Frente a estas épocas de fiestas de fin de año, graduaciones y ante la inminencia de las vacaciones, el psiquiatra rosarino y especialista en Medicina de Adicciones, Gustavo De Vega, está preocupado por “la enorme naturalización y socialización del consumo de alcohol y marihuana en adolescentes” y además “de cocaína y tranquilizantes en adultos de hasta 40 años”. Observa que las adicciones aparecen también en el mundo laboral donde los que ya consumieron en la adolescencia vuelven a hacerlo cuando toman contacto nuevamente con alguna sustancia. Estima que hay medio millón de adictos en nuestra zona, critica la escasa cantidad de lugares para la recuperación y fue muy duro con la política de reducción de daños.
De Vega dirige AVCD, un centro de prevención y atención de Adicciones, fundado en 1982 y atiende pacientes de la ciudad y la región. Es además docente de la facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario.
Este domingo también participará del Gran Festival de Música de “Ni un pibe menos por la droga” donde organizaciones sociales y religiosas marcharán al Monumento a la Bandera en pos del objetivo del eslogan. El psiquiatra mantuvo un mano a mano con Rosario3:
—¿Está viendo con preocupación el nivel de consumo de estupefacientes en la zona?
—Lo que estoy viendo con preocupación es la enorme naturalización y socialización del consumo de alcohol y marihuana en adolescentes y el consumo de alcohol, marihuana y cocaína en adultos hasta los 40 años. En adultos en general hay mucho consumo también de tranquilizantes, (Clonazepam, Lorazepam) que son muy efectivos como medicamentos pero desde unos cuantos años se genera la automedicación por indicación de alguien cercano.
En adolescentes, el modo de atracón del consumo de alcohol como las previas con una botella de Fernet con Coca o una botella de vodka con los mal llamados energizantes que son estimulantes cafeínicos cada tres personas. Hay una tolerancia por parte de la sociedad al consumo de alcohol, que ya no es una cerveza sino vodka: la cerveza tiene 6 por ciento de alcohol, un vaso de vodka tiene más de 40 por ciento de alcohol. Parece que da todo lo mismo.
La adicción es la elaboración más sofisticada del consumo. Cuando uno puede parar de consumir (alcohol, drogas, comidas, ultraprocesados, redes sociales, pesas en el gimnasio) se ha transformado en la boca oceánica que todo lo traga y se convierte en el resultado más elaborado de la sociedad de consumo. Es como el perro que se muerde la cola, ese proceso toxico se vuelve contra el consumidor, no puede con eso y colapsa.
—¿Detecta niveles de adicciones en el ámbito laboral?
—Si uno mira las estadísticas de nuestro país que elabora el Sedronar y el observatorio de consumos de drogas, ya en el 2014 por ejemplo, se ve claramente que el inicio del alcohol y la marihuana ocurre antes de los 11 años, se mantiene durante el colegio secundario y después de los 18 pasa al mundo laboral.
El hábito que se instala en la adolescencia es imborrable como experiencia emocional, física y particularmente el consumo de sustancias tiene un modo de registro neuro-bioquímico llamado sensitización. Implica que cuando en algún momento, aunque pase mucho tiempo sin contacto con una sustancia, una persona vuelve a tomar contacto con esa sustancia, su organismo genera una respuesta inmediata mucho más intensa que el de una persona que no consumió en su vida. Ese fenómeno se transforma en una vulnerabilidad. Por eso mucha gente joven consume estupefacientes sin ser adicto y cuando ingresa al mundo del trabajo y se le presentan situaciones de estrés y cansancio recurre al alcohol, a un porro de marihuana o los estimulantes. Si ya lo hizo alguna vez, ese registro se vuelve activar a manera de compulsión.
—¿Y cómo aparece en las empresas o en los lugares de trabajo?
—Demasiado frecuente y groseramente. Tampoco se la da mucho valor a la prevención. Tenemos gente con problemas graves de consumo, empiezan a pedir ayuda, se les proponen tratamientos útiles pero no para los que trabajan. Esa propuesta terapéutica era efectiva en el siglo pasado y ahora se transforman en un problema porque requieren de licencia laboral, sin garantías y genera un circuito de ausentismo y desánimo de las partes.
El ejemplo más contundente es el ámbito público donde no hay motivaciones de recuperación y ocupación de los consumidores, encima falta capacitación y por eso es clave trabajar con los delegados gremiales. Es un tema acuciante. No hay acceso a tratamientos eficaces, no sólo acceder a una consulta y tampoc. es de un tratamiento adecuado debido a que no se presta atención a los estándares de calidad.
—¿Hay cifras para cuantificar las adicciones en nuestra zona?
—Se puede estimar que en la ciudad, el gran Rosario y el sur santafesino serían medio millón de personas que consumen y son adictos a las drogas, el juego y el alcohol.
Narcocriminalidad y recuperación
—¿Cómo impacta el consumo en los jóvenes que terminan formando parte de las bandas narcocriminales?
—Con un 40 y pico por ciento de pobreza e indigencia, el impacto en la problemática del consumo provoca una situación alarmante.
Esa dinámica de calidad de vida deteriorada y un contexto de vulnerabilidad económica y social, el consumo tiene un impacto devastador. Un chico de 12 o 13 años inmediatamente pasada la pubertad accede a la sexualidad y al consumo y estos provoca fallas en sus funciones regulatorias y o directamente carece de ellas. Es como largar a la calle autos sin frenos, no tienen frenos. Que nazcan todas las semanas niños con rastros de cocaína de madres menores de 15 años excede cualquier análisis y es un cóctel mortífero. Lo más grave es la negligencia de las estructuras del Estado.
—¿Faltan lugares de recuperación de adicciones?
—No solo no hay lugares sino lo que se ofrece está muy lejos de ofrecer una recuperación, o sea que la persona que padece una problemática de salud mental pueda recuperar su estado de estabilidad emocional y física, de salud integral.
Contra la reducción de daños
—¿Por qué no está de acuerdo con la política de reducción de daños en materia de consumo de estupefacientes?
—La reducción de daños es una de las herramientas más poderosas e inteligentes con enorme impacto del sistema de salud en la problemática del VIH Sida. El problema es cuando se traslada a las adicciones y a nuestra zona sin ninguno tipo de estudio o reflexión.
En Rosario históricamente puede haber habido alguien que se inyecte, pero el 99,99 por ciento consume alcohol, marihuana y psicofármacos. El policonsumo en este contexto no se beneficia de la política de reducción de daños sino que se convierte en un problema. La persona que consume cocaína dice mientras no me la inyecte puedo seguir consumiendo, o mientras fumo marihuana no pasa nada.
La reducción de daños se instaló acá como excluyente de otras opciones. En España, la reducción de daños se aplica de manera articulada con un sistema complejo, multidisciplinario y con recursos y distintos servicios. Está inteligentemente articulado y no como una política única. Acá se instaló como si fuera la verdad absoluta.
—España es el "Primer Mundo", pero estamos en Argentina con todas las deficiencias que usted señala, ¿no aplica una política de reducción de daños?
—Si estuviéramos con el padre Pepe (Di Paola) él te diría que lo peor que puede pasar en los barrios más vulnerables es aplicar la reducción de daños. Es licencia para drogarse. Reducción de daños inteligente es que hacer prevención y no como ahora.