidad, que durante el gobierno de Omar Perotti se llamó Santa Fe Más, y que ahora vuelve a ser el Nueva Oportunidad.

En torno a lo educativo, en un momento de paritaria complicada en la que se pone en dudas la fecha de comienzos de clase para el próximo lunes como era pactado, los vecinos en Molino Blanco además de hacer malabares para comer deben comprar los útiles escolares para sus hijos. 

Sobre el asunto Patricia estimó: “Hay que decirlo: estamos en crisis, pero tenemos un plan de acciones. Nos reunimos semanalmente con el resto de los comedores en La Popular, donde pensamos en conjunto. Y el comienzo de clases en pocos días no es un tema menor. Hay familias de cuatro o cinco hijos, y están muy caros los útiles. Cuando hablemos con la gente de Desarrollo Provincial les vamos a pedir si podrán facilitarnos algunos útiles para que los chicos puedan comenzar con lo básico al menos”.

Solidaridad, divino tesoro

Si bien este comedor es parte de una red de comedores, Patricia destacó a este medio que “siempre se recibieron donaciones de particulares que amenizaron las dificultades”. Y a su vez aseguró que por la propia realidad que golpea en todos los bolsillos, “en el último tiempo también se perdieron esas ayudas muy valiosas y de toda clase”.

Es por eso que Patricia hizo saber que en Sembrando Caminos se reciben donaciones de verduras, frutas, carnes, harinas, así como de ollas grandes o demás elementos para cocinar.

Finalmente dio a conocer que “este año volverán a brindar apoyo escolar a los chicos, por lo que se reciben nuevos profesores y profesoras voluntarias”. Para cualquier colaboración, su contacto es (0341) 153-791312.