El robo de cables no es novedad en los barrios de Rosario. Tampoco que haya un basural a cielo abierto en una esquina ni que aparezcan chicos para buscar comida entre los residuos. Pero ver todo junto, al mismo tiempo, impresiona: es una síntesis que duele, porque grafica la vulnerabilidad en la que vivimos. Y eso incluye al pibe que no tiene qué comer y a la mujer que lo mira desde su casa enrejada, sin luz porque el cableado que le provee el servicio fue sustraído.

El Tres, finalmente, hizo –con el móvil en vivo a cargo de Almudena Munera Muñoz– una tremenda crónica de la miseria desde la intersección de bulevar Seguí y Río de Janeiro. El equipo periodístico llegó allí por las constantes denuncias por robo de cables.

Según contó la periodista en De 12 a 14, la situación, de tan repetida, llevó a que cansados de quedarse sin luz por el robo de cables, varios vecinos resolvieran engancharse a la otra fase, cuyo cableado es aparentemente más difícil de sustraer.

Los vecinos explicaron que no solo ese es el problema. Los ladrones suelen quemar el cable robado, para quitar el material plástico y quedarse con el cobre que venden en el mercado negro, en una de las ochavas de la esquina mencionada. Allí, se ve un paredón que por este motivo quedó negro y también que se formó un basural a cielo abierto.

Una mujer que vive justo enfrente relató que los robos y las quemas son cosa de todos los días. La vecina, llamada Teresa, sufre Epoc, con lo cual se ve afectada muy particularmente por el humo que ingresa a su vivienda, que tiznó paredes y cortinas que eran blancas y ahora tienen manchas negras.         

Mientras Teresa hablaba con Almudena, llegaron dos chiquitos en situación vulnerabilidad extrema a buscar comida en el basural de la otra ochava. 

Eso, dijo la mujer, también es cosa de todos los días. Duele y, a la vez, explica mucho de lo que pasa en Rosario.