“Somos una especie en viaje

No tenemos pertenencias sino equipaje

Vamos con el polen en el viento

Estamos vivos porque estamos en movimiento

Nunca estamos quietos, somos trashumantes

Somos padres, hijos, nietos y bisnietos de inmigrantes

Es más mío le que sueño que lo que toco

Yo no soy de aquí

Pero tú tampoco

Yo no soy de aquí

Pero tú tampoco”

(“Movimiento”, Jorge Drexler).

El ir y venir de las personas por el mundo ha forjado nuestra propia historia como nación argentina, y lo sigue haciendo. Rosario, como una de las grandes ciudades del país refleja este fenómeno que imprime de diversidad cultural sus calles. El movimiento poblacional también se produce desde adentro hacia afuera de parte de rosarinos que buscan otros horizontes a pocos kilómetros como del otro lado del océano.

Argentina y por ende, Rosario como una de las ciudades más grandes del país, es el enorme puerto al que llegan muchas de las 82.4 millones de personas que deambulan por el mundo tras haber tenido que dejar su lugar de origen. En contacto con Radiópolis Weekend (Radio 2), Carolina Martinenghi, Directora de Comunicaciones de Fundación Acnur Argentina, que trabaja para visibilizar la labor de la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para los Refugiados (Acnur), explicó: “Las últimas estadísticas indican que hay 82.4 millones de personas que hoy no pueden vivir en sus hogares porque corren peligro. Lo pensamos como países enteros de personas desplazadas ya sea por género, raza, etnia, religión, ideología, cambio climático”. Y advirtió en ese sentido: “De ese total, el 42 por ciento son niños”

Desde esta organización, el programa argentino Ponchos azules busca sumar personas que sientan a esta situación injusta y contraria a la garantía del cumplimiento de los derechos humanos. “Queremos transformar el dolor en una oportunidad”, precisó y aclaró: “Usamos el poncho como símbolo de abrigo, solidaridad, gauchada. Ya somos 240 mil en Argentina”.

“No es solo es la condición en la que viven estas personas sino que pensemos en esa huida, hay una emergencia puntual, desesperación”, remarcó e invitó a los interesados e interesadas a sumarse a través del sitio ponchosazules.org

Más tarde, en diálogo con El mejor día de la semana (Radio 2), Bernard, un hombre que llegó de Tanzania a Rosario como polizón contó su experiencia que como él mismo señala, parece una película. “Era joven, 19 años, y quería cambiar de vida, buscar algo mejor, tomar barco y probar suerte. Quería un país donde fuese mejor la vida, por desconocimiento uno sueña con plantas de plata, que todo es fácil pero no es así”, manifestó sobre los motivos que lo hicieron viajar una semana en la chimenea de un barco con un compañero, parados, con mucho frío y tres manzanas como alimento. El viaje duró tres meses y por fin arribaron a la ribera de Alvear.

Bernard, quien hoy vive con su familia y es cocinero de comida africana, aseguró que el capitán del barco que lo trajo hasta acá, los hizo bajar argumentando que “Argentina es buen país”. Fueron sacados de la nave cubiertos de bolsas de nylon para confundirse con la basura. Era fines de agosto, de madrugada y llovía. “Caminamos y nos encontramos con un pueblo, Alvear, caminamos más y nos cruzamos con un hombre que hace ladrillos y no nos entendíamos. Le hablábamos con señas, le decíamos que queríamos dormir y nos dejó hacerlo en un ranchito suyo”, recordó. Habían estado todo el día caminando bajo la lluvia tras haber estado inmóviles por días. También hambrientos.

El hombre que fabrica ladrillos es Francisco Saravia. No solo los dejó dormir en su lugar sino que al otro día los llevó a un médico –el compañero de Bernard tenía una herida importante en una pierna. intercedió por ambos ante las autoridades políticas. También intercedió por ellos antes las autoridades municipales e incluso llamó a la prensa. Su hija y su yerno los acogieron en su casa, cuando la recomendación de muchos era “sacase el problema de encima”. En contacto con la emisora, aseguró: “Bernardo es un gran hombre, una maravilla verlo después de la condición que tenían cuando llegaron que era paupérrima”, dijo y cruzaron saludos afectuosos que incluyeron el acuerdo para verse y comer un asado.

Despoblados

El movimiento incesante de las personas también afecta al interior de los países cuyas poblaciones más pequeñas se quedan sin personas que las habiten. Este fenómeno de migración interna también afecta a Argentina, y por supuesto a Santa Fe, donde los habitantes de pueblos se mudan a las grandes urbes por diversos motivos, muchos de ellos económicos.

En contacto con El mejor día de la semana, desde Suiza, Cintia Jaime de la Fundación Es Vicis, habló de los alcances del programa “Bienvenido a mi pueblo” con el que ofrecen trabajo y vivienda a las familias jóvenes que eligen radicarse en estas pequeñas localidades. El 27 de mayo anunciaron acuerdos con Cafferata, Carmen, Labordeboy, Maggiolo y San Eduardo, todas ubicadas al sur provincial.

“Es poder darles una oportunidad a los que no tienen voz en la ciudad, a los que se fueron a estudiar o que fueron forzados a dejar su lugar por una migración que se da en el mundo actual, los pueblos se despueblan y las ciudades crecen de forma caótica”, expresó.

“El ser humano pierde su tribu, su comunidad y sus valores, esto se ve descarnadamente en las ciudades, nunca nos amontonamos de este modo”, resaltó y brindó detalles del trabajo que promueven en la provincia.

¿Cómo se hace atractivo un pueblo?, fue la pregunta periodística. “Se hacen estudios sobre lo que pasa en el pueblo, cuánta gente migra, se hace una lista de lo que falta, aquello que los vecinos desean y no tienen como ser un dentista o un servicio de reparación de máquinas”, continúa y apunta que el 70 por ciento de la gente que deja su casa lo hace por cuestiones económicas.

Cambio de domicilio

Además de los traslados kilométricos e incluso internacionales, también se registran las mudanzas de personas a localidades cercanas en búsqueda de mayor tranquilidad y sobre todo seguridad, entre otros motivos.

El director del Registro Civil, Mariano Gálvez, confirmó que el 30 por ciento de los trámites vinculados al documento de identidad incluyó un cambio de domicilio. El funcionario vinculó el porcentaje a las particularidades de la pandemia de coronavirus: “Hay una tendencia por múltiple factores del cambio de radicación de las personas y advertimos que en pandemia por la necesidad de adquirir certificaciones que requieren el DNI se hicieron estos trámites”, indicó.